Educar en positivo: cuando los castigos no son una lección sino un fracaso

Isabel Cuesta y Daniel Pérez son dos padres 'molones' que pasan por Fin de Semana con Rosa Rosado para mostrar un método educativo distinto de lo que estamos acostumbrados a ver

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Que los niños deberían venir con un manual de instrucciones lo sabemos, pero la realidad no es así. Este verano en Fin de Semana con Rosa Rosado nos acompaña una pareja de la que vamos a aprender de la llamada ‘educación positiva’, de hecho juntos han creado una comunidad en redes sociales con miles y miles de seguidores.

Ella ha estado antes en el programa, es Isabel Cuesta, ‘madre molona’, y él se llama Daniel, es su marido, y ambos decidieron dar un giro a su vida hace 8 años cuando su hija pequeña tenía cuatro meses. Ahora tienen tres hijos y el resto lo cuentan ellos.

Isabel relata cómo la disciplina ‘positiva’ les cambió la vida: “El origen de ‘una madre molona’ es cuando yo me veo siendo madre, sin pensarlo mucho, y me veo muy sola. Con 27 me quedo embarazada y con 28 doy a luz, ninguna de mis amigas tenía hijos y buscaba una comunidad para poder compartir. Entonces mi hermana se queda embarazada y me dice ‘apúntame todos los trucos que veas’, y entonces yo, que me gusta hablar y escribir, me abro un blog y mato dos pájaros de un tiro”. A partir de ahí, relata Isabel, se crea una comunidad enrome en la que ella iba compartiendo todo lo que iba viviendo, “lo que me iba bien pero también pedía ayuda a las ‘molonas’, de tal forma que se creó una relación muy bonita, y así nació el blog”.

Te ves muy sola, y es un momento tan importante que se ha idealizado y romantizado tanto, que parece que la maternidad es idílica y amor a primera vista, y yo no lo sentí así”, cuenta Isabel, que reconoce que su relación con la maternidad es “bonita” pero quiso contar “con pelos y señales” todo lo que vivió, “lo bueno y lo malo”.

Daniel, conocido jocosamente como ‘marido’, también cuenta su historia: “Creo que el papel del padre es fundamental en esto tan bonito que es la maternidad y la paternidad, yo lo disfruto cada vez más, en implicarse. Las actividades presenciales tienen cada vez más hombres y esa implicación es muy positiva, especialmente para los niños”. Llegados a este punto, Isabel da la clave: “No es ayuda, es corresponsabilidad, porque si es por ayudar confieso que la madre molona es él y que yo le ayudo porque la carga mental es suya totalmente, tengo que confesarlo. El ideal es el equilibro, pero lo veo muy complicado porque al final siempre hay una parte de la pareja que tira del carro, es más organizada, etc., y en este caso es él, mucho más líder que yo, pero hemos logrado un equilibro, que no es perfecto, pero existe”.

Todo empezó con el blog y ha evolucionado tanto que ahora hay hasta libros, el más reciente, ‘Cuentos molones para educar en positivo. Una Madre Molona y Marido’. De hecho el cuento es una gran ayuda en esa educación: “Surge muchas veces el ‘no tengo tiempo’, pero los cuentos ayudan a que los padres pasen ese tiempo con sus hijos y, a la vez, aprendan juntos, puedan reflexionar sobre las emociones, sobre cómo hacer una gestión adecuada de esas emociones y la decisión que va a tomar después… es tan bonito que ha sido una herramienta muy valiosa”. Y aun así Isabel es realista ya que apunta que “educar en positivo no se aprende con un cuento, pero es una gran herramienta”. Daniel, ‘marido’, añade que “son cuentos infantiles pero después hay una parte de explicación para los padres, primero tenemos que aprender nosotros y por eso los cuentos van con una parte para leer con los niños, situaciones reales que nos han ocurrido con ellos que muchos padres se van a dar cuenta de que son situaciones que se dan en sus casas día sí día también”.

Entonces, ¿por qué deberíamos educar en positivo? La madre molona lo tiene claro: “Ahora es más necesario que nunca. Se habla más de las emociones, antes no, hemos crecido con el ‘no llores, no te enfades, no tengas miedo’, y es un ‘me como la emoción’ pensando que es lo correcto. Hoy por hoy la neurociencia avala que eso no es bueno para el ser humano”. Isabel añade que ellos se vieron “con una niña que era todo muy fácil con ella y luego con un niño que era totalmente lo contrario, unas rabietas tan brutales que di el paso a la disciplina positiva por pura necesidad. ¿Y qué es? Nos ayuda a entender al niño, a nosotros y a priorizar la conexión para que todo fluya mejor, para conseguir cooperación y entendimiento porque no hablamos el mismo idioma y es esencial que lo hagamos. También implica conocer un poco el cerebro humano, no hace falta ser expertos en neurociencia pero sí conocer, de forma básica y sencilla, cómo funciona nuestro cerebro y el de los niños. Aquí hay firmeza y amabilidad, hay normas, y saber que la infancia es una preparación para la vida, y en la vida nos relacionamos porque somos un ser social, y cuando sales a la calle tenemos normas. Todo es sentido común pero contado de una manera en la que las familias pueden llevarlo a la práctica”.

En cuanto a los castigos y los premios, Isabel explica que “no podemos tratarnos como a focas, nuestro objetivo no puede ser domesticar a los hijos, con un premio y un castigo lo que haces es que el niño repita una acción que te parece que está bien en base a un premio o que no lo repita por no sufrir un castigo, un acto de venganza. Pero con eso nos cargamos todo el sentimiento de comunidad que tiene intrínsecamente el ser humano, que no es malo por naturaleza, todo lo contrario, somos un ser social hecho para trabajar en equipo; por tanto, si tú ante tus responsabilidades entiendes que lo haces para recibir un premio, nos estamos cargando el poder del altruismo, hacer algo bien no por el bien en sí. Un niño acostumbrado a recibir premios cada vez va a querer más a cambio de hacer menos, no es buena ecuación”. “Los castigos, y eso te lo dicen los grandes expertos, son un fracaso totalmente por parte de los educadores, es ‘no tengo herramientas, voy a vengarme de ti para que sufras una consecuencia y no repites’”, añade la madre molona, “¿qué está aprendiendo?”.

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