De la clínica dental a la cantina

Después de 29 años ejerciendo en Lugo como dentista, Dolores Leivas recuperó su casa familiar en Riotorto y montó una sidrería

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Dolores Leivas nos cuenta cómo dejó la medicina para montar un lagar tradicional de sidra

José Luis Ramudo

Lugo - Publicado el - Actualizado

4 min lectura

Para algunas personas la vida es una sucesión de acontecimientos que se desarrollan en línea recta, de principio a final. Otras, en cambio, por necesidad o, simplemente, por inquietud, dan en un momento dado un volantazo para cambiar de trayectoria y se arriesgan a ir por otro trazado, quizás más incómodo, seguro que mucho más incierto, pero sin lugar dudas más apasionante. Conducir una motocicleta por las calzadas de la meseta castellana puede resultar una experiencia muy agradable, pero quizás bastante menos estimulante que disfrutar de las decenas de curvas repartidas por los sesenta kilómetros de carretera que separan Lugo de A Fonsagrada.

Después de 29 años ejerciendo en su clínica dental, que ella misma puso en marcha en la ciudad de Lugo, Dolores Leivas tomó hace casi un lustro la decisión de cambiar de rumbo. Pensó que tenía que “trabajar de otra manera”, hacer algo diferente con su vida y, después de emprender varios proyectos con su marido, Manuel Eduardo López, que es arquitecto de profesión, encontró el estímulo que necesitaba en sus propios orígenes.

“Heredé unas tierras de mi familia en Riotorto, de mi padre y de mis tíos, en Espasande de Arriba. Es un sitio precioso, con una orografía muy particular. Entonces pensamos, vamos a hacer algo”, explica Dolores. Como disponían de “medios” económicos “para hacerlo”, se pusieron manos a la obra “y una cosa llevó a la otra”.

VIsta general de la Bodega Don Pedro Leivas

“Mi marido es arquitecto, pero tiene muchos hobbies. Es una persona muy apasionada, muy activa. Siempre le gustó mucho la sidra”, aclara, por lo que se plantearon recuperar la vieja casa familiar, los manzanos “y empezar de nuevo” con un “lagar”. Curiosamente, “era una idea que ya tenía en la cabeza”, antes incluso de haberse hecho cargo de la propiedad familiar.

Además de los manzanos que ya había, plantaron otros “doscientos cincuenta”, muchos de ellos “mi marido con sus propias manos”, afirma Dolores, quien también valora el hecho de que en todo el proceso contaron “con la ayuda de los vecinos”.

LA CANTINA

Ahora, después de tres años, Bodega Don Pedro Leivas, un lagar de sidra natural, produce aproximadamente unas 5.000 botellas al año. Además, su producto ha recibido ya varios premios. Pero, en realidad, este proyecto va mucho más allá y tiene también una vertiente comunitaria, con una cantina a disposición de los vecinos del lugar.

Se trataba de recuperar su propiedad, evidentemente, pero también la “aldea”. Por ello, Dolores y Manuel quisieron devolverle a la comunidad rural en la que han invertido parte de sus ahorros, mucho esfuerzo y una dosis de “ilusión” difícil de medir, algo de lo también les ha dado a ellos ese lugar.

La cantina de la Bodega Don Pedro Leivas es un lugar de reunión comunitario

“Tenemos una cantina. Es un lugar muy bonito, con paredes de piedra natural. Está abierta a la gente que quiera disfrutarla. Es un lugar comunitario. Un sitio de reunión, como se hacía antes” en las aldeas. “Un punto de encuentro para gente de la zona”, apostilló.

Además, los propietarios ofrecen “visitas guiadas” por la bodega, cuyas instalaciones están bajo tierra, así como a las fincas donde están plantados los manzanos, para que la gente que se acerca hasta Espasande de Arriba, en el el municipio de Riotorto, disfrute de una verdadera experiencia en un entorno natural incomparable.

UN PREMIO A LA SENSIBILIDAD

Precisamente, el proyecto de recuperación de la casa familiar y la puesta en marcha de la bodega acaba de recibir el accésit del Premio Juana de Vega de Intervención en el Paisaje. En este caso fue concedido a Manuel Eduardo López Vázquez y a Belinda Yepes Jiménez, del estudio lucense Kenda Urbanismo y Territorio.

Parte de la Bodega Don Pedro está bajo tierra

El jurado valoró que esta actuación puede ser modelo de inspiración en comarcas similares por su empleo de recursos naturales locales. De hecho, subraya que “en este proyecto, realizado con economía de medios, prima la acertada integración de la sidrería con la topografía del paisaje para configurar espacios a diferentes niveles, ofreciendo una percepción interesante y cromática, de texturas y de volúmenes”.

En este sentido, el jurado valoró también el respeto a las construcciones tradicionales y a la vegetación preexistente como el gran roble integrado en el cierre.

Dolores reconoce que ella y su marido Manuel Eduardo forman un buen equipo. Cada uno en lo suyo. Al final, “la de los números siempre fue yo”, bromea, “mientras que él es el artista”.

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