En 'El Espejo'

M.ª Victoria Hernández: "Las mártires de Astorga nos dejan el mensaje de la importancia del ejemplo"

La postuladora de la causa de canonización de las tres enfermeras mártires de Astorga ha descrito su figura y el ejemplo de su vida

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M.ª Victoria Hernández: "Las mártires de Astorga nos dejan el mensaje de la importancia del ejemplo"

Redacción Religión

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Hoy en 'El Espejo' hemos abordado la gran fiesta que la Iglesia universal va a celebrar el próximo sábado en la catedral de Astorga. Allí se va a beatificar a tres enfermeras que fueron asesinadas en Pola de Somiedo por odio a la fe durante la persecución religiosa de los años 30 en España. Son M.ª Pilar Gullón, Olga Pérez Monteserín y Octavia Iglesias, mártires de la Iglesia. Para hablar de su figura, de su vida y del valor de su testimonio hemos charlado con la postuladora de su causa de canonización, M.ª Victoria Hernández.

Eran tres mujeres dedicadas al servicio de los más necesitados, que podían haber estado en otro emplazamiento pero que asumieron vivir este sacrificio. "Octavia Iglesias era la mayor de las tres en edad y, según los testigos, también la mayor en sensatez y santidad. Está vinculada a M.ª Pilar, ya que sus madres eran primas hermanas y dedicó gran parte de su tiempo a dedicar a sus padres, ancianos y enfermos. Astorga le debe a su familia la construcción del convento de clausura del Perpetuo Socorro de las religiosas redentoristas", explica la postuladora.

"M.ª Pilar Gullón formaba parte de una de las familias relevantes de Astorga y del mundo político. Aunque nació en Madrid y su familia vivía en la capital, estaban muy vinculados a la ciudad de Astorga, donde tenían largas estancias. Como Octavia, se dedicó al cuidado de los padres, mayores, especialmente de su padre, que falleció en 1931. Al comienzo de la Guerra Civil, se trasladaron de Madrid a Astorga, al entender que era un sitio más seguro", señala M.ª Victoria Hernández.

"Olga Pérez Monteserín tiene sus orígenes en Astorga, aunque nació en París. Su padre es muy conocido como el gran patriarca de la pintura leonesa, Demetrio Pérez Monteserín y dió a sus hijos una educación en la alegría, en el arte... Tenía 7 años cuando se trasladó definitivamente a Astorga. Su familia también era católica, aunque no de un modo tan profundo como las de las otras mártires. Su padre era un católico convencido, pero no de apariencia, sino de vivir la religiosidad de un modo más sencillo, aunque profundo. De hecho, recordamos la pintura en recuerdo de los hechos del 28 de octubre de 1936, La santa faz del más grande dolor, que se conserva en los padres redentoristas de Astorga, y que hizo en recuerdo del dolor que tenía por la muerte de su hija. Él puso mucho interés en que se introdujera la causa de beatificación", apunta la postuladora.

Las tres mártires ejercían como enfermeras de la Cruz Roja en ese momento tan delicado de nuestra historia. "Tenían una clara pertenencia eclesial, a través de asociaciones como la Acción Católica, las Hijas de María, el Corazón de Jesús... Octavia era catequista. De hecho, se celebró un funeral en memoria de las tres organizado por la asociación Hijas de María, a la que pertenecían las tres. Ellas no ejercían como enfermeras al comienzo de la Guerra Civil. Fue en un momento posterior cuando ellas se apuntaron a la Cruz Roja para hacer el curso de damas auxiliares. Conocían el peligro porque no eran niñas, la familia de Pilar se había trasladado de Madrid a Astorga por el peligro... No eran ignorantes del peligro en absoluto, pero ellas continuaron implicadas en el apostolado", señala M.ª Victoria Hernández.

En ningún conflicto armado, unas enfermeras de la Cruz Roja han recibido el trato que se le dispensó a las tres mártires. "Es un misterio. A los republicanos no les frenó que se tratase de un hospital. Al estar en zona nacional, atacaron. De hecho, mataron a prácticamente todos, incluidos los heridos. Una vez arrestadas, no les frenó porque reconocieron en ellas, más que damas auxiliares de la Cruz Roja, unas cristianas. De hecho, las confundieron con monjas. El carcelero decía 'aquí las tengo y están rezando'" explica la postuladora.

A ellas les ofrecieron, incluso, renunciar a su fe y, sin embargo, perseveraron, lo que supone un punto esencial para el reconocimiento del martirio. "Requiere dos aspectos: el martirio material, es decir, la muerte concreta y real del mártir, y el martirio formal, en sus dos vertientes, una de ellas, la del mártir, la aceptación de la muerte por la fe o por una virtud relacionada con la fe. A ellas les ofrecieron la libertad, la vida, a cambio de renegar de la fe. Y son pruebas de testigos que lo vieron y lo oyeron".

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