Está cenando durante el atardecer en una playa de San Sebastián y se arruina todo: "Cuidado con comer"

Un día decides darte ese pequeño capricho de una velada frente al mar, pero las cosas no siempre salen bien, como le sucede al protagonista de la historia

El atardecer sobre la playa de San Sebastián

José Manuel Nieto

Publicado el - Actualizado

3 min lectura

La opacarofilia se define como el amor o pasión por los atardeceres, especialmente por el ocaso o puesta de sol. Todavía no aparece en los diccionarios oficiales, pero es posible que no tarde en hacerlo, ya que cada vez son más los enamorados. Este joven quería disfrutar de uno en la playa de San Sebastián mientras cenaba, pero algo se lo impidió.

El sol del ocaso, nos recuerda que un día hemos de morir. Probablemente, nadie contemple una puesta de sol de este modo, pero como nos enseñan las filosofías orientales y en el especial el zen japonés, la vida es el morir. Cada día el ciclo solar nos recuerda esta condición. Todo es cíclico y el sol marca con su radiancia la vida en la Tierra.

Un momento, el del atardecer, que cuando se observa desde determinados escenarios, adquiere una atmósfera especial y, sin duda, la playa es uno de esos lugares. Ver caer la noche con el mar como telón de fondo está de moda y España tiene muchísimos rincones desde los que vivir la experiencia.

Playa de Ondarreta, en Donostia-San Sebastián

Los cielos rojizos del atardecer pueden haber sido muy habituales en aquellos paisajes y en una era en la que la noche era el momento más peligroso. Probablemente, apreciar el último suspiro del día después de haber regresado a un cobijo seguro sería especialmente importante para aquellos hombres.

El atardecer

Las redes están llenas de fotografías a los cielos que se tornan de colores anaranjados y rosáceos cuando el sol comienza a ocultarse. Aunque siempre suelen salir unas estampas preciosas, es cierto que el entorno favorece o perjudica los atardeceres de diversas maneras. No es igual apreciarlo sentado en una roca con vistas al mar.

Sin duda, es precioso mirar como cae el sol en compañía de un ser querido o un grupo de amigos, celebrando el amor y la amistad. No obstante, una puesta de sol puede ser muchas cosas más. Entre ellas, esta comprensión del ocaso como un umbral entre la luz y la oscuridad, el hacer y el no hacer, la actividad y la pausa.

Cuando el sol se pone, la naturaleza no deja de sorprendernos, despertando nuestros sentidos y emociones internas. La belleza de una puesta de sol, además de templar la mente, puede abrir la puerta del corazón desde el éxtasis contemplativo. El cielo deviene un lienzo vibratorio y la imaginación de activa.

Varias personas caminan bajo la lluvia en la playa de Ondarreta

En ello, pueden tener mucho que ver las nubes, otro de los condicionantes importantes de una puesta de sol. No siempre vienen a arruinarnos la experiencia, sino a aportar filtros lumínicos que atenúan la luz o a generar ese maravilloso suspense de si el sol volverá a asomarse, antes de ocultarse en el horizonte.

Se arruina todo

Contemplar una puesta de sol es un arte, una forma de meditar, un acto romántico y también algo que puede aportarnos equilibrio emocional. Es por lo que este joven decide que era un buen momento para presenciarlo mientras cenaba, pero un invitado inesperado provoca que la cita consigo mismo en la playa de San Sebastián se arruine.

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Ver la puesta de sol de forma individual puede ser un ejercicio de conexión con nosotros mismos. Pero en ocasiones tienes que tener en cuenta que tú no estás solo en la playa y que te puedes ver sorprendido por algo como le sucede al protagonista de la historia que ha generado muchos comentarios.

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