¿Cuánto dura el funeral, velatorio y luto tras la muerte de un Papa?
Tras el fallecimiento del Papa, su cuerpo es preparado con vestimentas papales y trasladado a la Basílica de San Pedro, donde es expuesto durante tres días para que los fieles puedan rendirle homenaje.

Cúpula del Vaticano
Barcelona - Publicado el
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La muerte de un Papa no solo representa el fin del pontificado de un líder espiritual de más de mil millones de católicos en el mundo, sino también el inicio de un riguroso y simbólico protocolo, profundamente enraizado en la tradición de la Iglesia Católica.
Velatorio: tres días de oración y veneración
Tras el fallecimiento del Papa, su cuerpo es preparado con vestimentas papales y trasladado a la Basílica de San Pedro, donde es expuesto durante tres días para que los fieles puedan rendirle homenaje. Este velatorio público está marcado por una atmósfera de oración, recogimiento y veneración. Es una oportunidad para que fieles, cardenales, diplomáticos y jefes de Estado presenten sus respetos.
Funeral: al noveno día, la misa Exequial
El funeral del Papa se celebra, generalmente, al noveno día tras su muerte, en lo que se conoce como la Misa de Réquiem o Misa Exequial. Esta ceremonia solemne, presidida por el Decano del Colegio Cardenalicio (si no hay Papa reinante), tiene lugar en la Plaza de San Pedro y es seguida por el entierro en las grutas vaticanas o en otro lugar previamente indicado por el pontífice fallecido.
Este periodo de nueve días se denomina Novemdiales, un conjunto de misas y oraciones que marca el luto litúrgico oficial de la Iglesia tras la muerte del Papa.

El Vaticano tiene unos protocolos que están entre la solemnidad y la esperanza
Luto: entre solemnidad y transición
El luto oficial en el Vaticano dura también nueve días, tiempo durante el cual se suspenden muchas actividades ordinarias, y se izan banderas a media asta. En sentido más amplio, el luto espiritual y simbólico de la Iglesia puede extenderse hasta la elección del nuevo Papa, durante el Cónclave.
No obstante, a diferencia de otras épocas, la Iglesia no impone un luto estricto a los fieles. El duelo papal se vive más como un tiempo de oración, reflexión y esperanza, a la espera de la guía del Espíritu Santo en la elección del sucesor de Pedro.
Historia y evolución del funeral papal
El ritual funerario de los Papas ha evolucionado a lo largo de los siglos. En los primeros tiempos del cristianismo, los pontífices eran enterrados de forma modesta en las catacumbas romanas, como mártires o confesores de la fe.
No existían ritos fijos ni protocolos de Estado. Sin embargo, con la consolidación del Papado como institución central en la Iglesia y en la política europea, especialmente a partir del siglo IV, los funerales se volvieron más solemnes.
A partir del Renacimiento, el ceremonial papal adquirió una dimensión majestuosa, reflejo del poder temporal del Papa.
Con el tiempo, sin embargo, se fue ajustando a un tono más espiritual. Las reformas litúrgicas del Concilio Vaticano II y el espíritu de sencillez promovido por los Papas más recientes han influido para hacer del funeral papal un acto de profunda dignidad, pero sin excesos.

Las tumbas de los diferentes Papas, excepto Francisco, reposan en la gruta de San Pedro
La muerte de un Papa no solo marca el fin de un pontificado: abre una etapa de profundo simbolismo, oración y transición en la Iglesia Católica. Este momento está guiado por tradiciones históricas, litúrgicas y también por un protocolo preciso que mezcla lo espiritual y lo institucional.
Un poco de historia: cómo han cambiado los funerales papales
Al principio del cristianismo, los Papas eran enterrados con humildad, a menudo como mártires. Nada de grandes ceremonias ni multitudes: sus funerales eran actos sencillos entre comunidades perseguidas.
Con el paso del tiempo, sobre todo a partir del siglo IV, el Papado fue adquiriendo peso institucional. En la Edad Media y el Renacimiento, los funerales papales llegaron a ser majestuosos y cargados de simbolismo político. Pero en el último siglo, especialmente tras el Concilio Vaticano II, se ha buscado un equilibrio entre solemnidad y sencillez.
Hoy, el funeral de un Papa es una ceremonia profundamente espiritual, abierta al mundo y con una carga emocional que trasciende fronteras.
El velatorio: tres días de oración con el pueblo
Una vez confirmada oficialmente la muerte del Papa por el Camerlengo (el cardenal encargado del procedimiento), el cuerpo es preparado y vestido con vestiduras papales: sotana blanca, estola roja y capa pluvial.
Primero se vela en privado en la Capilla Clementina, y luego se traslada a la Basílica de San Pedro para el velatorio público que dura tres días. Allí, miles de fieles y peregrinos hacen fila para despedirse.
Durante ese tiempo se reza continuamente el Rosario y otras oraciones, en un ambiente de recogimiento y respeto. Este velatorio es tanto un homenaje como una vigilia de fe.
El funeral: al noveno día, la misa de despedida
El funeral del Papa se celebra normalmente nueve días después de su fallecimiento, siguiendo la antigua tradición de los novemdiales, que son nueve jornadas de misas y oración en su memoria.
La misa se realiza en la Plaza de San Pedro, presidida por el Decano del Colegio Cardenalicio (si la sede está vacante), y concelebrada por centenares de cardenales y obispos. Es una ceremonia que combina el rito romano clásico con momentos de intensa emotividad, como el canto del Libera me, Domine y el responso final.
Después de la misa, el cuerpo del Papa es enterrado en las Grutas Vaticanas o en el lugar que él haya indicado antes de su muerte. El ataúd es triple: uno de ciprés (humildad), otro de plomo (permanencia) y otro de madera noble (dignidad).
El luto: más que un protocolo, una espera con esperanza
El Vaticano entra en luto oficial durante nueve días, lo que incluye:
Banderas a media asta.
Suspensión de audiencias y eventos oficiales.
Destrucción del anillo del Pescador (símbolo del fin del pontificado).
Limitación de las funciones de gobierno durante la sede vacante.
Aunque no existe un “luto obligatorio” para los fieles, sí se invita a orar por el alma del Papa y a acompañar espiritualmente este momento de transición. La Iglesia se prepara, al mismo tiempo, para recibir al próximo Sucesor de Pedro, elegido en el próximo Cónclave.