Schlichting: "Esta noche los apóstoles han vuelto a ser crucificados en Sri Lanka"
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Si algo hizo mal, rematadamente mal, el evangelista, en el relato de aquella primera mañana de Pascua, si en algo demostró torpeza y falta de credibilidad, fue contar que una mujer fue la primera en ver a Jesús inexplicablemente vivo después de una tremenda crucifixión. Las mujeres, en el siglo I en Palestina, ni siquiera podían heredar. Pasaban del padre al marido, podían ser repudiadas a voluntad y, por supuesto, no podían separarse del esposo a voluntad propia. No eran dignas de crédito ante un tribunal, su testimonio no se tenía en cuenta. Su palabra no valía como la del hombre. ¿A quién se le ocurre decir que una simple mujer vio a Jesús vivo si creerse que Jesús estaba vivo de nuevo era inverosímil? Poner a una mujer de testigo era de bobos. De irresponsables destinados a levantar dudas.
Salvo, salvo, salvo que aquello hubiese sido verdad. Una imposible, inverosímil, casi absurda verdad.
Fue por la mañana temprano que Magdalena cogió los perfumes y los ungüentos. Para recomponer un poco aquel cuerpo destrozado. Qué dos noches de horror desde el entierro. Qué ensañamiento el de los verdugos con los látigos con punta de plomo. Qué barbaridad las espinas en la cabeza, qué falta hacía. La subida al calvario, con los 80, 100 kilos del madero. Los clavos de 15 centímetros, el pecho angustiosamente distendido. Lo habían martirizado a conciencia. Y ella, desolada, se había quedado sola y sin sentido de nuevo. Regresaría a Magdala, en plena ruta de la seda, junto al lago, próspera y vacía, como todos los corazones de los ricos. Vivir para morir, eso le quedaba. Y gracias si no la pillaban y acababa como Él. Qué desatino todo, que ya se lo habían dicho ellos, que no vayas a Jerusalén, que te arriesgas.
Al llegar, la piedra corrida de la tumba. Era una buena tumba, regalada por un fariseo con posibles, el de Arimatea, que había tenido mano con Pilatos para hacer bajar el cuerpo, ese guiñapo ensangrentado el viernes. A toda prisa lo habían envuelto en doble lienzo. A toda prisa porque no daba para más. Encima, con la fiesta del sábado por delante ni se le pudo lavar como Dios manda. ¿Pero qué hacía la piedra corrida? ¿Es que ni muerto lo iban a dejar en paz? ¿Qué querían, escarnecer los restos, robar el cadáver? En efecto, no estaba. Al cruzar el umbral, la luz entrando por la puerta, el sepulcro vacío. Lo que faltaba. Ya no podía más. Las lágrimas se le derramaron por la cara.
“María” ¿Quién la llamaba María así? ¿Quién sino Él que sabía de su miedo, sus penas, su temor a la muerte? ¿Ése en el que había invertido los dineros de su familia, tras el que había andado como una niña por los caminos de Galilea y Judea, con todas las vecinas chismorreando para criticarla?
“María”. No podía ser, claro. Se dio la vuelta…. Era el raboní. Era él. De pie y sereno como siempre, pero no como siempre. “No puedes encontrarme porque voy con mi padre”, avisa a los demás. Una fuente de alegría le brotó a ella del pecho. Como los hijos que no había tenido. Como el amor de la esposa recién casada. Como una niña con su maestro. “Raboní” y le dieron ganas de saltar y correr y abrazarse a todos y perder la cabeza a gritos. “Raboní” esta vez sí, esta vez era para siempre y todo era nuevo y ya la muerte no era nada.
Magdalena fue y lo contó, y no la creyeron, claro. Lo normal en ellos, hombres testarudos, de redes y de mar, incapaces de creer que la hubiese elegido a ella. Cuando, uno a uno, se lo fueron topando después, en el cenáculo, en Emaús, en Galilea la misma fuente de alegría y desconcierto les fue saliendo a todos y, fue tan fuerte, que no dudaron en dejarse crucificar, apedrear, decapitar por Él. ¿Por qué iban a tener miedo ya? ¿Si la muerte ya no importaba? Y prendió la llama de aquello, de persona en persona, de pueblo en pueblo, de país en país, y cambió de nombre el calendario y el tiempo se partió en dos: antes de Jesús, después de Jesús.
La fuerza de aquello sigue partiendo lo corazones. Unos se dejan amar, los otros piensan que les están engañando, que mujeres como Magdalena sólo dicen tonterías. Esta noche de resurrección los apóstoles han vuelto a ser crucificados. 138 muertos y 400 heridos por ahora, en otra noche de sangre, una más en la Historia, cosechada en las iglesias y los hoteles. Seis bombas han destrozado muros y techos de iglesias católicas y evangélicas en distintos puntos del país, los cuerpos han quedado sobre los altares, entre los bancos, en el hall de los hoteles. Lloramos esta sangre y, sin embargo, pedimos a Magdalena que se la enseñe a Él. Raboní, mira Sri Lanka en esta mañana de Pascua. Mira lo que hacemos.
La noticia en España son los debates electorales de mañana y pasado, con ausencia de Vox y la campaña. Hay encuestas en tres periódicos. El Mundo apura titulares: izquierda y derecha, empatadas, dice. En realidad, nada han cambiado mucho. Es verdad que Podemos y PSOE no alcanzarían solos la mayoría, pero con los nacionalistas llegarían a gobernar. PP, Cs y Vox también rozarían los 174 escaños, pero ni con Coalición Canaria triunfarían.
El País alienta a los indecisos diciendo que la izquierda crece, pero aún necesita apoyos para gobernar. PSOE, Podemos y Compromís se quedarían a 11 de la mayoría absoluta. Necesitarían a los independentistas para gobernar.
La tercera, la de El Periódico de Catalunya, dice que ganaría el PSC en votos, pero Esquerra lograría más escaños.