Los malos hábitos alimenticios elevan los casos de gota: ya afecta a casi al 5% de los hombres
La enfermedad tiene un diagnóstico y tratamiento preciso, curándose en cualquiera de sus estadios, aunque preferentemente debe tratarse desde su diagnóstico
Madrid - Publicado el - Actualizado
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La gota es el tipo de artritis más frecuente en hombres adultos. Sus características generales incluyen intensa inflamación articular y en caso de no ser adecuadamente tratada, puede dañar las articulaciones o generar insuficiencia renal.
La gota es un factor de riesgo no menor para enfermedad coronaria y otras consecuencias de la arterosclerosis, como episodios vasculares cerebrales. En España afecta a un 4,55% de los hombres (muy excepcional antes de la pubertad) y al 0,38% de las mujeres.
En todos los países donde se ha analizado, “su frecuencia va en aumento al relacionarse con hábitos alimenticios menos saludables que se han ido imponiendo, sin embargo, su diagnóstico preciso es posible y habitualmente fácil, siendo una enfermedad curable”, como así lo explica el Dr. Eliseo Pascual, reumatólogo del Hospital Vithas Medimar.
Los cristales se forman como consecuencia de niveles elevados de ácido úrico en sangre, frecuentemente asociados al llamado síndrome metabólico [obesidad especialmente abdominal, hipertensión, diabetes o prediabetes, elevación de los triglicéridos y disminución del colesterol HDL (el bueno)] relacionado con los hábitos alimentarios excesivos y la vida sedentaria. La toma de diuréticos también eleva el ácido úrico en sangre.
Ataques de gota
Habitualmente la gota comienza en el pie, ya sea en la articulación de la base del primer dedo (podagra) o en todo el empeine; en ocasiones se han tenido previamente molestias en manos o pies que pueden haberse tomado como pequeños esguinces. También se afectan los tobillos, el tendón de Aquiles en su unión al talón, rodillas, codos, muñecas o 2º o 3er nudillos de las manos y, ocasionalmente, otras articulaciones.
Pueden ocurrir ataques en más de una articulación y acompañarse de fiebre simulando un cuadro infeccioso. Tras varios años de enfermedad, pueden formarse unos nódulos (llamados tofos) más o menos duros, frecuentes en codos, pero también alrededor de otras articulaciones.
Durante los ataques de gota la inflamación es intensa y muy dolorosa, se acompaña de hinchazón y enrojecimiento de la piel.
“Ocasionalmente se inflama más de una articulación a la vez. Cuando se afectan articulaciones grandes – como la rodilla – o varias a la vez puede cursar con fiebre y simular un cuadro séptico. Tras varios años de enfermedad, pueden formarse unos nódulos (llamados tofos) más o menos duros, generalmente en codos, pero también alrededor de otras articulaciones”, explica el especialista.
La aparición de tofos indica que el paciente gotoso no ha sido tratado, o que ha sido insuficientemente tratado. “La gota llamada crónica es consecuencia de falta de tratamiento, tratamiento inadecuado o falta de cumplimiento del tratamiento por el paciente, y esto es lo que debemos evitar”, añade. Entre ataques y en fases asintomáticas persiste una ligera inflamación asociada a la presencia de los cristales.
Gota, arteriosclerosis y enfermedad coronaria
“Es esta inflamación continua y persistente – aunque asintomática – la que favorece la arteriosclerosis explicando la asociación a la gota de enfermedad coronaria – incluyendo infartos de miocardio -, accidentes cerebrovasculares e insuficiencia vascular en las extremidades. También se ha apreciado en ocasiones una disfunción eréctil (erecciones más débiles) atribuida a arteriosclerosis de las arterias que aportan la sangre al pene”, comenta Pascual.
Tratamiento
El objetivo del tratamiento de la gota es la eliminación de los cristales, ya que sin ellos desaparece la posibilidad de ataques y la inflamación en articulaciones asintomáticas que ya no los tienen; la gota es tratable en cualquiera de sus estadios.
Requiere un tiempo prolongado y proporcional al tiempo pasado desde el primer ataque, ya que, a más tiempo de evolución, más cristales formados. Los datos que ya existentes indican que, con la desaparición de los cristales, además de desaparecer los ataques, los riesgos asociados a la gota se minimizan y llegan a desaparecer.
“Preferentemente debe tratarse desde su diagnóstico porque es el momento en que el depósito de cristales es menor – si esperamos se irá aumentando y por tanto tardará más en eliminarse, y los riesgos asociados a la gota se habrán sufrido solo un tiempo limitado y no es sensato vivir con unos riesgos que son evitables” concluye el doctor.