Los gallegos ante el 18-F
Marisol, jubilada de A Coruña: “Hay mucha gente mayor que no puede salir de casa”
Con 74 años, esta vecina de Monte Alto disfruta más ahora que a los 25. Tengo esa inquietud que antes no tenía
Coruña - Publicado el - Actualizado
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En Galicia hay casi 488.000 personas jubiladas. Marisol es una de ellas. Aunque no lo aparente, esta coruñesa pasa de los 70, y no lo quiere ocultar. “74 años”, dice muy orgullosa siempre que se le pregunta su edad. Su entusiasmo es contagioso y su actitud ante la vida, muy lejos del conformismo. Quedamos con Marisol en el Restaurante Finisterrae de Monte Alto, el barrio donde vive, al pie de la Torre de Hércules.
“Mi día a día es muy tranquilo”, dice. Aunque la tranquilidad que entiende Marisol no significa, ni mucho menos, que vea la vida pasar como una cuenta atrás. Todos los días baja a desayunar a una panadería debajo de su casa a leer los periódicos. “Hay mucha gente que va a diario como yo y hemos logrado una gran familia”. Después del desayuno, va a “caminar un poquito”, hace el trabajo de casa (“tengo que atender a mi gatita”) y luego va a comer con una de sus dos hijas.
No perdona la siesta, “no puede faltar”, y todos los martes, jueves y viernes, va a ensayar a la Escola Galega de Teatro Musical. “Estoy muy contenta”, reconoce. “encontré esta escuela con gente muy joven y ahí me quedé”. Ya ha participado en dos obras de teatro y el año pasado, cuenta, “ganamos el Concurso de Carnavales”. “Yo sabía que cuando me jubilara iba a hacer muchas cosas que no había hecho antes. Sabía que no me iba a aburrir. Y a veces hasta no me da tiempo hacer todo aquello que quiero hacer”. Hasta ha dirigido y rodado una película con el móvil en otra actividad, De Mayor Crea. “Muchas veces se piensa que los medios tecnológicos están vetados para la gente mayor” y en la entidad le cambiaron la perspectiva a pensar“caramba, pues aún valgo para hacer muchas cosas”.
Una vida dedicada a los demás
Marisol es el ejemplo de que la vida personal no termina con la laboral, al contrario. Siempre se dedicó a los demás. Se casó muy joven y tuvo su primera hija en Londres. De pequeña “ya soñaba con tener una casa donde recogía personas mayores” y, cuando volvó a España, en un centro de día, cuidando a personas con Alzheimer. “El trabajo era muy duro”, recuerda, y “salía tan cansadita de trabajar que me iba para casa, no tenía opción ni ganas de salir a ningún sitio porque había que descansar, al día siguiente había que ir a trabajar”.
Al desgaste de la jornada laboral tenía que sumar el agotamiento personal y de su propia enfermedad: la fibromialgia. “Lo llevaba muy mal porque me sentía muy cansada, dolorida”. Y a esto hay que añadir la nebulosa mental. “Me decían: mira, lleva esto a tal sitio y a mitad de camino me olvidaba de lo que me habían dicho”. O, cuando leía un libro, “leías una hoja, dos hojas y tenías que volver atrás porque no entendías lo que habías leído”:
En la enfermedad, también tejió alianzas. Fue presidenta de ACOFIFA, la asociación coruñesa de Fibromialgia y llegó a encabezar la Red Española de Fibromialgia. “He ido al Parlamento Europeo cantidad de veces para pedir que el dolor se considerase enfermedad”. “Fue una experiencia muy válida”, afirma orgullosa. Hoy en día, “estoy con otras cosas, un poco más enfocada hacia mi persona”.
Y un pilar fundamental son sus hijas y su nieta. “No puedo pedir más. Las adoro, la verdad. Participamos en muchas actividades juntas, viajamos juntas…” El apoyo es mutuo: “ellas lo pasan muy bien conmigo y yo lo paso muy bien con ellas”. Confiesa que ahora disfruta más que de joven y que con 25 años le gustaría haber sabido “todo lo que estoy aprendiendo ahora. Saber más de otros países, de sus costumbres…”. Ahora, dice, “tengo esa inquietud que antes no tenía” en medio de la vorágine laboral y familiar.
Las peticiones para el 18-F
Este 18 de febrero, Marisol tampoco se quedará en casa. Irá a votar. “Por supuesto, hay que votar siempre”, afirma rotunda. Lo fundamental que le pide a los partidos políticos es “claridad, que cumplan con lo que nos están diciendo en sus campaña”. “Si me mentís, si lo que tú has puesto en tu campaña nos has dicho, después no lo cumples, yo no te voy a votar.
A Marisol le inquieta especialmente la accesibilidad. La primera, la de los espacios públicos, como salvar escalinatas o escaleras “en muchos bares, en muchos comercios”. “Eso para la gente mayor o gente con problemas de rodilla. Es un incordio, porque sufres al subirlas y sufres al bajarlas”. Pero también reconoce estar “preocupada” porque “ hay mucha gente mayor que vive en un quinto, en un cuarto, y no pueden salir de casa.¿Por qué? Porque no hay ascensor”. Reclama a la clase política ayudas para accesibilidad y, de paso, civismo para no ocupar con coches mal aparcados las paradas de bus “ cuando paran en el medio de la calle, es un sacrificio subir al bus porque tienes mal la rodilla o porque algunas personas son muy mayores y les cuesta mucho trabajo.
Sobre la sanidad, “por supuesto, la sanidad pública”. Aunque reconoce estar “encantada” con su médica de cabecera, cree que se deberían agilizar los tiempos de respuesta. “Cuando pides una cita se tarda mucho en dártela, y para los especialistas muchísimo más”. Además, pide que continúen los cribados de prevención del cáncer “y que no se olviden de los mayores”. Recuerda que, el programa de mamografías, “después de los 70 años, ya no te llamaban.Y lo subieron a los 75 años. Me parece lógico. A ver si a partir de los 70 ya no te puede pasar nada, ¿no?”.
Otra cuestión que le preocupa está relacionado con las pensiones y su actualización. “Te suben, y si pasas del baremo, que tiene estipulado con Hacienda, ya te cobran un bastón”. Una situación que le pasa a “muchos pensionistas”. “Yo me pregunto, ¿de qué nos vale que me suban el tanto por cien? Si yo paso de ese baremo, tendrán que subir el baremo”. Ella misma cuenta que “este año tuve que pagar 300 euros”, por lo que al final, cobra menos que antes “y eso lo cometa mucha gente, en realidad”.
Jubilación activa y receptiva
Echa en falta más difusión a las actividades culturales o deportivas que están disponibles para la ciudadanía, porque quedar en casa para ella no es una opción. Con su experiencia y vitalidad, Marisol lanza un mensaje a la gente mayor que piensa que ya vivió todo en la vida: “animaos, que hay muchas cosas que hacer, que aún valemos y servimos para muchas cosas, que podemos aprender mucho de los jóvenes y los jóvenes pueden aprender mucho de nosotros”.
Anima a nunca tirar la toalla: “a veces pensamos ‘no, yo eso no lo puedo hacer, yo eso no lo sé hacer. Sí, sí, tenemos que hacer eso y mucho más”. Afirma que “los jóvenes tienen que escuchar más a los mayores” pero también reconoce que “los mayores también tenemos que ser más respetuosos con los jóvenes, porque no todos son iguales. Hay jóvenes maravillosos”.