Ligar, un “arte” que de moderno tiene poco (o nada): los romanos de hace más de 2.000 años ya lo intentaban

Viene por Fin de Semana con Cristina un hispano romano que siempre nos intenta convencer de que somos mucho más romanos de lo que pensamos, y ahora nos quiere convencer de que los romanos ya “ligaban” casi como nosotros salvo por las aplicaciones de móvil y que a veces lo tenían muy difícil, también como nosotros… vamos a verlo. Él es Paco Álvarez, autor de “Mitomorfosis”, y explica que “ligar en la antigua Roma, según las películas, era muy fácil porque Roma era una fiesta pero, en verdad, era bastante complicado. No había sitios donde los jóvenes se juntaran y conocieran como ahora. Era más difícil buscar una oportunidad para hablar con la persona indicada. Y ni siquiera había aplicaciones”.

Entonces en esto sí que hemos cambiado, porque dicen que ligar ahora es bastante más fácil que cuando éramos jóvenes. Y aun así Paco relata que, “aunque fuera muy complicado, cuando te enamoras, no hay manera. Igual da hace dos mil años o dos minutos. En el amor, como en la guerra, como decía el césar Marco Aurelio, ‘no hay premio para quien queda segundo’. Por eso hacemos locuras. Alejandro Casona afirmó: ‘Hay amores tan bellos que justifican todas las locuras’. Nuestro nobel Jacinto Benavente compara la locura de amor con la locura de don Quijote: ‘El amor es como don Quijote, cuando recobra el juicio es que está para morir’.

Es verdad que se llevan haciendo locuras de amor desde siempre, pero a veces, Cupido se equivoca: “Ovidio nos advierte que de noche todos los gatos son pardos y que hay que tener cuidado con a quién le metes ficha o le tiras los tejos. A todos nos ha pasado alguna vez ligar en oscuros garitos, estando ya un poco perjudicados por los cubatas, donde todos nos parecen estupendos y, al salir o, lo que es peor, a la mañana siguiente, descubrimos lo ‘ciegos’, y no exactamente de amor, que estábamos la noche anterior: ‘No creas demasiado en la luz engañosa de las lámparas; la noche y el vino extravían el juicio sobre la belleza. Paris contempló las diosas a la luz del sol que resplandecía en el cielo, cuando le dijo a la diosa: Venus, vences a tus competidoras. La noche oculta las macas, disimula los defectos, y entre las sombras cualquiera nos parece hermosa’. O, como dicen en México, ‘a la tercera margarita se van las feas y vienen las bonitas’”.

Sí, pero a veces, incluso a pleno sol, el amor es ciego: “Demasiadas veces”, dice Paco, “pero para eso también tiene consejo Ovidio, que nos recomienda disimular los defectos de nuestra presa si queremos ligar: ‘Dulcifiquemos con los nombres las macas reconocidas: llamemos morena a la que tenga el cutis más negro que la pez de Iliria; si es bizca, digamos que se parece a Venus; si pelirroja, a Minerva; consideremos como esbelta a la que por su demacración más parece muerta que viva; si es menuda, di que es ligera; si grandota, alaba su exuberancia, y disfraza los defectos con los nombres de las buenas cualidades que a ellas se aproximan’”.

¿Y también disimulaban su edad las romanas al ligar? “Pues sí”, asegura el experto, “muchísimo. Al respecto también Ovidio nos recomienda que, si queremos triunfar, no hagamos preguntas de las que nos podamos arrepentir: ‘No le preguntes los años que tiene o en qué año nació; deja estas investigaciones al rígido censor, máxime si se marchitó la flor de su juventud, si su mejor tiempo ha pasado y ya comienzan a blanquear las canas entre sus cabellos’”.

Pues sí que parece que en esto de ligar tampoco hay muchas diferencias entre los romanos y nosotros, pero aun así hará falta que Paco Álvarez venga otro día y contarnos más cosas: “Vuelvo pronto, y recordar que amor omina vincit, el amor lo puede todo. Valete omnes, adiós a todos, amigos romanos.”