Las joyas que se encontró en el Rastro de Madrid y en Wallapop este palentino en el exilio: "Me han dicho que nunca las habían visto"

Luis Gutiérrez, coleccionista apasionado, guarda la fe, la vida rural y la historia de Espinosa de Villagonzalo en un museo lleno de nostalgia y orgullo

Luis Gutierrez colecciona Benditeras,pequeños recipientes  para contener agua bendita, que en un primncipio se colocaban en las iglesias y ermitas, y más tarde pasaron al ámbito doméstico

Brágimo

Luis Gutierrez colecciona Benditeras,pequeños recipientes para contener agua bendita, que en un primncipio se colocaban en las iglesias y ermitas, y más tarde pasaron al ámbito doméstico

Agencia ICAL

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Luis Gutiérrez Franco, un palentino de 79 años afincado en Alcobendas (Madrid), ha transformado su pasión por los objetos con alma en un legado que conecta generaciones. Con una colección de 87 benditeras, recipientes de agua bendita que narran siglos de devoción, y como custodio del Museo Etnográfico de Espinosa de Villagonzalo, Luis rescata la memoria de la vida rural castellana entre 1840 y 1950. Junto a su hermana Concepción, no solo preserva piezas únicas, sino que invita a todos a viajar al pasado, donde la fe y el trabajo cotidiano definían la identidad de la provincia.

Una benditera, explica Luis con entusiasmo, es un recipiente para agua bendita que se cuelga en la pared, usado para santiguarse al entrar o salir de un espacio. También conocidas como aguabenditeras o pilas benditeras, estas piezas evocan las fuentes de agua presentes en lugares sagrados desde tiempos inmemoriales. Su historia en Europa comienza en el siglo XV, cuando adornaban las fachadas de las iglesias. Con el tiempo, pasaron al interior de los templos, luego a las entradas de las casas y, finalmente, a las cabeceras de las camas en los hogares rurales. “El cura las bendecía el Sábado Santo, la gente mojaba los dedos, se santiguaba y rezaba una jaculatoria”, cuenta Luis. “Era una creencia respetable, una forma de protección contra los malos espíritus, incluso contra el diablo, según se decía entonces”.

Luis Gutierrez colecciona Benditeras,pequeños recipientes  para contener agua bendita, que en un primncipio se colocaban en las iglesias y ermitas, y más tarde pasaron al ámbito doméstico

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Luis Gutierrez colecciona Benditeras,pequeños recipientes para contener agua bendita, que en un primncipio se colocaban en las iglesias y ermitas, y más tarde pasaron al ámbito doméstico

La chispa que encendió su pasión por las benditeras no fue casual. Hace apenas un año, una visita a la Casa Museo Sorolla en Madrid, donde vio un pasillo lleno de estas piezas, lo cautivó. “Soy un poco chatarrero, no me gusta tirar nada, especialmente cosas con valor simbólico”, admite con una sonrisa a Ical. Aquella exposición, que describe como "una bendición" (nunca mejor dicho), lo inspiró a coleccionar. En solo doce meses, ha reunido 87 benditeras, con la meta de llegar a las cien. Su colección incluye piezas de estilo isabelino, del siglo XIX, y las clásicas del siglo XX, hechas de madera, hierro, bronce o cerámica. Entre ellas destaca una benditera grande, probablemente de una casa señorial, y otra de madera que sospecha es del siglo XIX, aunque no puede datarla con precisión. “Son el reflejo de la identidad cultural y religiosa de Palencia y Castilla y León en aquellas épocas”, asegura.

Luis encuentra estas joyas en lugares como el Rastro de Madrid, Wallapop o almonedas, ventas de objetos usados que han resurgido en popularidad. “Para mí son auténticas joyas, aunque otros las vean como basura”, dice. Recuerda con entusiasmo cómo halló cinco benditeras en una casa en venta, un tesoro que otros podrían haber descartado. Cada pieza cuenta una historia, desde las creencias de protección espiritual hasta su evolución como adornos decorativos en la actualidad. “Es curioso, en algunos pueblos me han dicho que nunca las habían visto, quizá por diferencias en la religiosidad o en las costumbres”, reflexiona. Para Luis, coleccionar benditeras es trazar el camino que estas recorrieron, desde las puertas de las iglesias hasta los dormitorios de la gente.

Luis Gutierrez en el Museo etnográfico de Espinosa de Villagonzalo(Palencia)

Brágimo

Luis Gutierrez en el Museo etnográfico de Espinosa de Villagonzalo(Palencia)

En el corazón de la Tierra de Campos, Espinosa de Villagonzalo se alza como el hogar del proyecto de Luis. Aunque reside en Madrid, su vínculo con el pueblo es inquebrantable. Allí, en un espacio integrado en la red de museos de la Diputación de Palencia, gestiona el Museo Etnográfico, un lugar donde el pasado cobra vida. “Quería recordar nuestra historia más reciente, la del medio rural”, explica. El museo reúne objetos que formaron parte de la vida cotidiana entre 1840 y 1950: aperos de labranza, bicicletas, juguetes, fotografías y máquinas de coser, como las curiosas Peugeot, que precedieron a los coches de la marca. Cada pieza, explicada por Luis o Concepción, transporta a los visitantes a los días en que el campo y el hogar eran el sustento de las familias.

El museo no es solo un almacén de objetos, sino un relato de la economía doméstica y las labores de antaño. “Queremos que la gente entienda cómo vivía nuestra gente, cómo trabajaban”, dice Luis. La iglesia de Santa Cecilia, el crucero gótico del siglo XV y la tranquilidad del pueblo complementan la experiencia, convirtiendo a Espinosa en un destino para quienes buscan raíces auténticas. La colección de benditeras, aunque no está exhibida permanentemente, forma parte de este espíritu, pues Luis sueña con mostrarlas algún día en una exposición especial. “Sería bonito que la gente viera cómo estas piezas, tan humildes, cuentan tanto”, imagina.

El amargo recuerdo de la escuela durante la dictadura

Luis no solo colecciona benditeras; su memoria abarca una época compleja que también ha querido preservar. Nacido en 1946, conoció de primera mano las escuelas franquistas de los años 50 y 60. En el museo, ha recreado una de ellas con pupitres de los años 40, libros, enciclopedias, un ábaco, una pizarra y los inevitables símbolos de la época: un crucifijo, un retrato de Franco y otro de José Antonio Primo de Rivera. “Eran escuelas divididas entre chicos y chicas. En Espinosa había unos 189 alumnos entonces; hoy, solo hay dos niños en el pueblo, y la escuela ya no existe”, relata con nostalgia y un toque de tristeza.

Luis Gutierrez en el Museo etnográfico de Espinosa de Villagonzalo(Palencia)

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Luis Gutierrez en el Museo etnográfico de Espinosa de Villagonzalo(Palencia)

Su recuerdo de aquellos años es vívido y no siempre fácil. Habla de las dificultades de la posguerra, cuando algunos niños no podían asistir al colegio por ser de familias de izquierda, y de la depuración de maestros republicanos en los años 40. “Se me pone la piel de gallina al recordarlo. Hubo maestros asesinados o trasladados. Son historias duras”, confiesa. También evoca detalles curiosos, como el enroje que los alumnos encendían para calentar el aula o las estufas, que solían estar junto al maestro. Esta recreación no busca glorificar el pasado, sino entenderlo. “Es nuestra historia, y hay que conocerla”, afirma.

La labor de Luis trasciende la simple acumulación de objetos. Su colección de benditeras, aunque aún no exhibida en su totalidad, representa un esfuerzo por rescatar la fe y las creencias de generaciones pasadas. “Toda la vida las vi en las camas de mi familia, y empecé poco a poco”, cuenta. Su meta de llegar a las cien piezas no es solo un número, sino un compromiso con la memoria. Cada benditera, ya sea de cerámica del siglo XX o de madera del XIX, guarda un pedazo de Castilla: su devoción, su arte, su vida cotidiana.

El Museo Etnográfico, por su parte, es un testimonio del mundo rural que se desvanece. Desde los aperos que labraban la tierra hasta los pupitres que educaron a niños en tiempos de escasez, cada objeto cuenta una historia que Luis y Concepción narran con cariño. “No quiero que esto se pierda. Los jóvenes deben saber de dónde venimos”, dice. La Diputación de Palencia respalda este esfuerzo, incluyendo el museo en su red cultural, lo que asegura su accesibilidad para visitantes de toda la región.

Vivir entre Madrid y Espinosa no es un obstáculo para Luis. En Alcobendas, cerca del Rastro, encuentra tesoros que otros desechan, desde benditeras hasta objetos para el museo. “Hay gente que vende cosas sin saber su valor, pero para mí son pedazos de historia”, explica. Su entusiasmo por las almonedas y plataformas como Wallapop refleja una modernidad que no choca con su amor por lo antiguo. “Es curioso cómo lo viejo vuelve a estar de moda”, ríe.

El trabajo de Luis Gutiérrez es más que una colección; es un acto de resistencia contra el olvido. Sus benditeras, que alguna vez protegieron hogares de males invisibles, hoy protegen la memoria de una Palencia rural, devota y trabajadora. El Museo Etnográfico, con su escuela franquista y sus aperos, recuerda los días duros y los pequeños momentos de calor humano. En Espinosa de Villagonzalo, donde la iglesia de Santa Cecilia sigue vigilando el horizonte, Luis y Concepción son guardianes de un legado que no pesa, sino que inspira. “Me parece muy bonito recordar ese camino que siguieron las benditeras, desde las iglesias hasta los dormitorios”, dice Luis. Y mientras acaricia una pieza de madera gastada, quizá del siglo XIX, sus ojos brillan con la certeza de que estas “joyas” seguirán hablando por generaciones.

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