El COVID-19 enfría la despedida del curso escolar: “mucha pena” e “incertidumbre”
Sentimiento “agridulce” entre los profesores, a los que hubiera gustado felicitar a sus alumnos las vacaciones en persona
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El pasado 13 de marzo la Junta de Castilla y León anunció el cierre de los centros educativos a consecuencia del COVID-19. Un día más tarde el Gobierno de España decretaba el Estado de Alarma. Más de tres meses después la comunidad educativa despide el curso escolar habiendo recuperado únicamente la docencia presencial para los alumnos de segundo de Bachillerato que, bajo un sistema de cita previa, quisieran asistir a clases para preparar la EBAU.
El último día del curso “siempre es un día especial”, confiesa Irene, maestra de Educación Infantil. Y pese a haber preparado a sus alumnos algunas “sorpresas”, que han recibido por vía telemática, esta vez “no podremos ver sus caras”.
La “mezcla de sentimientos” de Verónica, profesora de Educación Primaria, este año van de la “frustración” por no poder dar a sus alumnos “la despedida que se merecen después de tanto esfuerzo” a la “satisfacción” por el trabajo realizado estos últimos meses “a pesar de las innumerables dificultades con las que nos hemos encontrado”. Pasando por el “alivio” por poner fin a un período “muy estresante”. Da “mucha pena”, reconoce Mónica, maestra de Educación Infantil, “no haber podido dar un súper abrazo y un súper beso a los peques y desearles feliz verano en persona”.
La crisis sanitaria obligó a los profesores a modificar el modelo de enseñanza de un día para otro. Aurora, profesora de música, sintió entonces que “te roban” lo que para ella es su “alegría”, sus alumnos. “Necesito sus caras, sus risas”, confiesa. Sin embargo, las nuevas tecnologías, a cuyo uso muchos han tenido que acostumbrarse en tiempo récord, le han permitido “sentir su presencia”. Impartir clase a través de las plataformas digitales “me alegraba la mañana”, reconoce Aurora.
Estas herramientas, apunta Álvaro, profesor de Educación Secundaria Obligatoria y Bachillerato, ha permitido “conseguir salir adelante”. En este sentido reconoce cierta “satisfacción”, pero también un profundo agradecimiento hacia sus alumnos por haberle permitido “crecer como profesor” y aprender “un montón de cosas” durante su seguimiento de forma telemática.
“Mis compañeros y yo hemos dado el 200 por ciento”, afirma Daniel, maestro de Educación Infantil y Primaria. Sin embargo, explica, “nuestra labor no consiste solo en impartir contenidos”. Para él lo “fundamental” es la atención “integral” del alumno. Esto es “ayudarles a resolver sus problemas, a manejar sus emociones”. En definitiva, “darles toda la atención que merecen”. Y hasta tal punto “no hemos podido llegar”. De ahí que este 23 de junio tenga una sensación “extraña” y “agridulce”.
Cómo se desarrollará el próximo curso escolar es aún una incógnita. Sobre la mesa, la posibilidad de que se tengan que escalonar las entradas y las salidas en los colegios, la reducción de las ratios —lo que implicaría la contratación de más personal— o la habilitación de nuevos espacios para impartir clase.
Sin embargo, apunta Verónica, desconocen los recursos “con que vamos a contar”. Su “esperanza” es que “no volvamos a vivir” lo acontecido. La “cuenta atrás” ha comenzado para Irene, que no puede dejar de pensar en el reencuentro con sus alumnos y “disfrutar de sus sonrisas”.