"Escuchábamos un atentado en la radio y pensábamos: que no digan Carlos, que no digan Carlos"
Carlos Sanz Biurrun nunca quiso escolta, pensaba que él no era importante. Se equivovó, cuenta su hermana María
Santander - Publicado el - Actualizado
2 min lectura
El 8 de octubre de 1979 el inspector de la Policía Nacional Carlos Sanz Biurrun aparcó su coche en la bajada del Labrit para ir a comer a su casa en el casco antiguo de Pamplona. Dos miembros del comando nafarroa de ETA le estaban esperando y al descender del vehículo, le dispararon siete tiros y lo remataron ya en el suelo. Carlos tenía 39 años y estaba esperando su nombramiento oficial como comisario.
Sus dos hermanas lo adoraban. “Era cariñoso, atento y muy protector con nosotras” recuerda María que si se arrepiente de algo es de no haberle dicho más a menudo que lo quería mucho. Tenía los estudios de magisterio y en alguna ocasión María le invitó a que dejara la Policía y se convirtiera en maestro. “Nunca se lo planteó. Ser policía, ayudar a los demás es lo que más le llenaba”.
Carlos Sanz Biurrun vivió muy de cerca el atentado de la cafetería mohicano a la que acudía con regularidad a desayunar junto a otros compañeros. “Aquello le marcó sin embargo él no nos dijo nunca que tuviera miedo. Sí es verdad que en los últimos días andaba con más cautela como vigilante, pero nunca quiso por ejemplo tener escolta”. Solía decir, recuerda su hermana María que él no era importante, que no le iban a hacer nada. “En eso se equivocó” sentencia María.” Cuando se oía en la radio la noticia de un atentado, mi hermana y yo decíamos: que no digan Carlos, que no digan Carlos”.
El asesinato de Carlos a manos de ETA sumió a la familia en el dolor y la tristeza. Una tristeza que acabó con la vida de varios familiares de María, entre ellos su hermana. María Sanz asegura no tener capacidad para perdonar. “Eso es algo muy íntimo, pero si perdonar es olvidar, yo no he perdonado” reconoce María.