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Laporta y los platos chinos
El presidente logra salvar la enésima situación comprometida tras la decisión del CSD sobre las inscripciones de Dani Olmo y Pau Víctor.

Joan Laporta, presidente del Barcelona, en el palco del estadio culé.
Barcelona - Publicado el
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A Laporta no se le pueden negar por lo menos tres virtudes. La capacidad oratoria. Es capaz de resultar convincente esté contando medias verdades o medias mentiras. Dos: tiene olfato para acertar con los entrenadores. La clavó con Pep Guardiola en su primer mandato y pinta que ha dado en el clavo ahora con Hansi Flick. Nada más llegar, ocupando Koeman el banquillo del Barça, el presidente ya expuso su intención de apostar por la escuela alemana. Acabó llegando Xavi más porque se dejó convencer por la gente cercana que por otra cosa. Cuando finalmente ha hecho caso a su primera intuición es cuando parece haber acertado. Y la tercera es que no se puede negar valentía a la hora de tomar ciertas decisiones. Hay quien lo llamará valentía, hay quien lo llamará temeridad.
Siempre al límite. Siempre un parche para salvarte hoy aunque te pueda volver como un boomerang en forma de problema redoblado mañana. Hay que recordar como empezó su segundo mandato. Con los famosos avales cerrados de madrugada en una notaría de la Diagonal a pocas horas de que expirara el plazo. La fórmula trajo cola como gran parte de sus grandes operaciones: Barça Vision, la adjudicación de las obras del Camp Nou, el acuerdo con Nike... Es larga la lista de directivos y ejecutivos que han saltado del barco por su estilo de gestionar. El catálogo de fichajes o inscripciones cerrados sobre la campana no es corto: Depay, Koundé, Gavi, los Joaos más Dani Olmo y Pau Víctor. Y ya rizó el rizo del escapismo cuando los Rolling Stones cancelaron su gira europea. Si no llegan a cancelar no sé donde el Barça hubiera jugado el clásico de liga, la penúltima jornada contra el Villarreal o unas posibles semifinales de Champions. Desde luego en el Camp Nou no. El problema que se le venía encima era de dimensiones descomunales pero esta vez ni tan siquiera tuvo que recurrir a ninguna de sus 'imaginativas' fórmulas para resolverlo. Se le arregló solo.
Hay un amplio sector del barcelonismo que aplaude esa forma de ser. Pero otro amplio sector está con las manos en la cabeza a la espera del próximo lío. Resulta clave en este tipo de situaciones que la pelota esté entrando porque si no a estas alturas muy probablemente Laporta ya tendría una moción de censura sobre la mesa. Estuvo muy cerca de activarse a principios de Enero con el caso Olmo en plena efervescencia. De momento el malabarista sigue con los platos chinos girando en el aire.