“La agresividad bien entendida ayuda al hombre a marcar su espacio y evitar crisis de identidad”

Juan Miguel de Pablo Urbán, licenciado en Psicología, explica en Fin de Semana con Cristina los trastornos de identidad provocados, en parte, por feminismos radicales

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Cristina L. SchlichtingRedacción Fin de Semana

Publicado el - Actualizado

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En Fin de Semana con Cristina somos fans de tratar asuntos políticamente incorrectos y, por supuesto, vamos con uno más. Las mujeres llevan luchando por sus derechos y su reconocimiento desde el Siglo XIX, una lucha muy justa y loable en la que han visto su presencia más reconocida. El problema surge en que, en ese camino, los hombres han sufrido un feminismo un poco agresivo en ocasiones que ha puesto en duda su identidad, algunos aspectos tradicionalmente masculinos como cierta agresividad han sido censurados y la consecuencia es que los hombres, cada vez más, no saben quiénes son. Se ha desarrollado un estereotipo de ‘hombre blandito’ que, curiosamente, tampoco satisface a las mujeres.

Por ello ha salido un libro que trata este asunto, sobre lo que el hombre es o pueda ser, sobre cómo recuperar su identidad, etc., y se llama ‘El ciclo de Andros: masculinidad, paternidad y psicoterapia’, de Juan Miguel de Pablo Urbán, licenciado en Psicología, especialista en Psicología Clínica.

Juan Miguel ha estado en Fin de Semana con Cristina, donde ha reconocido que, “en gran medida, ha habido una pérdida identitaria en el sentido de lo masculino que también afecta a la paternidad en los últimos tiempos. Quizás en la conversación entre dos hombres no es muy habitual, pero sí en terapia, donde muchos acuden por encontrarse con dificultades y ansiedad y depresión ya que tienen dificultad para saber en qué consiste ahora mismo ser un hombre y cómo presentarse”. “El modelo hegemónico masculino obliga al hombre a una posición inadecuada, pero también pasa con la mujer porque son modelos restrictivos, lo importante es tener la posibilidad de no estar atados a esos modelos clásicos y que tanto él como ella, pero ahora sobre todo él, pueda tener más alternativas de funcionamiento”, explica el psicólogo.

“En esta crisis hay una parte que tiene que ver con los roles y otra con otros aspectos. En ese papel del hombre clásico que es más agresivo y busca no mostrar emociones, sobre todo cierto tipo como tristeza o no llorar, le hace daño porque son emociones naturales. Por supuesto que un hombre puede sentirse frágil y, si no asume eso, el resultado es desastroso”, detalla Juan Miguel, que añade que “hay dos cosas distintas: una es que el hombre asuma la fragilidad, de forma que no tenga problemas para poder transmitir expresar esas emociones calificadas como femeninas, y otra cosa es que el hombre se sienta inconsistente, sin identidad porque a lo que se le llama el ‘hombre blandito’ hace más referencia a una persona con dificultades para levantar la voz y marcar su sitio y no es eso, de hecho las mujeres se quejan de eso”. “A veces se generan confusiones porque asumir lo frágil no quiere decir que una persona no tenga su voz y su propio espacio”, añade.

Hablando de la agresividad, el autor explica que “hay bastante confusión sobre qué es, porque en un sentido etimológico significa ‘caminar hacia delante, vencer obstáculos y afrontar situaciones’, y distinto sería la destructividad. La agresividad en un principio es un movimiento natural en el hombre y en la mujer que lo que hace es ayudarte a marcar tu espacio y evitar una invasión en tu vida, en tu familia o en aquello que consideras que es tuyo. Es necesario porque si una persona no puede decir ‘no, hasta aquí’ va a tener dificultades como ansiedad amén de otros síntomas”, por lo tanto en un sentido natural, y todos los animales la tienen de forma natural, no es negativa. Cuando no la usamos aparece lo destructivo. Cuando un hombre agrede a una mujer ocurre porque no está adecuadamente ubicado, no tiene su agresividad en una buena situación, es más bien alguien sometido a cierta situaciones y hace un mal uso de esa agresividad o bien contra sí mismo o contra los otros”.

Aquí es muy importante la figura del padre: “Si un varón tiene bien lograda su masculinidad, tiene mucho logrado para poder ejercer bien la paternidad porque están vinculados. Ahora bien, está la ‘función padre’, que no tiene por qué hacerlo el varón, puede hacerlo la madre, pero sí es importante que exista. Es un ‘arrojarle al mundo’, al riesgo. Puede ser más fácil para el varón que para la mujer, pero no es exclusiva de él aunque tradicionalmente se ha entendido así. Lo importante es que un hijo tenga esa figura a su lado, la figura de la madre es el espacio seguro, un nido donde recogerse al ser lastimado pero, a la vez, tiene que aparecer la otra que diga que lleva demasiado tiempo ahí y tiene que salir al mundo. La mezcla de las dos produce posibilidades de crecimiento social y emocional mejores para los chicos y chicas”.

Sobre la educación, Urbán lo tiene claro: “Es imprescindible la función del padre, eso no significa que sea solo suya pero sí es cierto que la presencia es importante. En los hijos varones su ausencia siempre es muy dolorosa y puede acabar siendo expresado en formas muy poco adecuadas, al final acaba habiendo una búsqueda de padre”.

Finalmente, preguntado sobre qué es la masculinidad y qué la define, el autor reconoce que es “difícil” explicarla: “Ser hombre no es ser macho ni ser heterosexual. Tiene que ver con sentirse digno de representar lo masculino de una forma igualitaria, no hace falta ser Torrente, que es el antihéroe del hombre, es el varón en la parte más miserable y todos tenemos un Torrente pero lo terrible es que funcionáramos así”. “Tiene que ver con tener voz propia, orgulloso y digno de su propio género y que trabaje en igualdad con otros hombres y mujeres para que la vida más adecuada, para que la producción sea socialmente responsable”, finaliza Juan Miguel de Pablo Urbán.

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