Exmujer del terrorista Nabil Benazzou
Raquel Alonso: “Mis hijos y yo hemos aprendido a vivir con miedo”
Raquel Alonso es autora de “Casada con el enemigo”. Su exmarido se radicalizó tanto que se metió en el Daesh y fue detenido en la Operación Gala. Raquel cuenta en Fin de Semana COPE su historia.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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¿Qué ocurre cuando el que te inspiraba los sentimientos más conmovedores intenta enrolar a tus hijos en una batalla diabólica? ¿Cómo reacciona una madre cuando su marido enseña a sus hijos vídeos de cómo ser un musulmán yihadista? Raquel Alonso asegura que “mi valor lo dan mis hijos porque sienten ese orgullo tras la vergüenza de lo que hizo su padre. Ellos no han hecho, nada ni yo tampoco. Es importante concienciar a la sociedad”.
La historia se remonta a 2011 cuando “aún no sabíamos nada del terrorismo yihadista, sin embargo ahora sí, y estoy segura de que no soy un caso único, seguro que hay muchos padres que están sufriendo”.
Raquel relata que “Nabil hace 20 años era maravilloso, le conocí en un local de copas. Hablábamos muchísmo, teníamos una relación fantástica. Podíamos estar hasta las 5 de la mañana hablando, fue una historia de amor preciosa”. De hecho viajó a Tánger a conocer a su familia: “Me encontré a una familia normal, sin pañuelo, íbamos a la playa en bikini y no había problema alguno con tomar cerveza. Y éramos un matrimonio totalmente normal. Me quedé tranquila porque vi una familia como la mía, nada me hacía presagiar que acabaría así”.
Nabil no era practicante y ella era cristiana, por lo que decidieron casarse por lo civil, y poco después tuvieron dos hijos: una niña y un niño.
Sin embargo todo cambió con la muerte del padre de Nabil: “Él estaba totalmente afectado. A pesar de todo el apoyo que le dimos, no fue suficiente. Me dijo que quería ir a la mezquita de la M30 a rezar a su padre. Y al día siguiente me dijo que había conocido a unos chicos que le dicen que rezar en grupo es mejor porque llega antes a Dios, y empieza a asistir frecuentemente, que eso en principio no significaba nada. Incluso decía que llevásemos a los niños para aprender el idioma”.
A partir de ese momento empieza a cambiar su carácter: “Ya no tiene ese sentido del humor, se vuelve más serio. Ese cariño y el amor con el que decía las cosas desaparece, usa el grito para imponer su criterio y empiezan las discusiones. Me trae muchos libros de religión, que tienen que leer los niños. Y entonces dice que todos debemos ser musulmanes o iremos al infierno porque dice que él es la persona que se tiene que ocupar de la religión islámica de su propia familia”. Raquel se niega y todo se recrudece: “Le dio un libro a mi hijo, uno que habla del pecado, el castigo, el infierno, y le digo que eso el niño no lo lee. Él sigue y sigue y dice que sus hijos deben ser musulmanes”.
En ese momento Raquel se da cuenta de que debía proteger a sus hijos porque Nabil quería radicalizarlos y maltratarlos psicológicamente, por lo que, para protegerlos, decide hacerle creer que ella se había convertido: “Si no puedes con tu enemigo, alíate con él. Le dije que me convertiría, fingí una conversión al islam y fijó todo su adoctrinamiento hacia mí”.
Pero aun así la pesadilla no terminó porque Nabil pegó a la niña por no escribir bien unas letras en árabe y al niño le enseñó vídeos de decapitaciones y le hablaba de la Yidad y de que el menor “tenía que hacerla”.
¿Por qué no divorciarse entonces? Raquel explica que, si lo hacía, “él iba a tener derecho a sus visitas y días de vacaciones. Probar el maltrato psicológico es muy complicado, y para poder vigilar siempre a los hijos había que lograr estar siempre con ellos, por lo que aguanté tres años”
Y finalmente llega el giro total: en junio de 2014 a las 4.30 de la mañana la familia oye un estruendo fortísimo y Raquel solo puede ver encapuchados de negro y luces cegadoras. Cuando un encapuchado se gira, Raquel puede ver un escudo de la Policía Nacional, y entonces ella respira tranquila: “Me relajo y pienso 'esto ha acabado', así que le digo a mis hijos 'no nos vana hacer nada, estaos tranquilos”.
Sin embargo el miedo no ha terminado: “Convivo con el temor, no tengo otra solución. No tengo protección ni nada parecido, y de hecho tampoco trabajo porque dos empresas me han despedido porque dicen que no puedo estar en ellas por ser la exmujer de un terrorista”.
Con esta lamentable situación Raquel se pregunta: “¿Aquí quién está cumpliendo la condena, él o nosotros? Nos ha cargado con una mochila nada justa”.