Manifiesto
Cataluña lleva más de una década de fractura social, fomentada por una Generalitat gobernada por los partidos independentistas con el apoyo externo de los antisistema y por un Ayuntamiento de Barcelona en manos del populismo. Factores como las leyes de desconexión del 6 y 7 de septiembre, con el consiguiente atropello a la democracia y a los derechos de la oposición en el Parlament, el referéndum ilegal del 1 de octubre, las protestas violentas tras el juicio a los líderes del procés, los indultos a los políticos presos y la aparición de la pandemia de la Covid-19, han provocado una aparentemente imparable decadencia social, política, económica y cultural. Esta situación se agrava con gobiernos locales secuestrados por organizaciones paragubernamentales como la ANC, OMNIUM y la AMI, ocupados en impulsar el secesionismo desde Ayuntamientos y diputaciones, o en implementar políticas que torpedean el progreso económico, el bienestar y la seguridad de los ciudadanos; y con un Gobierno central que se sustenta con los votos de independentistas y de populistas de izquierda, con una agenda política muy alejada de las necesidades de los ciudadanos, incluidos los catalanes.
Hablar con el gobierno independentista de la Generalitat no es hablar con Cataluña. Cataluña es mucho más: sociedad civil, familias, empresas y autónomos muestran una realidad mucho más plural que la que se pretende hacer ver desde el gobierno autonómico, con muchos catalanes que quieren seguir compartiendo la identidad catalana, española y europea con naturalidad, manteniendo vivos los lazos afectivos, familiares o de negocio con el resto de España. Hay que hacer que lo que es normal en el día a día sea normal también en las relaciones institucionales. Recuperar la lealtad institucional y la neutralidad de las instituciones es necesario para normalizar la vida cotidiana de los catalanes.
Defendemos el Estado de Derecho, la separación de poderes, la democracia representativa y sus instituciones, en todo lo que refleja la Constitución y el Estatuto. Rechazamos la amenaza populista que desprecia los logros alcanzados hasta ahora en los casi cuarenta y cinco años de democracia, promueve enfrentamientos entre personas y territorios, así como atajos fáciles para responder a problemas políticos y sociales complejos. Cambiar es posible, pero el respeto a la ley para llevar a cabo los cambios es imprescindible.
Existe un conflicto en Cataluña provocado por dirigentes políticos irresponsables, que pretenden imponer sus postulados identitarios y secesionistas a todos los catalanes, sin respeto alguno a las normas de convivencia democrática.
La política de cesiones, las mesas bilaterales de negociación y posibles amnistías blanquean a los que pretenden que miles de catalanes nos sintamos extranjeros en nuestro propio país. La equidistancia, cuando no apoyo directo al independentismo, de una parte importante de la sociedad civil y empresarial de Cataluña ha hecho posible que el independentismo se mantenga en las instituciones.
El procés ha puesto -y sigue poniendo- en riesgo miles de puestos de trabajo, los ahorros de las familias y la posibilidad de prosperar para miles de catalanes. Elindependentismo es decadencia social y regresión económica, antieuropeísmo y aislamiento.
Los catalanes no independentistas no podemos volver a ser moneda de cambio de intereses políticos a nivel nacional. Debemos ser políticamente fuertes para que la negociación de la presidencia del Gobierno o los presupuestos no queden en manos de las prioridades políticas de grupos nacionalistas y populistas, sino que podamos influir para que el gobierno active una agenda reformista.
Lo que sucede en Cataluña es cuestión de Estado y afecta al conjunto de españoles. Queremos una Cataluña líder, leal con el conjunto de España, no una Cataluña que se proclame distinta o superior. Rechazamos el antieuropeísmo y las veleidades filorusas del independentismo. Cataluña es parte de Europa y debe aspirar a tener un papel protagonista en ella.
Queremos reconocer el trabajo y valentía de muchos catalanes que han dado la cara -y la siguen dando-, en el mundo educativo, social, cultural y económico, para que Cataluña siga siendo una parte substantiva de España y deje de ser una Comunidad Autónoma en clara decadencia social, moral, cultural, política y económica. Queremos una Cataluña en libertad, sin señalamientos por no compartir consignas ideológicas radicales promovidas desde las instituciones.
Cataluña debe tener un marco jurídico y fiscal seguro y competitivo. El ejercicio del autogobierno debe ser equivalente a eficiencia, no a cargas fiscales y administrativas que ahuyenten la inversión y castiguen el empleo. Dentro del ámbito de la seguridad jurídica, el derecho a la propiedad y la acción eficaz contra la ocupación debe ser una prioridad para acabar con el santuario okupa en el que se ha con vertido Cataluña.
Cataluña es bilingüe y ambas lenguas nos son propias, sin imposiciones, viviendo con normalidad esta realidad. Defendemos el fomento de la cultura y la educación tanto en castellano como en catalán, sin discriminación alguna por razón de lengua. El inglés debe ser incorporado de forma más efectiva a la enseñanza primaria y secundaria para que niños y jóvenes tengan más posibilidades de movilidad y empleabilidad, y no sea un privilegio para los que puedan costear escuelas extranjeras. La lengua no puede ser un obstáculo para trabajar en Cataluña para excelentes profesionales procedentes de cualquier lugar del Mundo.
Queremos, en las próximas elecciones municipales, autonómicas, generales y europeas ser parte activa de una confluencia política del mundo constitucionalista para presentar un único proyecto capaz de dar respuesta a los problemas reales de la sociedad catalana y derrotar en las urnas tanto al nacionalismo como al populismo. Necesitamos un proyecto político ganador. Es posible vencerles en las urnas.
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