La historia de un activista católico que fue encarcelado durante el régimen comunista
Su hijo, ordenado diácono, ha querido recordar su historia
Madrid - Publicado el
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Branislav Borovský era un joven universitario eslovaco cuando fue detenido en 1983 en la ciudad polaca de Nowy Sacz, acusado de contrabando de literatura religiosa junto a otros dos amigos. Su historia la ha contado el portal Religión en Libertad. En Polonia imperaba la ley marcial y el régimen comunista prohibía la compraventa de libros religiosos.
Han pasado 37 años y Branislav ha querido recordar su historia en una carta dirigida a su hijo Brano, que fue ordenado el pasado noviembre como diácono del Opus Dei junto a otros 26 jóvenes. Esta carta ha sido su mejor regalo, al no poder estar presente en la ordenación debido a las restricciones impuestas por la pandemia.
A Branislav y a sus compañeros les amenazaron con una pena de prisión de entre 15 y 20 años. Durante los interrogatorios fueron golpeados y humillados, y pasaron tres meses aislados en una celda de 2 por 3 metros, en la que la luz estaba permanentemente encendida para que no pudieran dormir. Tras unos meses le deportaron a la prisión más grande en Polonia donde las humillaciones y palizas continuaron, de modo que se encontraba síquicamente destrozado, hasta el punto de considerar la posibilidad de quitarse la vida. El último hilo que le sostuvo fue su fe en Dios, aunque sólo muchos años después comprendería que ninguna circunstancia escapa de su Providencia.
Al recordar aquellos momentos en que rozó la desesperación, contempla toda la trayectoria de su vida: “estaba en los planes de Dios que yo viviera la caída del régimen comunista y la recuperación de las libertades civiles y religiosas; en los planes de Dios estaba que me casase con tu madre y que Dios nos bendijera con ocho hijos, le dice a su hijo Brano… en los planes de Dios estaba también tu vocación”.
Y aunque la situación de la pandemia ha impedido a la familia participar físicamente en la ordenación, Branislav es consciente de que Dios, en su providencia, tiene todo firmemente en sus manos. Por eso da las gracias por la vocación de su hijo, llamado a testimoniar la fe en un tiempo distinto pero no menos comprometido que el que le tocó vivir a él.