¿Por qué enterramos la sardina?
El origen, entre historia y leyenda, de esta festividad data de 1768 cuando Carlos III encargó una partida de sardinas y llegó a la capital en mal estado
Mallorca - Publicado el - Actualizado
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Hay usos y costumbres a los que estamos tan habituados que nos pasan desapercibidos y encajamos dentro de la normalidad –nuestra normalidad–, pero si te paras a pensarlos... generan cierta extrañeza. Como es el caso de la palabra 'carnaval' y su peculiar forma de terminar, con el tradicional entierro de la sardina.
Si lo piensas, despojado de contexto, el entierro de la sardina es un acto extrañísimo: un grupo de personas protagoniza un cortejo fúnebre en honor a un pescado al que darán sepultura y ponen fin a su curioso itinerario con una hoguera.
La respuesta –en la que se mezcla algo de historia, algo de leyenda transmitida de generación en generación– se remonta nada menos que al siglo XVIII, concretamente a una partida de sardinas que encargó Carlos III en 1768 de cara a la Cuaresma y que llegó a la capital en mal estado.
Víspera de Miércoles de Ceniza, del inicio de la Cuaresma, el Martes de Carnaval, enterramos la sardina. Estamos en los últimos días. En las celebraciones mallorquinas, destaca Pòrtol, pero son muchos los pueblos de nuestra isla que, de luto riguroso y con plañideras, despiden un periodo de excesos, diversión y comida, mucha comida.