La historia de Joseph George Gama: De Tanzania a Milladoiro para ejercer el sacerdocio

Joseph George Gama siempre fue una persona vinculada a la iglesia en su lugar de origen, Tanzania, así que su vocación no fue repentina: “fue a lo largo de la vida, desde pequeño ayudaba en mi parroquia, al sacerdote, hacía de monaguillo…” Cuando terminó sus estudios de bachillerato, fue su párroco quien lo invitó a seguir formándose en el seminario y “fui descubriendo la vocación”.

Hoy en día Joseph tiene 49 años y en 2003 fue la propia Diócesis de Santiago la que se ofreció a formar a varios seminaristas de Songea, donde él vivía, así que no se lo pensó. Vino a Compostela y estudió durante cuatro años en el Seminario Mayor.

En el año 2006 el entonces Arzobispo de Santiago, Monseñor Julián Barrio, lo ordenó diácono. Joseph regresó a África y allí fue ordenado sacerdote, pero regresó a España para culminar su formación superior y se licenció en Teología.

Songea está a 10.000 kilómetros de distancia de la parroquia de Milladoiro, en el concello coruñés de Ames, pero, a juzgar por las palabras de Joseph, él se siente en casa: “Aquí todos los feligreses me acogieron con mucho cariño. Los gallegos sois muy buenos”.

Si bien, tuvo que adaptarse porque el choque cultural fue importante: “El idioma lo dice todo… allí hablamos suajili, que no tiene nada que ver con el español… las comidas, las tradiciones… el choque fue brutal”.

A pesar de las diferencias, aquí reconoce que no tuvo problemas con nadie. Ahora mismo trabaja en la parroquia de Milladoiro y también en el Concello de Teo y alrededores. Sus tareas día a día las realiza mano a mano con el párroco José Manuel Guldrís, a quien está muy agradecido por la acogida.

Joseph nos explica que él cantaba en su parroquia, en Tanzania. Asegura que no es profesional, pero nos cuenta que el canto forma parte de las celebraciones litúrgicas en su país: “Una misa en mi pueblo, una normal de domingo, dura de una hora y media hasta las dos horas. Se hace de todo, se canta, se baila… y nadie mira el reloj”. Nos relata entre risas.

A pesar de todo, Joseph está muy a gusto aquí y es que la fe no conoce fronteras.