Una cena solidaria de Navidad en Santiago, tesis universitaria fin de carrera

Un voluntario en la cocina del Albergue Juan XXIII dedica su trabajo de licenciatura en Comunicación Audiovisual a poner en valor la labor de las personas migrantes.

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Taro prepara su tesis en Comunicación Audiovisual sobre el voluntariado en el albergue Juan XXIII

Patricia Iglesias

Santiago - Publicado el - Actualizado

5 min lectura

La cena de Navidad del albergue Juan XXIII será doblemente especial este próximo 20 de diciembre. Será momento de arropar a los usuarios de la institución, la mayoría personas sin hogar, y además va a quedar recogida en un fotorreportaje de fin de carrera de uno de los voluntarios de la cocina.

Taro Kioke es un joven de Perú que colabora aquí prácticamente desde que se vino de su país hace tres meses. En el voluntariado en la cocina ha conseguido, primero sentirse acompañado en un lugar donde no conocía a nadie, pero además, materia prima para su tesis: "el título del trabajo es Nosotros, los otros. Es debido a que todas las noches se sube comida, se sirve...pero no se sabe quién la prepara, qué historias hay detrás, cuántas cosas han pasado desde las cuatro de la tarde hasta las siete de la noche para que esa comida llegue caliente".

Taro cuenta al pie de los fogones del albergue que desde que llegó a Santiago se le abrieron muchas puertas para su trabajo como artista audiovisual: presentó un cortometraje en la USC, está preparando también un libro y cita a un "director lindo,Tarantino" para asegurar que “como director, está buscando a las personas para el trabajo que tiene en mente”, poner en valor el trabajo de las personas migrantes. Y explica que "sabemos que nosotros tenemos una situación complicada, pero hay otros que la están pasando peor, nosotros, con el poco tiempo que tengamos y las muchas ganas que tenemos igual, venimos y hacemos las cosas... y eso me llama demasiado la atención".

CENA DE NAVIDAD CON SIETE SABORES

Los protagonistas del fotorreportaje de Taro serán sobre todo los dieciocho voluntarios que tiene en estos momentos la cocina, y también lo que prepararán para el día 20, platos de sus distintos países de origen: Argentina, Uruguay, Perú, Venezuela, Guatemala, Marruecos y Ecuador.

María José Cerneira es integradora social en Juan XXIII: aunque no está cerrado todavía el menú, sí nos cuenta que "cada uno va a preparar una propuesta salada y una dulce y algún tipo de bebidas que ellos realicen, pero no alcohólicas...Va a depender de los ingredientes con los que contemos, pero para esta cena especial el centro suele hacer gasto, si necesitamos algún producto, asumen ese gasto".

A diario, la cocina del albergue sirve una media de 40 cenas para personas que pernoctan allí y también para otras que se acercan sólo para poder tomar platos calientes y variados. En la cena navideña, el número de comensales se incrementa: se juntan a la mesa alrededor de un centenar de comensales, porque también se suma más gente que colabora con la institución, y la comunidad franciscana.

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Marianela y José son voluntarios en la cocina del albergue Juan XXIII desde que llegaron a Santiago

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VOLUNTARIADO EN EL ALBERGUE: UNA AYUDA DE DOBLE DIRECCIÓN

Fue sobre todo en pandemia, cuando hubo que buscar una solución a las personas sin hogar que tenían que permanecer recluidas en el albergue, cuando se hizo imprescindible poner la cocina a pleno rendimiento. El boca a boca funcionó a la perfección y la buena experiencia de unos voluntarios fue llamando a otros

José es un joven guatemalteco, en estos momentos de los veteranos, con seis meses colaborando habitualmente en la cocina y el servicio de cenas. Sigue estudiando mecánica, como en Guatemala, pero viene a echar una mano siempre que puede, porque me cuenta que en su caso, le supone una doble ayuda. "Hay buen ambiente, me gusta estar unido al grupo... porque no conocía a nadie cuando llegué, solo a mi tía que fue quien me trajo... Y además, incluso una ayuda de alimentos, que también los podemos llevar nosotros"

Cuenta que le gusta preparar sobre todo las pastas y ensaladas, pero si hace falta, también postres. Espera encontrar aquí un trabajo como mecánico, pero que siempre que pueda, asegura que volverá a ayudar al albergue.

La cocina del albergue se surte de aportaciones del banco de Alimentos y los donativos que reciben

Junto a Jose, cortando verduras para acompañar un pescado al horno, está Marianela. Es una profesora de Geografía e Historia jubilada en Venezuela. Ella llegó al albergue por su hijo: "él tiene acá para dos años... y me contó el trabajo que aquí se hacía, la ayuda a la gente que no tiene un techo... y a mi me gusta mucho trabajar en cocina, tengo esa vocación, así que le dije, papi...lo primero que voy a hacer es ofrecerme de voluntaria en el Juan XXIII"

No quiere estar mano sobre mano en casa, así que mientras no le sale un trabajo, colabora en el albergue, y confía en que esto sirva también para abrirle puertas como cocinera: "porque me gusta mucho, indiscutiblemente como cocinera, me fascina y además tengo buen sazón!"

El deseo de Marianela no es descabellado como explica la integradora social del centro, María José: en su despacho muestra con orgullo fotos con alguna de las personas voluntarias en su día en el albergue y que ahora están al frente de fogones de varios restaurantes compostelanos: "tenemos tres jefes de cocina que salieron de aquí, y la verdad es que la práctica fue toda en el voluntariado de la cocina del albergue, porque es un modo de integrar también a las personas laboralmente". "Se integran con otras personas y aprenden también la actitud que hay que tener en cocina...y poco a poco cada uno va asumiendo responsabilidades y nosotros vamos cediéndoles cargo, para que sean autónomos, hagan ciertas tareas, como la limpieza y la desinfección de la cocina... todo lo que se requiere".

Más allá de esas imágenes de los ex voluntarios ahora con chaquetilla, María José agradece también que muchas de las personas que han conseguido un trabajo gracias al albergue, sigan siendo voluntarias. "Tenemos alguno que lleva ya tres años con contrato laboral y vuelve cada Navidad o incluso cuando tiene sus vacaciones, se viene aquí a dar apoyo. Cala tan hondo el voluntariado que no son capaces de dejarlo". Y añade: " porque todo el que ha sido voluntario, sabe que se recibe más de lo que se da"

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18 personas colaboran como voluntarias en la cocina del albergue Juan XXIII

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