El mejor arte español vuelve a Bilbao

La exposición "Del Greco a Zuloaga" regresa al Museo de Bellas Artes

Exposición en el Museo Bellas Artes de Bilbao
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Museo Bellas Artes de Bilbao

Exposición en el Museo Bellas Artes de Bilbao

Carlos Molina

Bilbao - Publicado el

4 min lectura

Tras la extraordinaria acogida en el Museo de Bellas Artes de Sevilla -desde el 2 de diciembre de 2024 hasta el 16 de marzo de este año, ha recibido 115.808 visitantes-, la exposición "Del Greco a Zuloaga" regresa al museo de Bilbao para mostrar 30 pinturas y dos esculturas representativas de la calidad del fondo de obras de escuela española que conserva la colección.

La selección realizada por José Luis Merino Gorospe -conservador de Arte Antiguo del museo y comisario de la muestra- recorre cuatro siglos de arte español y pone el acento en dos de los géneros más significativos del periodo, el retrato y el arte religioso, a los que acompañan ejemplos también relevantes de pinturas de naturaleza muerta y paisaje. 

El recorrido expositivo incluye obras de pintores tan notables como el Greco, José de Ribera, Francisco de Zurbarán, Bartolomé Esteban Murillo, Luis Paret, Francisco de Goya o Ignacio Zuloaga, y presenta además dos bellas tallas religiosas en madera y pequeño formato: Calvario (c. 1576-1580) de Juan de Anchieta y Dolorosa (c. 1754-1756) de Juan Pascual de Mena. 

Entre las obras, destacan La Anunciación (1597-1600) del Greco; Santa Isabel de Turingia y Santa Catalina de Alejandría (c. 1650-1660) de Zurbarán; San Pedro en lágrimas (c. 1650-1655) de Murillo; Vista de Bermeo (1783) de Paret; Retrato de Martín Zapater (1797) de Goya o Doña Rosita Gutiérrez (1915) de Zuloaga. 

CAPRICHO ARQUITECTONICO CON MOISES SALVADO DE LAS AGUAS

JUANTXO EGAÑA

CAPRICHO ARQUITECTONICO CON MOISES SALVADO DE LAS AGUAS

LA PLAZA DE TOROS DE SEVILLA

Como novedad, se presenta por primera vez en el museo tras su reciente adquisición, el pasado año, gracias al legado de Begoña María Azkue el cuadro La plaza de toros de Sevilla (c. 1870) de Mariano Fortuny, un ejemplo relevante de pintura del natural que se corresponde con la faceta más genuina y personal del artista.

Fortuny destacó por su excepcional manejo de la luz y el color y por una atención al detalle que le permitieron captar con poética precisión el momento en el que se desarrollan sus composiciones. A pesar de morir joven, con 36 años, fue capaz de concretar un estilo propio conocido como fortunismo que influiría en numerosos artistas. Tras una primera formación en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona (1853-1857), donde pronto destacó por su talento, en 1858 y gracias a una beca, conoció el Renacimiento y el Barroco en Roma. A partir de entonces la ciudad fue su residencia habitual y el lugar donde forjó su prestigio artístico. En 1860 y 1862 la Diputación de Barcelona le encarga viajar a Marruecos con el objetivo de documentar la contienda hispano-marroquí. 

La luz norteafricana y los tipos y costumbres que descubrió durante esas dos estancias marcarían profundamente su estilo y serían clave para el éxito de su producción. En esta época se interesa por la pintura de Velázquez y Goya, que conoce en el Museo del Prado, entonces dirigido por su futuro suegro, el pintor Federico de Madrazo. Tras su paso por París en 1866 -donde el pintor bilbaíno Eduardo Zamacois le puso en contacto con quien sería su marchante, Adolphe Goupil, y con el coleccionista norteamericano William H. Stewart-, su fama se acrecentaría gracias a una pintura de género destinada a una clientela internacional con gusto por las escenas historicistas o de carácter orientalista. A lo largo de su trayectoria, Fortuny compaginaría esta obra de fácil encaje comercial con otra más libre y personal pintada generalmente del natural y ligada al plenairismo. Es el caso de esta bella vista de la plaza de toros de la Maestranza de Sevilla, en la que, en ausencia de la descripción de la narrativa propia de la lidia, el protagonismo recae en el albero, articulado por la luz y la sombra descritas con pincelada suelta y vibrante. 

Su incorporación al museo gracias al legado de Begoña María Azkue puede considerarse un hito para la colección por ser Fortuny uno de los artistas de mayor calidad de la pintura europea del siglo XIX. Tras la repentina muerte del artista en Roma en noviembre de 1874, el cuadro, que formaba parte del fondo de su estudio, fue rematado en 3.250 francos en la subasta organizada en el Hôtel Drouot de París el 27 de abril de 1875. Desde entonces se perdió su rastro hasta su reaparición en una exposición sobre el artista que se celebró en Barcelona en 1989.

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