Así fue la vida de San Fermín tras nacer en Pamplona en el siglo III (272)

Juan Echenique, autor del libro "Secretos de Pamplona" explica en COPE Navarra la historia y curiosidades de San Fermín. Así fue el recorrido del copatrón de Navarra durante su vida:

Según la leyenda, San Fermín nació en Pamplona en el siglo III (en el año 272) en una familia romana de nobles compuesta por su padre, Firmo, senador y alto funcionario de la administración romana; su madre, Eugenia; y sus dos hermanos: Fausto y Eusebia.

Firmo, su padre, y Fermín, fueron convertidos al cristianismo por San Honesto, quien había llegado a Pamplona enviado por San Saturnino con la misión de evangelizar la ciudad.

A los 17 años, el joven Fermín ya predicaba el evangelio, a los 24 años fue consagrado obispo (primer obispo de Pamplona) y a los 30 años fue enviado a predicar por varias localidades de Francia (Aquitania, Avernia y Anjou) hasta que recaló en Amiens.

En Amiens llevó a cabo una notable labor evangelizadora (convirtió al cristianismo a unas 3000 personas), lo que fue reconocido con su nombramiento como obispo de Amiens, pero se ganó la enemistad de las autoridades oficiales, contrarias al cristianismo.

Y eso le llevó, primero, a la cárcel; y más tarde, a morir decapitado el 25 de septiembre del año 303 -por eso se conmemora todos los años en esa fecha el Martirio de San Fermín-, tras negarse a poner fin a su tarea predicadora.

Tres siglos después, el 13 de enero del año 615, el obispo de Amiens, San Salvio, descubre de manera milagrosa la tumba de San Fermín en las afueras de Amiens (por eso cada año se celebra la fiesta de las reliquias de San Fermín el domingo siguiente al 13 de enero).

Los Anales del Reino de Navarra, obra del padre Moret, lo cuentan así: “El obispo de Amiens vio súbitamente abrirse el cielo y descubrió en él un trono de gran majestad del que salió un rayo de luz de inaccesible claridad que continuaba hasta tocar en la tierra”. San Salvio comenzó a cavar, con la ayuda de otros, en el lugar señalado y del lugar brotó «una fragancia celestial, como si todos los aromas se desmenuzasen allí y todas las flores respirasen», aumentando la fragancia conforme ahondaban en el descubrimiento.

Años después, en 1085, se levantó en ese lugar la iglesia de Saint-Acheul. Bajo el coro de esa abadía hay una bóveda que indica el lugar en el que se descubrió el cuerpo del santo -que fue trasladado a la catedral de Amiens, por decisión del obispo-.

Y la leyenda de San Fermín llega a Pamplona unos años después, en 1186, que es cuando Pedro de Artajona -también llamado Pedro de París, porque había estudiado allí- trajo a nuestra ciudad una reliquia del santo: un fragmento de la cabeza, que se conserva en un busto guarnecido de plata que está en la Catedral de Pamplona.

El obispo de Pamplona decidió que la festividad de San Fermín se celebrara a partir de ese año el 10 de octubre, que fue el día en el que San Fermín llegó a la ciudad de Amiens para iniciar su labor predicadora.

Y no fue hasta 1590 cuando se decidió que, a partir del año siguiente, la festividad de San Fermín se trasladara “al primer domingo del año venidero”, que resultó ser un 7 de julio. Se buscaba un mejor clima y hacer coincidir la fiesta en honor a San Fermín con las ferias y con los festejos taurinos.

¿Realmente existió San Fermín?

Hay que tener en cuenta que a lo largo de la historia la aparición de santos apócrifos es algo muy frecuente. Se trata de personajes elaborados a partir de leyendas, hechos históricos que se exageran o se manipulan o incluso que ni siquiera tienen una base real, pero cuya historia resulta atractiva para atraer a los fieles al cristianismo.

¿Fue San Fermín uno de estos santos apócrifos? No lo sabemos con total certeza. Eso sí, un arqueólogo de Amiens y varios historiadores navarros realizaron una investigación, por separado, en 1970, y ambos concluyeron que la historia de San Fermín no tiene base histórica que la sustente.

Ese grupo de historiadores navarros estaba encabezado por el prestigioso historiador Roldán Jimeno Aranguren, que aprovechó ese estudio para elaborar su tesis doctoral, en la que detalla uno a uno los numerosos datos inconsistentes en la leyenda de San Fermín.

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