Conoce al zahorí salmantino que ha encontrado 300 pozos de agua subterránea

Se llama Miguel López. No tiene formación, dice a COPE SALAMANCA, solo un don, una habilidad o una intuición. Le llueven las llamadas de otras Comunidades Autónomas.

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El zahorí Miguel López

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

2 min lectura

Las máximas en la provincia de Salamanca rozarán los 30 grados esta semana. No va a caer ni gota de agua. La sequía ya está aquí. Se hace, en algunos casos, imprescindible en muchas fincas y explotaciones encontrar aguas subterráneas, hacer sondeos para dar con ellas y así contar con un pozo para ir tirando y abastecer de agua al ganado.

¿Y cómo localizamos agua subterránea ? ¿Hacemos perforaciones a diestro o siniestro o podemos saber el sitio exacto donde hacer un agujero? Quedan pocos pero existen. Se llaman zahoríes. Una profesión en desuso. El zahorí utiliza elementos sencillos como dos varillas metálicas, una vara de madera o un péndulo para detectar la existencia de flujos magnéticos o líneas ley, corrientes de agua, lagos subterráneos.

En COPE SALAMANCA hemos hablado con Miguel López. Es zahorí, por afición. En su caso, no tiene formación sobre geología, no usa ni péndulos ni varillas y es incluso capaz de saber si ese pozo tiene mucha o poca agua. Total que hay agua subterránea, pero hay que saber buscarla.

Es el zahorí, de la provincia salmantina, reside en Lagunilla, un pequeño pueblo de la comarca de Béjar.

Sus servicios lo requieren tanto ganaderos y agricultores, como propietarios de chalés que quieren contar con un pozo de agua. Miguel presume de no haberse equivocado nunca en su intuición. Lleva más de 30 años dedicándose a encontrar agua subterránea, lo ha hecho en 300 ocasiones. Los sondeos de agua los ha descubierto sobre todo en Andalucía y Extremadura; aunque también le llaman de la provincia salmantina y del norte de España. .

Todo comenzó por una afición. El primer pozo que marcó fue a los 23 o 24 años. Luego ha ido cogiendo, dice, experiencia.

No solo reclaman su habilidad ganaderos, sino también propietarios de chalés o casas que quieren contar con un pozo. Miguel tiene la suerte de tener relevo generacional. Su hija Lara que ya con 13 o 14 años le acompañaba, tiene su misma intuición.

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