CULTURA
"La última función": 30 años del incendio del Gran Teatro del Liceo
El empuje de los artistas y de la sociedad civil consiguió que 5 años después el Liceo resurgiera.
Barcelona - Publicado el - Actualizado
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Hicieron falta solo tres horas para que las llamas derrumbaran uno de los teatros más emblemáticos del país.
A las once y media de la mañana, una chispa generada por el soplete con el que dos soldadores hacían tareas de mantenimiento generó un incendio que redujo el teatro a cenizas. La inmensa columna de humo se vio desde toda Barcelona.
Las labores de soldadura fueron las responsables del incendio
Los operarios, que trabajaban en el escenario, no se dieron cuenta de que unas chispas caían en el enorme sótano de madera, donde se guardaban los decorados.
Según la reconstrucción del incidente que hicieron los Bomberos de Barcelona, el fuego pasó desapercibido hasta hora y media más tarde, cuando el humo empezó a hacerse perceptible.
Sin embargo, las llamas ya se habían extendido por los canales de ventilación hasta el techo y pronto se propagaron en el telón. Cuando llegaron los Bomberos, el Liceo se había convertido en una pira gigante y ya no había nada que hacer.
Los bomberos no acudieron de inmediato porque los operarios intentaron apagar el fuego por sus propios medios antes de dar la alerta. Y cuando llegaron, a las 11:12h tuvieron que enfrentarse a un cúmulo de inconvenientes.
(ESCUCHA AQUÍ LA ENTREVISTA AL BOMBERO JOSEP GALLARDO, TESTIGO DIRECTO DEL INCENDIO)
Madera, barnices, telas y pinturas convirtieron el recinto en una colosal falla. La presión con la que llegaba el agua a las mangueras propias del Liceo era claramente insuficiente.
Por suerte, ese día no actuaba ningún artista. Si no, habría sido una gran tragedia más de lo que ya fue.
Hubo excepciones
El fuego destruyó el escenario y la sala del teatro, pero quedaron intactos algunos espacios emblemáticos como el Salón de los Espejos o el vestíbulo. También se salvaron el Conservatorio y el Círculo del Liceo.
Mantener la estética original
La recuperación del Liceo supuso la construcción de un edificio nuevo, mayor y adaptado a las necesidades técnicas de un teatro de ópera actual. Eso sí, quiso mantenerse la estética original.
Fue un proyecto de los arquitectos Ignacio de Solà-Morales, Lluís Dilmé y Xavier Fabré, que culminaba el proceso de trabajo que se había desarrollado desde 1988 para condicionar el teatro.
Con el objetivo de ampliar las instalaciones, la reforma iba acompañada de un plan urbanístico que implicó la demolición de fincas de la Rambla y de las calles de Unió y de Sant Pau, con la consiguiente marcha de los vecinos que allí vivían.