fútbol
Buscando un fútbol más justo seguimos perdiendo el juego
El VAR ha convertido en incomprensible el deporte cuya sencillez le hizo el más popular del mundo. El análisis de Jordi Jiménez

El penalti de la discordia de Julián Álvarez
Mallorca - Publicado el - Actualizado
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Un deporte es algo dinámico e imperfecto, se da unas normas para darle sentido y decidir qué se puede hacer y qué no, siguiendo el espíritu que creó el juego.
Si bien el fútbol es posiblemente el único deporte en el que un contendiente que haga mil méritos y demuestre su superioridad continuada en un partido no tiene por qué ser el ganador. Sabemos que a menudo el que genera más ocasiones que un rival no tiene por qué ser el ganador, se trata del acierto ante portería, y ello está sujeto al propio mérito, también al del defensor e incluso el azar.
No siempre gana el mejor, se suele decir. Es cruel e injusto muchas veces pero también esta condición impredecible ha permitido a lo largo de la historia que el pobre venciera al rico, aunque no sea fácil. Algo es popular cuando puede suceder lo que parecería imposible, cuando no es predecible. Imaginen competir sabiendo a ciencia cierta que vas a perder, quién se traga algo así.
Los que practicaban el fútbol se dieron cuenta de que aunque fuera difícil, si hacían las cosas bien eran capaces de ganar al equipo superior, por más diferencias que hubiera entre ellos. Esto lo hizo mundial y popular. También porque todo el mundo lo entendía. Un juego difícil de entender es imposible que sea muy popular. El fútbol es grande porque todos lo han jugado alguna vez, porque es simple en sus normas y todo el mundo lo puede entender.
Esta sencillez democrática sin embargo lleva un tiempo en peligro y se está convirtiendo en un juego sólo comprendido por una pequeña élite. Ya se sabe que uno de los peligros de este mundo nuestro es que una pequeña élite siga moviendo los hilos a su antojo para que los pobres ciudadanos bailen al son que ellos quieran, compremos lo que ellos quieran y nos comportemos como ellos quieran para llenarles aun más los bolsillos.
Pues bien, en el fútbol está sucediendo algo parecido, porque se está convirtiendo en un producto sólo comprensible para una pequeña élite al mismo tiempo que sigue generando beneficios para quienes lo organizan y lo complican. Cada vez más incomprensible para todos por quienes deciden un marco normativo cada vez más abundante y enrevesado. Así funciona este fútbol que nos intentan robar.
Porque nos están robando el alma del juego. Como ocurre con la agenda globalista, siempre con el propósito de nuestro bien, nos dicen también que es por un fútbol más justo. Inventaron una tecnología y la tecnología está matando el alma del juego. La tecnología del VAR venía para hacer del fútbol algo más justo decían, para permitir al árbitro equivocarse menos, para que no se produzcan injusticias históricas como un gol con la mano, en fuera de juego, el penalti claro que no vio el árbitro, etc. Ya se sabe que por un buen propósito, todos decimos que sí. Ahí está la trampa.
Si lo piensan, es una analogía con lo que está sucediendo en la sociedad, con lo que las élites pretenden: un ser humano programado y más dócil, que haga lo que ellos quieren, dónde compra, a dónde puede ir, qué tipo de coche lleva, qué tipo de dinero lleva, qué debe hacer con su salud... un ser humano sin la capacidad de decidir por sí mismo, sin esa libertad con la que nace, innegociable, libertad para pensar como quiera y para tomar sus decisiones. Pero nos dicen que es por nuestro bien. Como el VAR es por el bien del fútbol, nos repiten.
Un fútbol incomprensible.-
Lo que tenemos al final es un fútbol más incomprensible y en el que desde una pantalla se deciden cosas. Por ejemplo, viendo una y otra vez el penalti de Julián Álvarez, todavía se discute si toca con los dos pies el balón, lo que reglamentariamente anula el gol, como se decidió anoche. A Julián el resbalón no le benefició en la ejecución, es decir no se apoyó en una trampa para marcar, el reglamento quiere evitar trampas. Casi falla por dicho resbalón.
Lo cierto es que si sucede así se debe anular. Ocurre sin embargo que ese doble toque no lo había visto nadie, salvo Courtois según dijo el portero.
Se ha necesitado la tecnología para certificar que algo ha ocurrido, y aun así siguen las dudas. No es algo claro y manifiesto. Golpea con la derecha y después roza el pie izquierdo el balón, un toque casi imperceptible, pero gracias a la tecnología se anuló el gol.
Un usuario de X, Miguel Ángel Sancho, me recordaba anoche que en el penalti de Vesga en la final de Copa del Rey que ganó el Athletic al Mallorca el año pasado, sucedió lo mismo y no se invalidó. Mikel Vesga también se resbala y es aún más imperceptible si roza con el pie de apoyo que en el de Julián, no se puede asegurar si roza o no. Hay quien ve un roce del balón con el pie de apoyo de Vesga, de hecho uno de los comentaristas de Movistar aprecia un roce en el pie derecho.
Un fútbol más natural.-
Ahora pensemos qué hubiera ocurrido si no hubiera existido la tecnología, el VAR. Nadie hubiera percibido el doble toque de Julián Álvarez en el estadio porque el ojo no lo captó, todo el mundo vio un resbalón del jugador del Atlético de Madrid pero que a pesar de ello el balón entró. Es decir, gracias a la tecnología, el acierto del jugador venciendo la dificultad de un inoportuno resbalón, no ha bastado.
Algunos dirán que qué bien, no necesariamente los aficionados del equipo ganador, el Real Madrid, sino los que defienden este uso de la tecnología. Estarán satisfechos porque dirán que se ha hecho justicia. Puede ser, o puede que no. Más allá de si hizo justicia, el caso es que ahora lo que vemos en el campo no es definitorio, tenemos que esperar a lo que se decide desde una sala por alguien desde los monitores.
Seguramente a algunos les parecerá que el fútbol ha mejorado y que evoluciona para bien, que está al día con los tiempos. Puede ser. En cambio vemos un fútbol cada vez más desposeído de su alma porque se retrasa la celebración del gol, porque se vuelve para atrás en acciones anecdóticas o que habían sido imperceptibles para todos en el campo y en la grada, porque no es definitorio lo que vemos.
Y si no es definitorio lo que veamos se convierte en otra cosa en la que parece que la emoción está en lo que otros estén viendo frente a un monitor, para ver qué se nos ha escapado e interpretar qué es realmente lo que ha sucedido, no importa lo que hayan visto los protagonistas en el terreno o los espectadores que pagan todo esto.
Entonces el fútbol ya se convierte en otra cosa, en una declaración de intenciones que debe ser ratificada. Siempre por el bien del fútbol, de la justicia, de la perfección. Pensábamos que se trataba de la felicidad del juego comprensible, no de la perfección. Y así se convierte en más protagonista quien debe, simplemente, hacer cumplir las normas, que quien juega. A este paso, acabaremos yendo a celebrar en lugar de victorias o títulos, decisiones del árbitro del VAR. Ya les gustaría.