El proyecto de Manos Unidas que cambia la vida en África
Manos Unidas presenta nueva campaña
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Malaui es un pequeño país ubicado en el sureste del continente africano. Su situación geográfica lo hace proclive a grandes desastres naturales como sequías y lluvias torrenciales. También ha sufrido el azote del SIDA, y sobre todo del hambre que afecta cíclicamente a una población con un altísimo índice de desnutrición. Su economía se basa en una agricultura sujeta al clima, y lo “normal” es comer una sola vez al día una papilla de harina de maíz llamada nshima. Cuando llegó el coronavirus, y el gobierno decretó el confinamiento, hubo un juez que lo levantó porque dijo que “era mejor morirse de coronavirus que de hambre”.
En todo caso la situación del país frente a la pandemia es preocupante debido a su alta densidad de población, la debilidad del sistema sanitario y una población migrante en pleno retorno desde Sudáfrica, el país africano más castigado por el COVID. El obispo de la diócesis norteña de Mzuzu, el irlandés John Ryan, tiene muchas ideas para apoyar a su pueblo y pidió ayuda a Manos Unidas, que ha financiado un proyecto en dos enclaves seleccionados en función de su vulnerabilidad. En Mzimba el alimento base es el maíz y en Nkhotakhota cultivan sobre todo arroz, pero ambas comunidades tienen la necesidad de asegurar sus cultivos todo el año y no de forma estacional como hasta ahora.
El proyecto financiado por Manos Unidas tiene el objetivo de fortalecer a la población campesina ante la precaria economía estacional y la situación agravada por la pandemia. Lo primero era asegurar fuentes de agua, por lo que se han construido sistemas de irrigación en ambas zonas, por aspersión y canalización. También se han entregado semillas a mil agricultores que han participado en talleres de formación en agricultura, nutrición, gestión, comercialización y creación de grupos de ahorro.
Ya se pueden ver los primeros frutos: parte de la producción se dedica al consumo y otra parte se vende para cubrir otras necesidades esenciales. A través de los grupos de ahorro se han puesto en marcha pequeños créditos para mejorar la situación de la población más necesitada. Todo ello da seguridad a las familias campesinas, que hablan del enorme cambio que supone contar con dos cosechas al año y asegurar así la alimentación de sus comunidades.