Schlichting: “¡Qué feo lo de emérito! Don Juan Carlos será siempre Rey de los españoles”

La directora de 'Fin de Semana' analiza la actualidad

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Cristina L. Schlichting

Publicado el - Actualizado

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La victoria del Liverpool en la final de la Champions y el trágico accidente que se ha llevado la vida del futbolista Reyes han teñido de sabor agridulce ese domingo en el que Don Juan Carlos, después de una vida de servicio a España, se retira definitivamente de la escena pública. Una carta lacónica a su hijo esta semana, marcada inevitablemente por esa bruma que trae la vejez y el verse progresivamente superado por las circunstancias sociales e históricas, han anunciado que la agenda de la Casa Real ya no contará con la presencia del Rey de España, ése que lleva ese nombre tan feo de “emérito”. Porque Don Juan Carlos no tiene nada de emérito, será siempre Rey de los españoles, los que hicieron la transición y los que nos criamos en ella. Le esperan muchos aplausos cerrados en los lugares que visite a partir de ahora, como ha ocurrido esta semana en un restaurante andaluz.

Una comida íntima en Aranjuez, en el jardín de Oñate, con sus hermanas, sus hijos y sus nietos, será la sencilla despedida antes de una corrida en Aranjuez en honor de su madre, Doña María de las Mercedes. Es el momento de echar la vista atrás a los tiempos de la dictadura, cuando la sangre y las injusticias de la Guerra Civil y de la última república se substanciaron en el régimen de Franco. Los niños de los años 60 y 70 descubríamos con asombro, y medio en silencio, como se aprenden todas las cosas prohibidas, que España tenía un Rey, pero que estaba en Portugal. Don Juan, heredero de la larga tradición de la Corona española, no podía reinar. Un niño pequeño de 10 años, enviado a España a estudiar, su hijo Juan Carlos, hizo posible una finta de la Historia. Francisco Franco, acostumbrado a mandar en todo, buscaba un camino para mandar sobre la inevitable necesidad de morirse, una vía para prolongar su sistema más allá de sus propios años, y pensó en el chico. Haciendo heredero a Don Juan Carlos calculó prolongar el llamado Movimiento, el sistema autoritario, los sindicatos verticales y en fin, la dictadura. Pero el Rey le salió rana. El monarca, a la muerte de Franco, con la inestimable colaboración de Adolfo Suárez, resolvió los principios del Glorioso Movimiento Nacional en los principios de un democracia europea. España tendría Constitución, jurada por el Rey el primero, tendría un sistema Parlamentario, separación de poderes, elecciones libres, democracia. Nunca podremos agradecer suficiente el coraje del joven Rey que abrió la puerta a la libertad. Y eso debemos de ser capaces de enseñárselo a nuestros hijos.

Luego vino el 23F, el deseo de volver atrás, casi inevitable en una sociedad donde todo lo que he contado antes no fue fácil, y tuvo mucha resistencia. Don Juan Carlos, pie en pared, paró el golpe militar de Tejero y afianzó el camino de la tierna democracia Española hacia la libertad.

Nos acostumbramos de tal manera a su estar en todas partes, mano tendida, broma borbónica incluida, con la Reina al lado, que no hemos echado cuentas de las miles y miles de reuniones, audiencias, viajes, entrevistas que Juan Carlos ha realizado año tras año por España. A él se le debe una labor diplomática impagable por el mundo entero, de enormes consecuencia económicas y políticas. Mientras los demás países cambiaban de presidente y de rostro, el fe la joven democracia española tuvo el de unos reyes serenos y fieles, que siempre nos representaron dignamente.

Luego vino lo de las chicas y el elefante. Y el rasgarse de vestiduras tan propio de este país nuestro, donde parece que nadie ha hecho nadanunca. Siempre es el otro el que lo hace mal, el que hay que señalar, el desgraciado. Que el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. A ver si no hemos visto aquí escarceos amorosos de media nación, líos de faldas y cosas mucho peores que matar una fiera en África.

No acabo de entender esta incapacidad nuestra para teñir la vida de nuestros personajes históricos con la pátina del desdoro simplemente porque hayan sido humanos y falibles. Napoleón fue un ser espantoso en muchos extremos, y Francia lo encumbra. Bismark, Churchill, no fueron en absoluto perfectos. Pero sus países los idolatran, entre otras cosas por la cuenta que les trae. Porque si tiras piedras contra tu propio tejado les quitas a los enemigos el trabajo. De nuestro desprecio nacional no se salvan ni Isabel de Castilla, ni Hernán Cortés, ni Felipe II. Aquí es muy difícil hacer historia.

Me da pena esta costumbre nuestra de ponernos palos en las propias ruedas. Personalmente desconfío de las personas, especialmente las públicas, que no tienen claroscuros, que aparentan falta de debilidad. Prefiero saber de qué pie cojea cada uno. Si es avaro, o ansioso de poder, o cotilla, o rijoso. De ese modo sé por dónde andarme. Cuando alguien aparenta perfecto, malo. Algo grave ocurre sin que podamos sospechar el qué. Y seguramente es mucho peor que las debilidades ordinarias que lastran a los humanos y son más viejas que respirar. Que tenemos aburridos a los confesores de trillar siempre los mismos mandamientos. No señor, los seres humanos somos falibles y pecadores. Todos, señoras y señores. Y la vida pública es más exigente ahora que los medios y las comunicaciones filtran cada gesto, cada error, cada intimidad.

Seamos generosos y justos señores. Se retira un gran Rey, y la Historia nos dará la razón. Un monarca que ayudó a dar impulso a los impulsos de cambio de una España que quería ser libre, que se saltó muchas convenciones y presiones. Uno que ha sacado pecho por nosotros muchas veces, no sólo en aquel histórico ¿Por qué no te callas?. Se merece muchos aplausos a partir de ahora, en mitad de sus viajes, regatas, corridas , que espero sean muchos y placenteros. Señores, ¡Viva España!, ¡Viva el Rey!

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