Schlichting: "Mañana es Nochebuena y pasado Navidad"

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Mañana es Nochebuena y pasado Navidad. Me he levantado en la oscuridad, querido oyente, y he encendido las cuatro velas de la corona de Aviento en la cocina, mientras ponía agua a hervir. Y he pensado, desolada ¿qué le cuento hoy al oyente? Mañana es Nochebuena y pasado Navidad. Hay al menos 168 personas muertas entre Java y Sumatra, por el Tsunami. Y 750 heridos. Lloran los padres y la hermana de Laura Luelmo, y su asesino desafía a los funcionarios en la cárcel. Y en Cataluña la gente se odia. A veces ni se hablan en la mesa de Navidad. El presidente ha hecho lo que te anuncié el pasado Fin De Semana, coger el Falcon y ponerse en Doñana, en la finca Las Marismillas. Primero celebra ahí, después irá a la residencia de La Mareta, en Lanzarote. Vacaciones desde ayer hasta el 6 de enero. Como los críos. Y Serrat, que actuaba el viernes en Barcelona, ha tenido que parar el concierto para explicarle a un señor, que le gritaba que cantase en catalán, que lleva vindicando el catalán toda la vida y que nadie, nadie en el mundo, le ha pedido que cante en catalán un concierto concebido enteramente en castellano.

Y mañana es Nochebuena y pasado Navidad y en mi cocina, en el desayuno, la única luz eran los pábilos vacilantes de las cuatro velillas de Adviento. Y de repente, en el informativo de Angel Correas, Álvaro Echeverría ha emitido un reportaje impresionante. Ha empezado a hablar de la tregua de Navidad de la guerra del 14, la primera guerra mundial. De esa cosa tan alucinante que pasó cuando en las trincheras alemanas alguien empezó a cantar Noche de Paz y, del lado británico de aquella sangrienta matanza, replicaron las voces y los escoceses armaron las gaitas.

Y los soldados se fueron contagiando y se corrió la voz, y en muchos frentes pararon y empezaron a intercambiar víveres y tabaco, y a jugar a las cartas, y a recoger los heridos de tierra de nadie, y un barbero alemán empezó a rapar a los del otro lado, que no tenían peluquero.

En mitad de mi noche, en la cocina de mi casa, se han alzado los testimonios que la radio recogió después de los veteranos, tan asombrados como yo.

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La tregua espontánea que paró la Gran Guerra durante el día de Navidad

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Hay tanta guerra alrededor ¿verdad? Está la de mi amiga contra el bombardeo devastador de la quimioterapia, está la de mi amigo que acaba de ser diagnosticado de esclerosis lateral amiotrófica, que es una mina subterránea. Está la pobreza de no llegar a fin de mes, que es una epidemia devastadora. Y la guerra con el hijo difícil. Y la batalla de la soledad. Mañana es Nochebuena y pasado, Navidad. Y yo ¿qué puedo decirte?

Me ha llegado de Centroáfrica un carta de monseñor Juan José Aguirre, obispo de Bangassou. La última vez que lo vi, este hombre de unos 60 años parecía de 75. Están matando a su pueblo las guerrillas pagadas por las multinacionales, y él se adelgaza, le crecen las ojeras, se le quiebra la voz. “Hay tantos muertos, Cristina, -me dijo- que no los recogen ya. Y me acerco yo al montón, y cojo un brazo, o una cabeza, y los llevo cuidadosamente a la fosa, y entonces vienen mis fieles, y comprenden que hay que enterrar a las personas”. Como en la Guerra del 14.

En su carta de estas Navidades explica este obispo español: “He visto cómo niños musulmanes y no musulmanes van por miles a las escuelas católicas, saltando protocolos de seguridad, jugando con el peligro. Niños vestidos de uniforme azul que siguen riendo incluso cuando un grupo de gente armada haciendo patrulla les pasa a unos metros. Se sientan en el mismo banco y aprenden a leer juntos. Niños de padres vergugos que juegan junto a niños de padres víctimas, incluso de padres asesinados. La escuela es el futuro”.

Como en la guerra del 14.

Mirad, no vence el mal. No digo que no haga estragos, que no nos agote. Digo que no consigue convencernos. El corazón sólo vibra ante ese cántico de soldados heridos, ante ese obispo que coge un muerto, ante esos niños que ríen.

Porque el corazón está hecho para esto. Está bien hecho. ¿Quién ha hecho el corazón? ¿Por qué estamos sintonizados con el bien?

Navidad no es un oasis. No es un espejismo de luces. Navidad es un anuncio. Es la vibración anticipada de un bien para el que estamos hechos.

Es sencillo, permitamos esta sencilla brizna. Esta ligera brisa. Es sencillo, como en las trincheras del 14, como entre los niños de Bangasou. Como el día en que Jesús levantó del suelo a la adúltera que iba a ser apedreada y le dijo, después de ahuyentar a los justicieros, “¿Quién te acusa? Se han ido todos”.

No sé si adulteró más veces, pero seguro que traicionó muchas más. A sus hijos, a sus amigos, a los vecinos. Pero jamás olvidó, estoy completamente segura, la profunda, perfecta liberación que sintió cuando le salvaron la vida.

Y esa certeza es Navidad. Ese niño pequeño y aparentemente absurdo que certifica que tu corazón, aunque estés en las trincheras, funciona, está bien programado. Sintoniza con el cielo. Feliz Navidad, queridos oyentes.

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