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Percebeiras, pasión y respeto hechos profesión
Mari Carmen y Coté del Río son madre e hija, marisquean en Rinlo y a ambas les une el amor por el mar
Ribadeo - Publicado el
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Trabajan cuando los demás duermen, mientras estamos cómodos y calientes en la cama ellas se enfrentan a la intemperie, las olas, el viento, la lluvia..., son las mariscadoras.
Rinlo es una lugar histórico de marisqueo en la costa de Ribadeo y allí encontramos mariscadoras de varias generaciones, como María del Mar y Coté, madre e hija respectivamente, unidas por su pasión por el mar.
Mari Carmen es la madre y ya está jubilada pero lo echa mucho de menos, para ella "ir al mar era como ir a una fiesta o a una boda... mejor".
LOS TIEMPOS CAMBIAN
Coté, la hija. Va a mariscar parapetada con traje de neopreno, escarpines, buenas redes, nada que ver con la forma en que se trabajaba antes: "nosotros lo tenemos mucho más fácil de lo que tenían mi madre y nuestras abuelas que iban de cualquier manera, con calzado y ropa normal, mandilón... yo tengo visto a mi madre ir con mandilón, de estos de cuadros que tienen las señoras en las casas".
a mariscar en bicicleta
Su madre iba a mariscar de noche y en bicicleta porque, según cuenta Mari Carmen, "mira si eramos tontas que no queríamos ir en coche porque teníamos miedo a estropearlo y mojarlo, íbamos en bicicleta de noche y casi no veíamos nada".
La zona de Rinlo no es tan peligrosa como otras de la Costa da Morte, no hay que encaramarse a los acantilados con cuerda, pero no está exenta de riesgos. Algún que otro susto se ha llevado Coté cuando fue arrastrrada por una ola: "estuve pensando, Dios muero aquí. Es que en el momento que me llevó el mar aquel día, cuando me estaba intentando agarrar a las rocas mientras estaba cayendo estaba pensando 'mierda muero aquí, y nadie se dio cuenta".
los furtivos arrasan con todo
Hay más inconvenientes, la marejada, los vientos, las cuotas... y los furtivos, con los que parece que nunca se acaba. Reclaman más vigilancia para ellos y menos para las mariscadoras a quienes constantemente les revisan las capturas "por si se pasan medio kilo".
Pero en general les merece la pena la vida en el mar y los horarios, a pesar de intempestivos, permiten conciliar mejor con la vida familiar.
Y en el mar también se viven momentos idílicos de noches estrelladas o días soleados con el mar como un plato y visitas inesperadas de delfines. Como aquel en que Coté estaba mariscando y "el mar de maravilla, un sol espléndido, ver la procesión de Tapia y pasando delfines a mi lado y dices tú 'qué bonito', porque me ha pasado".