Las entrevistas más curiosas de 'Fin de Semana'

No te pierdas las entrevistas más curiosas del 'Fin de Semana'

Redacción digital

Madrid - Publicado el

5 min lectura

La historia de Rachel Dolezal no tiene desperdicio. Rachel es una mujer de 40 años que se crió en Montana, Estados Unidos. Es blanca y de padres blancos, pero siempre ha dicho que era negra. Se siente así.

El caso es que ella, a lo largo de los años, ha ido cambiando su físico para parecerse cada vez más a una persona de color. De hecho, su implicación por defender los derechos de los negros hizo que adquiriese puestos de responsabilidad en asociaciones que tenían este fin.

Pero lo que la sociedad no perdonó es que mintiese en su identidad. Tal era su deseo de ser una persona negra, que ocultó sus orígenes hasta que en 2015 la verdad salió a la luz y sus padres biológicos salieron a los medios para confirmar que provenía de una familia de padres blancos.

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Rachel, la mujer negra que resultó ser blanca

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"¿Qué le pasa a su hijo? Tiene muchísima fiebre. ¿Cuánto? No sé, es que no tengo termómetro" O esta otra: "-Tiene fiebre, ¿le ha dado algo? - No, es para que veas que de verdad tiene fiebre". Pues lo que estás leyendo no es broma, son situaciones con las que se enfrentan en muchas ocasiones los trabajadores de enfermería. Las inverosímiles historias con las que se encuentran los enfermeros, sobre todo si atienden en urgencias.  Javier Cabañas, enfermero en Toledo, contaba una y mil situaciones hilarantes e increíbles en 'Fin de Semana'. Por ejemplo cuando hay un partido de fútbol importante, a nadie le duele nada, que se pueden estar muriendo, pero aguantan en casa. Las urgencias que no urgen: “Una vez vino uno todo asustado a las 4 de la mañana porque tenía rojo un lado de la cara...y lo que tenía era la marca de la almohada”.

Otra urgencia inaudita: una chica de 25 años que se ha cortado en la yema del dedo un milímetro; o un paciente de 17 años que llega con su madre agobiada porque el niño le había dado un tirón en los gemelos.

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El Día Internacional de la Enfermería en Fin de Semana

La portada del libro 'La medicina todo locura'

El amor también entiende de segundas oportunidades. Y si no, que se lo digan a Alfonso de Julios y Rocío Costas. Este matrimonio decidió separarse después de varios años casados. Sin embargo, tiempo después comprobaron que no podían vivir el uno sin el otro. Se volvieron a enamorar, ahora siguen juntos y  en 'Fin de Semana' contaron su historia.

"La crisis nos ha fortalecido", aseguraban los protagonistas, que se conocieron en una hermandad de Sevilla. "Nos conocimos en un besamanos de la Vírgen cuando aún éramos estudiantes. Tuvimos un noviazgo de seis años movidito porque los dos tenemos carácter, pero decidimos casarnos en diciembre de 1994".  A los veinte años, decidien divorciarse. "Yo no quería llegar a la separación. Yo siempre digo que me divorciaron", dice con una sonrisa Alfonso. "Yo era la que estaba segura", ha contado a continuación Rocío, que se arrepiente solo a medias de esta decisión. "Pero el divorcio ha sido como un revulsivo que ha cambiado nuestras vidas. Yo por entonces quería salir, liberarme, conocí a una tercera persona... Creía que no merecía la pena luchar por lo que teníamos Alfonso y yo". Durante la crisis matrimonial, a Rocío le llegó otra mala noticia. "Me diagnosticaron un cáncer de mama. Empecé a sangrar por el pecho, pero yo pensaba que era de los nervios de todo el proceso de divorcio". Y eso, cree ella, le hizo cambiar de idea con respecto a Alfonso. "Después de operarme, me fui a casa de mis padres. Todo el proceso fue como un paréntesis, como si Dios me diera tiempo para pensar. Alfonso se hizo cargo de los niños y de la casa". señala Rocío, un gesto que para ella significó mucho. "No quería tener para la siempre la herida de no haber hecho lo que tenía que hacer. El deber es el deber. Tenía que hacerme cargo de los hijos y llevar mi casa. Ser un padre de familia haciendo cosas que antes no había hecho", ha razonado Alfonso. 

¿Cómo continúa la historia? Pincha aquí para escuchar a Alfonso y Rocío contar su historia

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Alfonso y Rocío, unidos de nuevo por el amor tras el divorcio

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"Patinaré hasta que me mate". Quien dice esto tiene que ser patinador, claro. Pero no un patinador cualquiera. Marcelo Lusardi se quedó ciego por una enfermedad congénita a los 18 años. Le encanta el skate y la ceguera no le ha impedido seguir practicando su deporte favorito. “La ceguera no es un defecto, es una característica. Simplemente es una ceguera, no me he muerto. No es ninguna vergüenza”, ha reiterado Marcelo. El joven skater ha reconocido que cuando sus amigos le vieron por primera vez con el bastón, “fliparon, se quedaron a cuadros. No se imaginaban que iba a quedarme ciego. Cuando me quedé ciego se me pasaron por la cabeza cosas muy tristes. Un amigo mío me dijo: deja de llorar y ponte a patinar”.

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Patinaré hasta que me mate

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El día en que Paulino, de 83 años, se reencontró con su madre de 104, gracias a Facebook. Es fácil que nuestra mente viaje a nuestra infancia cuando menos lo esperamos. Si además hay algo que nos queda pendiente de aquella época, aún recurrimos más a esos años de nuestra vida. Eso le sucedía al argentino Paulino Andrada. Ahora tiene 83 años y en su mente siempre estaban sus tres hermanos y su madre, a los que había perdido la pista. Lo que nunca pudo imaginar, es lo que la vida le tenía reservado...

Paulino vivía con su madre y hermanos en San Luis, Argentina, como la situación económica era complicada decidió marcharse fuera del pueblo, algo que deciden posteriormente sus hermanos y su madre, que vuelve a casarse y tiene otros cuatro hijos.

Con el tiempo Paulino vuelve al pueblo, donde ya no encuentra a nadie de su familia. Gracias a una amiga y a la página de Facebook 'Dónde estás' sus sobrinos supieron de su existencia y han podido encontrarse, no sólo ellos, también ha sido posible el reencuentro con su madre, Josefina, de 104 años.

“Ya no pensaba encontrar a mi madre”, “ella ya no veía, pero hablaba y se acordaba de todo” ha explicado un Paulino emocionado, que ha asegurado que la alegría de los dos “fue inmensa”. “Ella pensaba que yo no estaba vivo” ha añadido.

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El día en que Paulino, de 83 años, se reencontró con su madre, de 104, gracias a Facebook

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