El obispo de Segorbe-Castellón recuerda que "Jesús, el Nazareno, es el centro de la Semana Santa"

Monseñor Casimiro López Llorente dedica su carta dominical en este Domingo de Ramos al inicio de la Semana Santa

Celebración del Domingo de Ramos en Castellón de la Plana

Diócesis de Segorbe-Castellón

Celebración del Domingo de Ramos en Castellón de la Plana

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El obispo de la diócesis de Segorbe-Castellón, monseñor Casimiro López Llorente, habla en su carta dominical de la Semana Santa en la que ya estamos inmersos:

"El Domingo de Ramos comienza la Semana Santa, la semana más grande e importante del año para la Iglesia y para los cristianos. La llamamos ‘santa’ porque está santificada por los acontecimientos que conmemoramos en la liturgia y mostramos en las procesiones: la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Jesús, el Nazareno, es el centro de la Semana Santa, verdaderamente cristiana. 

El Domingo de Ramos recordamos la entrada de Jesús en Jerusalén aclamado con vítores por una multitud de gente humilde y sencilla. El Jueves Santo, en la Misa vespertina, evocamos la última cena de Jesús con los Apóstoles en la que instituyó los sacramentos de la Eucaristía y del Orden sacerdotal, y nos dejó en testamento el mandamiento nuevo del amor fraterno. El Viernes Santo contemplamos la pasión y muerte de Jesús en la Cruz, la expresión suprema del amor entregado hasta el final para el perdón de nuestros pecados. El Sábado Santo es un día de silencio junto al sepulcro del Señor, esperando su resurrección que la Iglesia celebra en la Vigilia Pascual con cantos de alegría y de acción de gracias. La alegría por la resurrección del Señor llena el Domingo de Pascua. Al celebrar estos acontecimientos, la Iglesia se santifica, se renueva y se convierte en signo de Vida y de Esperanza. 

Los cristianos estamos llamados a vivir esta Semana con fe y recogimiento interior. Los acontecimientos que celebramos estos días han calado hondamente en la religiosidad cristiana de nuestro pueblo. Las Cofradías de Semana Santa son un buen ejemplo. No podemos dejar, sin embargo, que todo quede reducido a tradición, a expresión cultural, a evento turístico o a los bombos y tambores. Con frecuencia da la impresión de que se está perdiendo de vista el sentido genuino de la Semana Santa. Esto ocurre, por ejemplo, cuando la atención se centra en los bombos y tambores, cuando nuestras procesiones se separan de las celebraciones litúrgicas, o cuando las procesiones no son ya expresión de una fe viva en Cristo Jesús, que padece, muere y resucita. 

Los acontecimientos que celebramos estos días no pertenecen sin más al pasado. Todos somos destinatarios de la historia de la Salvación que acontece en la pasión, muerte y resurrección de Jesús. El Nazareno padece y muere por nuestros pecados y los pecados de nuestro mundo. Jesús sigue cargando con nuestro mal y con el sufrimiento que causan nuestros pecados a tantas personas. Jesús nos ofrece el perdón de Dios que nos llega en el sacramento de la Penitencia. Jesús resucita para devolvernos la Vida de Dios, que es fuente y motor de vida y de fraternidad, de sanación y de reconciliación, de justicia y de paz entre los hombres y los pueblos, y garantía de nuestra esperanza".

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