La madre de Cristina: “Con 7 años caí al agua helada, me cayeron unas anginas y una gran bronca en casa”

Ingeborg Schlichting vuelve a Fin de Semana con Cristina para recordar cómo lo pasó tras una desafortunada aventura en el invierno de Hamburgo

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La madre de Cristina: “Con 7 años caí al agua helada, me cayeron unas anginas y gran bronca en casa”

Cristina L. SchlichtingMiguel Soria

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Una semana más la madre de Cristina cuenta en Fin de Semana una historia de sus años más mozos. Y esta historia es… fría, muy fría. No porque apenas la recuerde sino porque la temática en sí deja helado a cualquiera: cayó al agua congelada del invierno de Hamburgo, que no es moco de pavo.

Ingeborg dice sonriendo que el invierno de Madrid “no es frío para mí, en Hamburgo no hemos visto esto nunca, con sol en el cielo”, aunque reconoce que “el clima ha cambiado también allí, en lugar de nevadas grandes ahora hay menos, se nota en todas partes. Yo recuerdo muchísima nieve y hielo allí. Las nevadas eran tremendas y jugábamos en la nieve”.

Y entonces llega la historia, la fría aventura que vivió: “Jugábamos en la calle, patinábamos, teníamos un trineo en el que montábamos y además hacíamos batalla de bolas, incluso iglús, muchas veces nos levantábamos de tanta nevada las puertas no abrían. Cuando había deshielo teníamos costumbre de ir al hielo de un depósito de agua aunque no estuviera firme. Nos montábamos en la placa de hielo y con un palo remábamos, pero claro, lo teníamos prohibido porque era peligrosísimo. Un año me fui con el palo y caí al agua, no sabía qué hacer porque si iba a casa me iban a dar. Me senté en la calle, me quité la ropa a ver si se me secaba porque vi que lo hacía mi madre en casa. Pensé que en invierno se secaría, pero con ese frío imposible, así que fui a casa y me dieron una paliza, además de por supuesto coger anginas. Era muy pequeña, tendría 7 u 8 años. Hacíamos verdaderas burradas”.

Dicho depósito de agua “era para apagar fuegos, los construyeron en la guerra, creo que era para los bombardeos”, detalla Ingeborg, que además asegura que eran grandes: “Medían unos 50x50 metros y había varios por Hamburgo, aunque en mi barrio solo uno”.

Y hay más recuerdos ya que en invierno, como las conducciones de agua estaban medio rotas por la guerra, “teníamos que ir a una fuente en un patio en las escuelas, muy lejos, con cubos. Y hacía tanto frío que se congelaba el agua al llegar a casa”, recuerda la madre de Cristina.

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