HISTORIA DE PAMPLONA

Víctor Eusa, una figura clave para entender la arquitectura de Pamplona a lo largo del siglo XX

Su legado está tan presente en la ciudad que su relevancia para Pamplona (salvando las distancias) es comparable a la de Antonio Gaudí con Barcelona

Alberto Sanz

Pamplona - Publicado el - Actualizado

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Juan Echenique, autor del libro "Secretos de Pamplona" explica en COPE Navarra la historia y las curiosidades de la vida de una de las personas más influyentes en la arquitectura de Pamplona, Víctor Eusa. Su legado está tan presente en la ciudad que su relevancia para Pamplona (salvando las distancias) es comparable a la de Antonio Gaudí con Barcelona.

Es una figura clave para entender la arquitectura pamplonesa a lo largo del siglo XX. De hecho, su legado está tan presente en la ciudad que su relevancia para Pamplona (salvando las distancias) es comparable a la de Antonio Gaudí con Barcelona.

Hombre de gran formación, trabajador incansable y muy prolífico, firmó obras tan destacadas como la Casa de Misericordia, el Casino Eslava, el Seminario o el Colegio Santa María la Real-Maristas, entre otras muchas.

Le llaman “el arquitecto de Pamplona”, la ciudad que acogió la mayor parte de su obra. Aunque también dejó su huella en otras localidades de Navarra -Casa Consistorial de Lerín- y más allá de los límites de la Comunidad Foral -Gran Kursaal de San Sebastián o puente de San Jorge, en Alcoy-.

Nació el 6 de marzo de 1894 en la calle Estafeta. Estudió en la Escuela de Arquitectura de Madrid y fue el alumno más destacado de su promoción. Viajó a Francia, Italia, Inglaterra, Turquía, Egipto y Jerusalén, lo que le sirvió para completar su formación y adquirir conocimientos e influencias que le aportaron un rasgo distintivo a lo largo de su trayectoria profesional.

Nada más terminar sus estudios ganó el concurso para realizar su primera obra relevante: el Gran Kursaal de San Sebastián -no hablamos del actual, obra de Moneo, sino del anterior, que fue demolido en 1973-. Y a partir de ahí inicia su extensa producción arquitectónica, muy vinculada a su ciudad natal, especialmente edificios eclesiásticos y casas particulares.

En sus edificios mezcla tradición y modernidad, también pretende que resulten funcionales además de estéticos, y para ello maneja todo tipo de materiales, especialmente hormigón y ladrillo… Su obra coincide en el tiempo con la construcción del II Ensanche de Pamplona.

Llevan su firma Casa Uranga (avda. San Ignacio, 1922-23), el edificio de la Vasco Navarra (1924), Casa Goicoechea (Bergamín, 1924-25), la Casa de la Misericordia (1927-31), la iglesia de los Paúles (1928-30), el Casino Eslava (1931-32), el hospital San Juan de Dios (1935-43), el colegio del Sagrado Corazón (1940-42), el Monumento a los Caídos (1941-54), el Retiro Espiritual del Buen Pastor (1948-51), la iglesia de San Miguel (1950-54), el antiguo colegio de los Maristas (1951-58), las escuelas de Salesianos (1957-59) o la iglesia de Cristo Rey (1957-64).

Víctor Eusa fue arquitecto municipal entre 1937 y 1941 -sustituyó a Serapio Esparza, autor del plan del Ensanche, que fue destituido por su ideología nacionalista- y, posteriormente, arquitecto de la Diputación Foral, desde 1945 hasta 1962. No obstante, nunca abandonó el ejercicio liberal de la arquitectura.

Le gustaba enfrentarse constantemente a nuevos retos arquitectónicos. Por eso fue el autor de obras tan diferentes como la reforma del hotel La Perla (1932), el diseño del parque de la Media Luna (1935), de los jardines de la Taconera (1938-39) o el proyecto del Portal Nuevo que sustituyó al viejo puente de hierro de los años veinte (1948-50).

Otro rasgo característico de Eusa fue su profundo catolicismo, que le llevó no solo a diseñar gran número de edificios de carácter religioso, sino también a utilizar la cruz como un elemento destacado de sus edificios. El ejemplo más evidente es la fachada del edificio del Seminario o también, en menor formato, la que preside la iglesia de los Paules.

Murió en 1990, a los 96 años, dejando un legado inigualable, hasta el punto de que su vida y su obra son básicas para entender la Pamplona actual.

Termino con unas preciosas palabras de Miguel Ángel Eusa, su hijo: “Recuerdo la permanente dedicación a su trabajo: largas jornadas en el despacho y luego, el tiempo libre en casa, sentado en su sillón, ojeando revistas de arquitectura. En cualquier rincón de la casa encontrábamos papeles, sobres o periódicos llenos de dibujos. Hace años me parecía normal; ahora, con la perspectiva que da el tiempo, veo cómo esa gran vocación convirtió su trabajo en diversión, y que su diversión era el trabajo”.

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