La vida de un misionero malagueño que ha muerto con las botas puestas

El español se ha entregado al pueblo al que ha servido durante 26 años.

La vida de un misionero malagueño que ha muerto con las botas puestas

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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El 11 de junio, fiesta del Sagrado Corazón, fallecía por Covid en Caicara del Orinoco, Venezuela, el sacerdote malagueño Manuel Lozano Pino, tras 26 años de labor en esta misión de la diócesis de Málaga. Manuel formó parte del primer equipo de sacerdotes que se hizo cargo de la misión en la archidiócesis venezolana de Ciudad Bolívar, hace 40 años. cuando tenía 27 años, y cuando hablaba de las dos etapas vividas allí, reflejaba su enorme gratitud a Dios por haber descubierto su presencia en medio de aquel pueblo, por todo lo que Él ha ido haciendo a través de los que le han servido como sacerdotes, religiosas y laicos en ese territorio.

Reconocía que la Iglesia en Caicara ha crecido, ahora está más formada y consolidada, y eso se manifiesta en su dimensión litúrgica, anunciadora y comunitaria, así como en el valioso servicio que está prestando a la sociedad en este tiempo de crisis sin precedentes en la historia de Venezuela, donde están en riesgo el porvenir, la democracia, los derechos, libertades y la propia subsistencia de sus ciudadanos. Manuel contaba con alegría que la Iglesia de Caicara del Orinoco ayuda con atención médica a cientos de personas a través del Consultorio de Cáritas ‘Dr. José Gregorio Hernández’; a los niños con necesidades especiales a través de la Fundación ‘Camino de Sueños’, y a los adultos en la escuela ‘Madre del Amor Doloroso’; además las Cáritas tienen en marcha ollas comunitarias y ayudas concretas a quienes lo están pasando peor.

Sin embargo, reconocía que todavía queda mucho camino por recorrer pues hay muchas comunidades rurales e indígenas donde la presencia de la Iglesia es nula o muy débil, con el agravante de que en estos últimos años se han tenido que cerrar varias misiones en aquel territorio, dirigidas por religiosas muy comprometidas con sectores marginales.

A veces, ante el panorama que se vive en Venezuela, donde hay tanta escasez, y se oyen tantas quejas, Manolo se preguntaba: “¿Qué pinto yo aquí?”, y siempre en su interior, aparecía otra pregunta: “¿qué es lo que te llevó a estar aquí?”, y siempre encontraba la misma respuesta: “estoy aquí por ti, Señor, y por mis hermanos”. Ahora sus restos descansan en la parroquia a la que ha dedicado buena parte de su vida sacerdotal, rica de tantos frutos.

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