Sánchez pedirá a Aragonès contener la reacción del separatismo tras los indultos

La Moncloa se inventa sondeos favorables a la medida de gracia

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Ricardo Rodríguez

Publicado el - Actualizado

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La cuenta atrás está servida.... Pedro Sánchez mantiene su plan. Sin cambios, al menos por ahora, sobre su hoja de ruta. Sigue decidido a apuntalar la relación con ERC, el cómplice en su sostenimiento, con la exaltación de la “agenda del reencuentro” como método. El presidente del Gobierno atisba una ventana de oportunidad con Pere Aragonès al frente de la Generalidad de Cataluña, habiéndose hecho además con la primacía independentista. Ahora, le toca moverse.

Es lo que se espera. Sánchez recibirá en La Moncloa a Aragonès en la que será la primera cita entre ambos mandatarios después de que el ya inquilino del Palau Sant Jaume haya formado su gabinete. La reunión, como tal, se enmarca dentro de la normalidad institucional. A partir de ahí, la voluntad de Sánchez y de Aragonès pasa por retomar “de manera inminente” la mesa de diálogo sobre el futuro de Cataluña y hacerlo con los indultos a los líderes del procés para el verano, siempre una vez celebradas las primarias del PSOE en Andalucía del 13 de junio. Aunque ya, la verdad sea dicha, daría igual.

El Gobierno confía en la ayuda de la Generalidad catalana acogiendo la medida de gracia sin alharacas triunfalistas de doblegar el brazo al Estado con apelaciones a la autodeterminación y del final de la represión ni tampoco y sobre todo victimistas del estilo de “¡Lo que exigimos es la amnistía de los presos!”. Eso está por pactar y también por ver el alcance de la concesión del indulto, probablemente parcial, y no total. El test de estrés que va a representar para Pedro Sánchez el perdón gubernamental requiere de un control de daños, además de altas dosis de creatividad de sus guionistas ante una rearmada Oposición y el creciente bochorno social.

El Ejecutivo es consciente de adentrarse en un terreno de enorme calado para sus intereses. De ahí las apelaciones de un sector a pasar el trago cuanto antes, para que dé tiempo a olvidar la resolución de aquí al final de la Legislatura. Pedro Sánchez demostró estar lanzado a iniciar la partida. Desde Bruselas, conjugó “valores” constitucionales, tales como “la convivencia”, “la concordia”, “el entendimiento”, “la convivencia”, y no “la venganza” o “la revancha”. Esos valores son los que el Presidente atenderá, “lo tengo muy claro”, para tomar su decisión. A renglón seguido, llamó a “mirar al futuro”, a “aprender de los errores” y pasar página de “una crisis que desgarró a la sociedad catalana y al conjunto de la sociedad española”.

El relato ha ido abonándose durante meses y con mayor intensidad en los últimos días. A saber, apelaciones a la generosidad del Estado, recordatorios sobre la competencia exclusiva del Consejo de Ministros para otorgar el indulto, incluso con criterios en contra del Supremo -el tribunal sentenciador está en puertas de pronunciarse - y de la fiscalía. Los intentos por minimizar los indultos ya llevaron a comparar los tres años y medio de prisión ya cumplidos por los secesionistas desde su ingreso en prisión preventiva en noviembre de 2017 con penas inferiores a los cuatro años que pasaron condenados por el golpe de Estado del 23-F.

A oscuras sobre el alcance de la descontada erosión por el enjuague, La Moncloa aseguraba con toda su carga de intencionalidad manejar encuestas favorables a la concesión del perdón. Sin embargo, todo apunta a una invención en la tentativa de legitimar al Gobierno en su apuesta por una salida política al “conflicto” catalán. Al fin y al cabo, de avanzar por esa senda cuelga el futuro del mismo Pedro Sánchez.

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