El rayo que cambió el skyline de Segovia

El chapitel de madera de la torre de la Catedral quedó destruido por la tormenta eléctrica

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Los incendios por causa humana o natural han devastado y modificado a lo largo de los últimos siglos el patrimonio y estructura de numerosas catedrales. En junio de 2015 la basílica Saint-Donatien de Nantes vio como el fuego destruía parte de su cubierta, o en 1984 un rayo consumió parte de la nave sur de la catedral gótica de York, en el Reino Unido.

La Catedral de Segovia también sufrió hace 408 años, un jueves 18 de septiembre de 1614, el envite de la naturaleza cuando un rayo calcinó el antiguo chapitel de madera que perfilaba la torre de la Catedral, “más alta que la de Sevilla y más ancha que la de Toledo”.

La construcción de la nueva catedral de Segovia dio comienzo el 8 de junio de 1525 y en el empeño del rey Carlos I, Cabildo, Ciudad –nombre que recibía el Ayuntamiento- y todo el pueblo de Segovia se buscaba un templo emblema y de referencia para toda la cristiandad. El arquitecto D. Juan Gil de Hontañón fue el encargado de dar forma a este proyecto ilusionante, en el cuál, la torre tendría especial importancia.

Esta pertenece a la primera etapa constructiva, que empieza en mayo de 1527 con la cimentación y termina en 1568 dando forma a su chapitel. D. Juan Gil de Hontañón diseñó las trazas de la torre y, tras su muerte, tomaron el relevo su hijo D. Rodrigo Gil De Hontañón y el aparejador García de Cubillas. Pero García de Cubillas fue finalmente el encargado de supervisar las obras ya que D. Rodrigo Gil de Hontañón fue despedido en 1529 y no volvería hasta 1560, cuando fallece García de Cubillas.

Una vez levantado y finalizado el soberbio campanario en 1548, el Cabildo encargó a D. Juan del Pozo el modelo de chapitel, eligiéndose como material la madera de los pinos de Valsaín, y con gran parecido al chapitel de la Catedral de Toledo. En abril de 1568 se compró la madera y en agosto de ese mismo año se paga a D. Antonio Asenjo 40.000 maravedís por la veleta y la cruz que remataban los 108 metros de la torre, contando los 25 metros últimos de chapitel, que 46 años después caerían derrotados por el fuego.

Sin duda, el chapitel era la parte más vulnerable debido a la ausencia de sistemas de conducción, lo que les convertía en polos de atracción a la caída de rayos. Durante los siglos XV y XVI otras torres como la de la Catedral de Durham, el chapitel central de la Catedral de Amiens o el antiguo chapitel de la Catedral de San Pablo fueron alcanzados y destruidos por los rayos.

La tormenta que cambió el perfil de Segovia empezó después de la oración, según cuenta el historiador segoviano Diego de Colmenares, autor de Historia de la insigne Ciudad de Segovia y compendio de las historias de Castilla” -1637-. Su relato nos da una idea de la conmoción que vivieron todos los segovianos ese jueves 18 de septiembre de 1614, que se hallaban inmersos en los actos de recibimiento del Rey Felipe III con “juegos de cañas, con libreas costosas y varias, donde la caballería y nobleza mostraba la alegría del recibimiento de su Rey”.

Esa alegría se vio enturbiada cuando empezó a soplar un viento de forma huracanada que “jamas se han visto en aquella ciudad”. Los relámpagos encendieron el cielo y uno de los rayos provocó la llama que derritió el plomo que revestía el chapitel “como si fueran canales por espacio de tres horas”.

Cuenta el relato que todos los vecinos acudieron a los alrededores sofocando el fuego de todas las maneras posibles y tratando de acotarlo. Una vez consumido el plomo y la madera quedaron tranquilos al ver que las campanas no habían sufrido daños importantes.

Pero la calma se volvió a romper cuando una centella alcanzó la bóveda de la Capilla Mayor, volviendo todos los vecinos al socorro. Todas las iglesias sacaron el Santísimo Sacramento rogando misericordia y clemencia “a tan grande castigo” y el pueblo entero acudió a los ruegos de San Frutos, cuyas reliquias estaban en el convento de nuestra Señora del Carmen.

A la tormenta seca le siguió una tempestad de agua que apagó el fuego, pero provocó inundaciones en el templo.

Al día siguiente fueron visibles los estragos en la Catedral y sus alrededores. Cantidades de cenizas y carbón cubrían los tejados colindantes y de la torre ya solo se alzaban los cuatro botareles góticos que rodeaban en su base al chapitel. El pueblo de Segovia agradeció la intercesión del “Amado Hijo” al impedir que llegase el fuego a las “imagenes santas”, principalmente del Altar Mayor.

A pesar de que numerosas personas ayudaron a sofocar y salvar del fuego la Catedral tampoco hubo constancia de ningún herido. Tan solo se apunta a que un canónigo “se despeño de una de las primeras ventanas viendose cercado por todas partes del fuego y no se lastimo”. El archivo catedral, muy valorado en la época, permaneció a salvo. Así, parece que la Catedral fue la más perjudicada por esta tormenta en la ciudad de Segovia, ya que tan solo se observó el incendio de un ciprés en el jardín del convento de Santo Domingo.

Rápidamente, autoridades, gremios y pueblo de Segovia reaccionaron a una de las peores tragedias vividas en la ciudad, teñida de un ambiente de luto y duelo. El viernes 19 de septiembre la Ciudad celebró dos sesiones, una para dar el pésame al Cabildo y ofrecer la madera de su pinar de Valsaín para la reconstrucción, y una segunda sesión para dejar constancia del estremecedor sentimiento en el que se hallaba la sociedad segoviana. El 3 de febrero de 1615 la Ciudad y Linajes dieron al Cabildo de la Catedral 360 pinos de Valsaín.

A los dos días del incendio, el sábado 20 de septiembre, el Cabildo de la Catedral dio las gracias a la Ciudad a través de los canónigos D. Luís Coronel y el Arcediano de Sepúlveda. Además, Ciudad y Cabildo acordaron nombrar dos caballeros para “que les ayuden a pedir en la ciudad a los vecinos de ella” en compañía del Corregidor y recoger limosna destinada a la reconstrucción de la torre.

También, se solicitó por carta al rey Felipe III las “facultades de sisa” del vino, impuestos que grababan géneros y que eran concedido por el rey, para así sufragar los gastos de la reconstrucción. Finalmente fue aprobado este impuesto, lo que supuso gran recaudación y alegría entre las autoridades civiles y eclesiásticas.

El obispo de Segovia, D. Antonio Idiáquez aportó 6.000 ducados, los prebendados 5.000, Ciudad y Linajes 4.000 y las aportaciones populares ascendieron a 13.000 ducados. Las donaciones y limosnas continuaron durante varios años.

El espacio dejado por el antiguo chapitel fue sustituido por la estructura diseñada por el arquitecto del barroco segoviano, Pedro de Brizuela, que conservó los cuatro botareles góticos sobre los que se apoyaba la estructura de madera y se levantó un cuerpo octogonal, cubierto por una media naranja y cupulín. Este diseño fue ejecutado por Juan de Mugaguren por 11.000 ducados, finalizándose la obra en tres años.

Otros rayos que impactaron en la Catedral de Segovia

El 2 de julio de 1809, a las 11 y media de la mañana y durante la celebración de la Eucaristía en la Catedral un rayo impactó contra la veleta de la torre, rompiéndola por medio y haciendo saltar piedras de la misma sin causar ningún daño en las viviendas colindantes.

El rayo bajó “en forma de culebrilla” por la torre hasta la Capilla de San Blas, destrozando parte del retablo y derribando piedras de su bóveda. El impacto del rayo también provocó desprendimientos de la cornisa del segundo cuerpo de la torre y el desprendimiento de piedras sobre la entrada de la Sala Capitular.

A los pocos minutos del primer rayo, otro impacto derribó la bola de la veleta de la torre que cayó en la casa del notario D. Domingo Segura, causando numerosos daños en el tejado.

La noche del 20 al 21 de febrero de 1978 una terrible tormenta en la ciudad provocó que una chispa eléctrica hiciera sonar las campanas, en torno a las dos de la mañana, causando la alarma entre la población segoviana. Según informó la prensa local un cortocircuito en el dispositivo hizo que sonaran algunas de ellas provocando alarma entre la población. El Cabildo de la Catedral remitió un escrito de gratitud al Ayuntamiento de la Ciudad por el servicio prestado y la prontitud en atender la alarma creada.

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