Ni fe ni esperanza en el colectivo arbitral

Seguramente, como te ha pasado a ti, también me ha costado dormir. 

Ni fe ni confianza. Mantengo el respeto por una cuestión de decoro profesional y de educación personal. Pero reconozco que es imposible creer en un colectivo que defiende una cosa y muestra otra distinta cada vez que se juega un partido de fútbol de primer nivel.

Pasan las horas y sigo sin creerme lo que pasó anoche en el Santiago Bernabéu. Me pinchan y no sangro. No por el resultado, que podría darse perfectamente, incluso sin injerencias arbitrales. Pero tengo pesadillas con las jugadas polémicas. 

Sobre todo con el penalti. El tema del fuera de juego puede generar más controversia, lo reconozco. Si hay o no posición antireglamentaria previa, y si después hay motivo suficiente para entender que la mano de Rudiger es punible y decretar, por tanto, otro penalti a favor del Celta.

Pero lo del penalti a Swedberg es un insulto al fútbol en general y al Celta en particular. Puedo llegar a entender y, por tanto, a justificar, que el árbitro de campo no lo vea. Jugada muy rápida, en la que el jugador celeste cae de forma un tanto exagerada y lleve a dudar a Munuera Montero.

Que no entre el árbitro del VAR es una vergüenza que recordaremos durante años. Si con los tiros de cámara que tienen, los distintos planos, las secuencias en parado y en movimiento, si aun así Hernández Hernández no aprecia penalti, es que no tiene la voluntad de pitarlo. Tan triste como real.

Si el Comité Técnico de Árbitros fuese una institución transparente, ya se habría hecho público el audio de la conversación entre ambos colegiados. Como hace tiempo que viven en el oscurantismo y en la defensa permanente de lo imposible, darán la callada por respuesta. Y así es imposible creer y confiar en los árbitros. Una tarea tan difícil como respetable.

Si ganar en el Bernabéu al Real Madrid ya es una misión complicada, hacerlo 'contra doce' lo convierte en un imposible.