Mons. Aguirre: "Hemos visto violar a mujeres en sus poblados delante de los maridos e hijos"
Lleva 38 años en la República Centroafricana y lo que cada día vive en su misión, pone los pelos de punta
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Le decía El Quijote a su gran amigo: 'La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida'. Y hay personas que en el ejercicio de su libertad, están dedicando su vida a los demás de una forma excepcional. Es el caso de Monseñor Juan José Aguirre, misionero comboniano y obispo de Bangassou. Lleva 38 años en la República Centroafricana, un país que según el índice de desarrollo humano es el segundo más pobre del mundo, solo superado por Níger. Lo que cada día vive en su misión, pone los pelos de punta.
Monseñor Aguirre ha contado en 'Fin de Semana' la insoportable situación que padece desde hace cinco años Bangassou y Centroáfrica, invadida por ejércitos, todos con el mismo objetivo, hacerse con las minas de oro y diamantes. Pero lejos de quejarse, da las gracias por poder ayudar a los que no pueden escapar de allí, mujeres violadas delante de sus maridos e hijos, ancianos con demencia acusados de brujería, huérfanos, leprosos o enfermos de sida terminales... “Dios nos ha llamado, es una vocación para toda la vida. No somos superhéroes, Dios sí, sin su gracia no podríamos hacer nada. Queremos dar la vida por nuestro pueblo hasta que Dios quiera”.
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Pero esta vocación se pone a prueba todos los días, la realidad con la que vive Monseñor Aguirre es límite. “En república Centroafricana hay una guerra civil desde hace cinco años, 14 señores de la guerra controlan el 60% del país. Tenemos una guerra que quieren llamar religiosa entre musulmanes y no musulmanes, pero en realidad es una cortina de humo para tapar el interés verdadero que son los minerales, -el diamante, oro y el manganeso-”. Allí el 30% de la población es católica, otro 35 protestante y solo un 15% musulmán.
Monseñor Aguirre lleva 38 años en el país y salvo los últimos años, siempre ha sido feliz. “Mis primeros años fueron muy bonitos, los últimos hemos vivido un calvario. Los misioneros aguantamos las pisoteadas. Tenemos un centro para acoger a enfermos de sida en fase terminal, una casa de viejitos con demencia acusados de brujería, un orfanato con más de 1000 huérfanos, la leprosería... no nos podemos ir. Llegó un momento que la guerra hizo que muchas ONG y funcionarios se marcharan y quedamos solo nosotros y lo hicimos pese a la violencia extrema, para dar a esa gente esperanza y decirles que el mañana será mejor”.
Lo que Monseñor Aguirre ha visto no lo puede digerir cualquiera. “Ya no se hacen las guerras con trincheras como antes, hoy se hace la guerra con terror, violencia o el hambre como arma de guerra. Hemos visto a grupos de guerrilleros llegar a un poblado y violar a todas la mujeres en la plaza del pueblo delante de sus maridos e hijos. Eso crea un terror que hace que al día siguiente huyan”. Y precisamente eso es lo que buscan los paramilitares "tienen la idea de que allí podrían explotar minas". Y la gente les estorba.
¿Cómo soportalo? “Comprender el sufrimiento humano es como abrir un archivo cerrado, hace falta una contraseña que es el Calvario, ver lo que hicieron con Jesús. Es una experiencia muy dura pero terminará, tenemos esperanza en que llegue a su fin. Nos quedamos para compartir la vida con todos a los que desprecian, por amor y por vocación a aquellas personas en las que vemos el rostro de Jesús”.