Schlichting: "Del rencor nace la ruptura. Necesitamos cultura de la esperanza"

La directora de 'Fin de Semana' analiza la actualidad

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Cristina L. Schlichting

Publicado el - Actualizado

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Tanto despotricar contra los gobiernos europeos y, al final, el brexit se está llevando por delante, no a los gobiernos europeos, sino a los gobiernos británicos. La primera ministra Teresa May dejó ayer su cargo entre lágrimas en Londres, porque sus compatriotas no dan por bueno su acuerdo para abandonar la Unión Europea. No quieren los gastos y esfuerzos que va a suponer, pero es que una cosa y su contraria no son posibles. La ruptura de la Unión trae desventajas para ambas partes y hay que pagarlas. Los ingleses se quieren separar, sí, pero sin sufrir. Bruselas ya ha dicho que del acuerdo logrado no se mueve ni una coma y ya veremos qué pasa en Londres.

Sería importante que los británicos considerasen de dónde viene todo esto. Que se acordasen de los años duros de la crisis y del disgusto que tenían por los problemas económicos. Y de cómo empezaron a echar la culpa a Europa y a decir aquello de “Bruselas nos roba”. Y también aquello otro de “Europa nos inunda con inmigrantes que nos quitan lo nuestro”.

La realidad ha demostrado que ni una cosa ni otra eran verdaderas. Que Gran Bretaña no va a ser más rica ni más fuerte sin el resto, que seguirá necesitando mano de obra extranjera y que los inmigrantes no son el problema.

Y es interesante caer en la cuenta de que el problema británico es también el nuestro. La sutil inoculación de una cultura del desánimo y la conclusión manipuladora de que la culpa de todo la tiene el otro. “España nos roba”, “Seremos más fuertes a solas”. No pasaría nada por romper Europa y volver a los estados nación o por romper España y regresar a los reinos y condados medievales si no fuese porque la promesa es mentira. Solo no se es más fuerte. Rechazando al otro no se crece.

Hace tiempo que la política nuestra está centrada en un brexit, el “catalexit” que han denominado ya algunos imaginativamente. El intento de la mitad de la mitad de los catalanes -vamos a tirar con trazo grueso- de separarse del resto de los españoles para ser mejores y más fuertes. Toda la semana, de nuevo, con esta historia. Ayer fueron suspendidos de su cargo en el Congreso los cuatro dirigentes del intento secesionista del 1-O que se habían presentado a las elecciones generales y habían obtenido cargo. Después de un tira y afloja ridículo por parte de la presidenta del Parlamento, Meritxell Batet, que quería hacerle el caldo gordo a los independentistas porque Pedro Sánchez puede necesitarlos para gobernar la cuestión es que han tenido que ser suspendidos con los votos del PSOE. Ahora estamos pendientes de un informe de los abogados de la cámara para que nos digan si, con la suspensión de Junqueras, Turull, Rull y Sánchez cambian las cifras de la mayoría necesaria para investir al presidente Sánchez o no. Toda la política nacional está pivotando ahora mismo sobre esto.

Muchos de los votos mañana se emitirán por rencor. “Yo voto a éstos para que aquellos no salgan”. Otros no votarán, porque ya no están interesados. Porque se han cansado y prefieren irse al campo con el buen tiempo. Querríamos creer que la culpa de todo esto la tienen los partidos. Demasiados partidos, demasiados corruptos, demasiadas promesas falsas. Nos equivocamos, como los ingleses. Los políticos y los partidos son tan falibles como todos nosotros. El voto no depende de ellos, se vota en defensa de lo que se ama (la escuela, la familia, el Estado, las empresas, los sindicatos). Cuando Adenauer por Alemania, Monnet y Schuman por Francia y De Gasperi por Italia, fundaron el embrión de la UE, trabajaron por la Europa que idolatraban y que salía destrozada de la Guerra Mundial. Vieron las cenizas y los cascotes y reaccionaron. Ni siquiera imaginaban la moneda única, pero no tuvieron prisa. Lo importante era empezar.

¿Qué amamos nosotros? ¿Por qué vivimos? ¿O es que sólo despotricamos y echamos la culpa a otros? ¿Por qué queremos “ya” lo que sólo es posible poco a poco y de manera incompleta, como todo lo que hacemos los humanos? Tal vez lo que necesitamos es una cultura de la esperanza. Una ampliación de la mirada.

Si somos capaces de reconocer el bien que Europa -o la democracia española- han sido para nosotros podemos ir resueltos a votar. Pensando en qué partido favorece nuestra familia, nuestro trabajo en el pueblo o la autonomía, nuestras escuelas, nuestras empresas. Del rencor sólo nace la ruptura. El Brexit. El problema, amigos, no es a quién votar, eso se resuelve con un clic de internet y cierta atención a los medios de comunicación. El problema es si amamos algo verdaderamente, tan concretamente como para votar mañana. Si somos conscientes de que tenemos una tarea entre nuestras manos y de que merece la pena trabajar y progresar pacientemente, sin promesas estériles de paraísos en la tierra, pero sin dejar de luchar por lo que nos importa.

Es jornada de reflexión. Reflexionemos un poco sobre lo muchos que hemos conseguido en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Sobre el largo camino desde la Comunidad del Carbón y del Acero hasta la unión monetaria actual. ¿Cómo hubiesen soñado algo así nuestros fundadores? O sobre lo que hemos construido en España en el siglo pasado. Tantos años de trabajo de nuestros padres para levantar una España destrozada por la guerra civil. Tanto esfuerzo para cerrar las heridas en la transición. Todas estas instituciones que nos permiten trabajar en paz, vivir en libertad. Repito, día de reflexión

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