Martín Berasategui: “Para llegar a ser el cocinero que soy hoy suspendí diez asignaturas en el colegio”

El chef español, que cuenta con doce estrellas Michelin, pasa por Fin de Semana con Cristina para repasar sus principales momentos, especialmente su premio en San Sebastián

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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No una ni dos, ni siquiera tres o cuatro. Doce estrellas tiene. Doce estrellas Michelin, que se dice pronto. Él es Martín Berasategui, chef de 61 años que lleva el orgullo de ser español a nuevos límites, que también tiene 12 soles Repsol, 18 diamantes en el Caribe, único cocinero no francés que es doctor honoris por la Universidad François-Rabelais en Tours, autor de 30 libros de recetas y ha estado en Fin de Semana con Cristina para reconocer que es “transportista de felicidad a través de la cocina y el mejor cocinero que he podido ser y el mismo Martintxo de hace ya unos años”.

Reciente ganador del Gran Premio del Arte de la Cocina, por parte de la Academia Internacional de Gastronomía, Martín no duda en asegurar que le siguen “emocionando” los galardones: “Sin duda ninguna. Cuando era bien jovencito Michelin me cambió la vida dándome la primera estrella y luego he vivido un viaje como persona y como cocinero impresionante que no tengo ni capacidad para contarlo. Y aparte esta semana me han notificado este último premio y me siento como que toco con las yemas de los dedos el cielo de la cocina vestido de cocinero, estoy muy contento, satisfecho y radiante y con mucha ganas de agradecer, me supero día a día y detrás de eso hay una clave: la actitud y la necesidad de superación. Además siempre he sido de enseñar todo y de ser ‘es que sí’, de enseñar, generoso, feliz y vital en la cocina. Soy el eterno aprendiz porque 48 años después me siento tan aprendiz como el primero día”.

En cuanto a las estrellas, que pueden llegar e irse al no ser un premio permanente, Berasategui reconoce que “busca la excelencia, busca la exigencia siempre. Es tocar el cielo de la cocina, es un estrés positivo porque al final eres el elegido o uno de ellos, es un estrés que veo bien y como soy disfrutón por naturaleza las disfruto siempre. El optimismo era crucial en San Sebastián, llenamos la vida de proyectos y aquí estamos, varias generaciones unidas que siempre hemos hablado de ‘nosotros’, nunca del ‘yo’”.

Nuestro invitado reconoce que hizo todo lo posible por ser cocinero, llegando a sacar puros ceros en el colegio: “El mismo año fui dos veces olímpico de ceros: cinco y cinco, la verdad es que quería ser aprendiz de cocina, lo tenía muy claro, era un hombre inquieto y siempre busqué serlo, así que tuve que pedir un favor a un sacerdote del colegio, muy moderno para la época; él era vocacional y le dije que lo mío también, así que habló con mi madre y con mi tía y desde entonces soy aprendiz de cocina, mes de septiembre de 1975 y acerté total”. Y eso que sus padres quisieron que él fuera electricista, pero se negó y tiró la caja de herramientas al río: “Mi hermano mayor sí lo era y me intentaron convencer, pero les dije que efectivamente sí quería ser feliz como él pero haciendo lo que a mí me gustaba, cocinero, y así fue. Luego son los que más me ayudaron junto con mi tía, maestros que despertaron el talento, me mostraron el camino de la pasión desde la cocina y me hicieron ir en cohete porque no podía tener mejores maestros. Hoy no puedes encontrarte con nadie más feliz que yo en el mundo de la cocina”.

Poca gente sabe que, durante muchos años, dependió de la ‘BBC’, es decir, bodas, bautizos y comuniones: “No solo eso, hice un proyecto paralelo, el de la carta y el de los banquetes, que son los que pagaron el restaurante de Martín Berasategui de Lasarte. Y tampoco sabe mucha gente que en mis cartas siempre hay dos platos de homenaje a mis padres porque he tenido una suerte increíble de tenerlos, intento ser un poco de lo grandes que eran ellos y siempre tendré dos platos mínimo”.

¿Y su momento más feliz? El cocinero lo reconoce sin dudar: el Tambor de Oro en el día grande de San Sebastián, algo que relata como “mis 24 horas más felices en mi vida, me sentí el hombre más feliz del mundo, la vez que me han tocado mi fibra más sensible, experimenté cosas únicas y me sentí llegar más lejos de lo que nunca pensé. He estado delante del Tambor de Oro a Iñaki Gabilondo o de tanta gente… no me imaginaba recibirlo en San Sebastián”.

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