ESTILO DE VIDA

¿Por qué no funcionan las dietas?

Susana Ollero te lo cuenta en la sección 'Saludable' del magazine 'Mediodía' presentado y dirigido por Carles Villeta

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Hacemos mil dietas y parece que ninguna funciona: la paleo, la macrobiótica, la ceto, la disociada, la sopa de cebolla, la del jarabe de arce... empezamos, todo son prohibiciones, no conseguimos resultados rápidos, sentimos ansiedad, luego culpa, si nos la saltamos, nos cansamos, la dejamos y vuelta a empezar.

¿Por qué no funcionan? Porque están basadas en alimentos prohibidos. Y lo primero que tienes que saber es que todos los alimentos son buenos: pasta, pan, patata... Además, las dietas están pensadas para hacerlas durante una temporada... ¿qué pasa cuando se acaban? Que volvemos a nuestras antiguas costumbres.

¿Cuál es la clave? Sumar y no restar. Introducir nuevos alimentos al día a día. No sacar nada. Sólo meter alimentos más nutritivos que nos gusten, que nos atraigan, que les guste a nuestro paladar.

Por ejemplo: en frutas y verduras, si nos gustan más las naranjas o el pimiento verde: los metemos en nuestra rutina semanal.

Si nos gusta la pasta: introducimos pasta más nutritiva, la que está hecha con el grano entero, la integral, o la que está elaborada a base de legumbres, como las lentejas o los garbanzos.

Si nos encanta el pan: compramos el de grano entero, el integral, o de cereales de calidad, que no suelen inflamar tanto como el trigo, como el centeno, espelta, trigo sarraceno, que no es un cereal y sienta fenomenal.

Si nos vuelve locos el dulce: podemos meter alimentos más saludables que son dulces de por sí, como el dátil, el plátano, el boniato o la cabaza.

Poco a poco se nos irá acostumbrando el paladar y no nos engañaremos a nosotros mismos con alimentos que no nos gustan. Y así, sin darnos cuentas, iremos cambiando nuestra forma de comer, sin dietas, sin restricciones.

La segunda clave que debemos saber es que la cantidad influye. Lo que comemos nos da energía para vivir: para pensar, movernos, hacer deporte, llevar a los hijos al colegio... Así que, si metermos mucha energía a nuestro cuerpo y no la quemamos, nos sentiremos más pesados y se acumulará. Y al contrario: si metemos poca energía, no tendremos fuerza para hacer nada.

Lo mejor es escuchar a nuestro cuerpo y no ponernos a contar calorías. Si hemos metido más nutrientes de lo que vamos a quedar, ese día hacemos más ejercicio, nos movemos más: subimos andando las escaleras a casa, volvemos andando del trabajo... lo mejor: introduzcir poco a poco en nuestra semana el deporte. El que más nos guste.

Tercera clave: si comemos de forma equilibrada y hacemos las paces con la comida y no la vemos como el 'enemigo', no tendremos que hacer sacrificios sociales. Podremos salir con los amigos a cenar, ir a bodas, irnos tranquilos de vacaciones...

Podremos comer lo que queramos, porque lo haremos con cabeza, y si nos pasamos, al día siguiente, volveremos a comer como lo hacemos siempre. Comer de forma saludable se convertirá en nuestra forma de alimentarnos para siempre.

Cuarta clave: habrá momento malos, tendremos menos fuerza de voluntad, nos cambiaremos de trabajo, se nos juntarán varias bodas con el verano, pasaremos una enfermedad, estaremos más preocupado por la salud de un familiar...No hay que preocuparse, porque, como en la anterior clave, siempre podremos volver a nuestra forma de alimentarnos de antes.

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