Descubre un mundo de fábula en Bilbao
El artista bilbaíno Daniel Tamayo ilustra 100 de las 157 fábulas de Félix María Samaniego, en un libro en euskera titulado Alegiak
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Alegiak, nueva obra de Daniel Tamayo
Bilbao - Publicado el
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La obra, producida con el apoyo de la Fundación Bancaria BBK, también forma parte de una exposición en la sala 7 del Museo de Bellas Artes de Bilbao, junto a las imágenes originales y varios ejemplares históricos de las Fábulas.
Un código QR permite acceder a los audios en euskera y castellano de los textos literarios para disfrutar de la experiencia más completa.
Las ilustraciones de Tamayo acompañan los textos con propósito moralizante de Samaniego, con valor universal, y en ocasiones satírico, de estos relatos breves.
Esta nueva publicación se inscribe en la tradición de la ilustración fabulística, cuyo objetivo es reforzar el mensaje aleccionador, la moraleja, mediante el uso imágenes alegóricas. Tamayo actualiza la vigencia del texto con una iconografía en clave contemporánea y una práctica artística exclusivamente digital, idónea para trabajar las formas con el trazo definido y las tintas planas propias de su estilo.
SAMANIEGO
Las Fábulas de Samaniego reflejan un mundo poblado de animales, personajes y objetos cercano al imaginario de Tamayo quien, en ocasiones, se ha inspirado en la animación infantil. El resultado es esta original edición en la que su característico cromatismo ha sido depurado hasta una bicromía en rojo y negro.
Samaniego pertenece a una época de cambios vertiginosos en la que se enfrentaron tradicionalismo e Ilustración. Como ilustrado, participó en la fundación de la Real Sociedad Vascongada de los Amigos del País (1765) y en proyectos para mejorar la agricultura, la producción de vino o las comunicaciones. Comisionado por la Diputación de Álava, defendió los Fueros ante la corte. Vivió los tiempos convulsos de la revuelta de los machines (1766) y la Revolución Francesa (1789). Compuso cuentos libertinos y fue denunciado ante la Inquisición. Pero también, fábulas para aleccionar a los jóvenes del Seminario de Bergara. Su obra refleja la sociedad vasca del siglo XVIII: la educación, las costumbres y diversiones, el teatro, la literatura y los viajes, la vida amorosa o las revueltas y motines de la época. Nos habla, en fin, de cómo enfrentarse al reto de vivir en momentos de crisis, cuando todo está cambiando.
TAMAYO
A finales de la década de los sesenta, Daniel Tamayo inició estudios de aparejador -que abandonó pronto- y tuvo una corta experiencia como dibujante publicitario. Entre 1969 y 1970 estudió diseño, dibujo y pintura en la escuela Massana de Barcelona. Residió durante breves periodos en Londres y París hasta que, en otoño de 1970, ingresó en la primera promoción de la recién creada Escuela de Bellas Artes de Bilbao. Tras esta formación, comenzó a compatibilizar la docencia con su carrera artística y en 1980 se convirtió en profesor de Pintura de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del País Vasco, actividad que desarrolló hasta 2021.
Tras un comienzo influido por la figuración pop y por referentes contemporáneos del arte español como Luis Gordillo, Tamayo construyó una entidad artística reconocible. El dibujo geométrico, las formas de carácter objetual y el cromatismo intenso en tintas planas conformaron un código con el que narrar un mundo complejo en escenarios imaginarios.
Como él mismo reconoce, a partir de su labor como profesor de la asignatura de Metodología y Proyecto Pictórico: “mi experiencia en proyectar objetos dentro de recintos reales mediante la aplicación del dibujo lineal, de la perspectiva, del grafito con el coloreado de acuarela, del fotomontaje… me sensibilizó hacia la belleza de las formas tridimensionales”. De este modo, a comienzos de la década de 1980 se interesó por la tridimensionalidad, introduciendo elementos geométricos y arquitectónicos en paisajes con un horizonte alto en los que los objetos y signos de su amplio imaginario son contemplados a vista de pájaro.
En estos panoramas, Tamayo propone una visión de conjunto y, a la vez, detener la mirada en los numerosos elementos que los integran, para que sea el espectador quien, finalmente, componga su propio relato. El lienzo se llena así de imágenes procedentes de las más variadas expresiones culturales: del arte primitivo, el mundo infantil y la animación, la geometría, los alfabetos, los grafiti, la imaginería religiosa, las miniaturas, la artesanía, el folclore, el circo, la publicidad, el diseño, el cómic, la literatura… Potencialmente todo sirve para ser transformado en una narración abigarrada y fantástica que recuerda a los pintores italianos y flamencos del siglo XV -Ucello, Fra Angelico, Brueghel…-. El propio pintor ha desvelado que la visión de adolescente de El jardín de las delicias del Bosco en el Museo del Prado determinó su gusto por la narrativa pictórica de carácter fantástico.