Costalero por un día: COPE de la SIERRA 'se cuela' entre los cofrades que empujan La Piedad de San Lorenzo

Vivimos desde dentro el verdadero espíritu de la Semana Santa de San Lorenzo de El Escorial, Fiesta de Interés Turístico Regional, con una cofradía que cumple 75 años este 2023

Costalero por un día en la Procesión de la Piedad en San Lorenzo de El Escorial

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

5 min lectura

Una hora antes de su partida, las nueve de la noche, la plazoleta de la Capilla de Nuestra Señora del Rosario es un hervidero. Por ella pasan a un lado y a otro mujeres de mantilla, señores con pinganillos y padres de la mano de hijos nerviosos con su primer capuchón.

La Piedad de San Lorenzo de El Escorial cumplió este martes, 4 de abril, su 75 aniversario de desfiles por San Lorenzo de El Escorial.

Cada Martes Santo recorre la calle Juan de Toledo -una de las arterias principales del municipio- desde su Barrio del Rosario.

Previo a la salida

Previo a la salida

Después, el peregrinar transita por las calles céntricas hasta llegar a la Parroquia de San Lorenzo. Desde allí, el Viernes Santo y junto al resto de imágenes que forman parte de la Semana Santa sanlorentina, Fiesta de Interés Turístico Regional, irán en procesión a la Basílica del Monasterio.

El carro con la imagen de La Piedad es empujado normalmente por seis personas más una que conduce. En este caso, somos siete. Julio, el octavo, es el encargado de llevar el volante y los frenos de un carromato un tanto artesano.

"Al final es tener agilidad y entender las indicaciones que dan desde fuera", cuenta Julio, a sus treinta y alguno, lleva toda la vida formando parte de esta hermandad. Una tradición de padres a hijos. Y también de primos a primos. Para muestra, un botón: cuatro de las personas a las que acompaño, incluido el conductor, son primos.

A Julio le guía desde fuera Nacho, Jefe de Paso, que son los ojos de todos los que vamos bajo un carro con unos faldones laterales que apenas dejan respirar dentro.

Entre quienes empujamos a La Piedad está Luis, gurriato de pro, que lleva años "sin estar activo dentro de la Cofradía". La muerte de su padre, que fue uno de los hermanos mayores, le dejó tocado anímicamente para realizar algo que habían compartido durante toda la vida. Su vida. Sus vidas. Pero este Martes Santo era un día especial porque su hijo de 7 años le había pedido procesionar por primera vez y así lo hizo. Por ello, Luis decidió volver debajo del carro tiempo después "para que siga presente la tercera generación".

Con las cuestas arriba, la ropa empieza a sobrar y se ven costaleros en manga corta.

Pueblo volcado

En la calle Juan de Toledo, dos paradas de la imagen. La primera de ellas a la altura de la Escuela de las Hijas de Santa María de Leuca quienes honran a la imagen con una saeta. 350 metros más arriba, el parón se hace en el Colegio Concepcionistas donde algunos alumnos han preparado una canción a la Virgen. En este cruce, observamos a centenares de personas que hacen ver que la de La Piedad es una de las imágenes más queridas del municipio.

"Es una imagen que muestra mucha ternura, la de la Virgen con su hijo yacente en sus brazos", nos dice Diego, secretario de la Cofradía.

La música de la Procesión la ponen dos bandas. Más adelante de nuestro paso, la encargada es la Banda de Tambores La Vieja Guardia que marca el paso a un cristo crucificado que algunos hermanos llevan en andas. A nuestra imagen, le ponen música las cornetas y cajas de la Junta de Cofradías.

El adoquinado de la calle Juan de Leyva de San Lorenzo así como el de la calle del Rey, hacen un poco más complejo el empujar el carro. "Vamos, chicos", es lo que más se oye debajo de la imagen.

Ahí, todos a una hasta que, desde fuera, se da la orden de 'bajar la cruz'. El paso cuenta con un curioso mecanismo que hace que la cruz se suba y se baje para evitar que choque con las ramas de los árboles o los cables más bajos.

En lo que habitualmente es la "zona de copas", nueva parada. Allí, una vecina de las de toda la vida, entrega su voz con una saeta que emociona a los de dentro y a los de fuera. Los de dentro, aprovechamos para beber agua. Los de fuera, aplauden a raudales y con el respeto que se merece una garganta así.

Por delante, el último empujón: la cuesta de la calle de Las Pozas. Una cuesta en la que empieza a notarse el cansancio de las cerca de tres horas que dura este peregrinaje, en un espacio reducido y con poca capacidad de movimiento. Los más altos se han colocado en el centro del carro, puesto que al estar situada la imagen sobre ellos tienen unos centímetros más que les permiten ir un poco menos agachados.

Tras los últimos tirones, La Piedad entra en la Parroquia al son de la Marcha Real.

El recibimiento

El acceso a la iglesia de la imagen es uno de los momentos más espectaculares que se pueden vivir desde las rendijas de dentro. Es la Parroquia ahora un espacio en el que no cabe un alfiler, con cientos de personas vestidas con su hábito granate, su capuchón azul y su cíngulo blanco.

El silencio hasta llegar al altar solo queda roto por las leves indicaciones para que llegue el carro hasta allí. Tomamos aire fuera de él mientras se celebra una breve bendición. Todos los cofrades, conocidos y no, se acercan para agradecernos el esfuerzo a quienes hemos sido costaleros.

El Padre Miguel, en sus palabras al pueblo de San Lorenzo, también se acuerda tanto de las personas que han cargado el cristo en andas como quienes hemos ido debajo de la Virgen. El último guiño, para los niños, "por ser unos campeones", dice, y es que han sido más de 180 minutos procesionando en silencio.

Llegada a la Iglesia

Llegada a la Iglesia

Al concluir las palabras religiosas y con el templo algo más despejado, los más devotos se hacen fotos con La Piedad. Son instantáneas familiares, para el recuerdo, amistosas, de fe. A La Piedad le quedan aún unos metros de camino que son los que recorremos, marcha atrás muchos de ellos, hasta dejarla descansando en un garaje de la parte inferior de la iglesia donde se encuentran todos los pasos que procesionan este Viernes Santo.

Salimos de forma definitiva del espacio que hemos compartido las últimas horas y nos esperan con una cerveza fría y un bocadillo de jamón que sabe como un tres estrellas Michelin. "¿Qué tal ha ido la experiencia?", me preguntan muchos. Todos, diría. "Fantástica, por el trato y por lo que significa", repito agradecido a unos y a otros.

Antes de irme, Diego, secretario de la Cofradía, me invita a formar parte de La Piedad de ahora en adelante. Que cuenten con ello.

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