A MARIÑA
Fareros, de vivir en una cárcel a desaparecer completamente
Más allá de la imagen romántica, los fareros fueron profesionales que soportaron muchas calamidades en el siglo XIX
Ribadeo - Publicado el - Actualizado
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Vivir en una cárcel, trabajar los 365 días del año, sin vacaciones, y vigilar que nunca, jamás, se apague la luz. Así era la vida del farero en el siglo XIX, cuando los faros eran elementos básicos para la navegación.
La soledad y el hambre, la tónica general. En algunos faros -recoge la historia- hubo casos de locura que derivaron en asesinatos. Así nos lo cuenta el historiador Enrique Pérez Campoamor, tataranieto del primer farero de Isla Pancha, en Ribadeo: "había casos de fareros que se volvieron locos, que también están documentados en el siglo XIX, en estas primeras etapas".
Torrero para todo
Todo lo que pasaba en el faro era responsabilidad del torrero, también los fallos técnicos que él debía reparar cuando ocurrían. Y vigilar que nunca se apagara la luz, bajo ningún concepto, si eso ocurría era motivo de expulsión del cuerpo de torreros. Era una profesión muy exigente que obligaba a ser disciplinado.
A pesar de todas las dificultades, ese trabajo para aquella época era un lujo, porque era para toda la vida. Un trabajo de funcionario, con pensión incluida... y eso no abundaba.
En extinción
A día de hoy está en vías de extinción. De hecho es el único cuerpo de la administración española que desaparece, tal como cuenta Enrique Pérez: "en toda la historia de los funcionarios del Estado, el único que ha desaparecido ha sido el de farero. De hecho, creo que en el año 1992 fue la última oposición y ya se acabó".
Ya no es necesario que un farero esté en el faro, dada la automatización y los importantes avances desarrollados en la navegación GPS. Pero en su época los faros eran considerados elementos estratégicos, de una avanzada tecnología, que había que proteger. Incluso los fareros tenían armas para defender la señal marítima.
En el día de hoy la misión del farero es más romántica que vital.