'Crónicas perplejas':"El deporte más extraño que yo practico es no pararme a la cerveza después de la pachanga"
Habla Antonio Agredano de deportes, deportes raros y de riesgo

Habla Antonio Agredano en sus 'Crónicas perplejas' en 'Herrera en COPE' de deportes raqros
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En esta sección de 'Herrera en COPE', Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus 'Crónicas perplejas'.
Un domingo por la mañana, cerca de mi casa, mientras desayunaba en una cafetería con olor a aceite quemado, musiquita de tragaperras y grandes ruidos de la máquina de café, vi a un hombre corriendo descalzo frente a mí. No huía de nadie, no estaba borracho. Llevaba su ropa deportiva, su pose de corredor experimentado. Iba a un ritmo envidiable. Era flaco, era alto, era extraño. Busqué en Google y, efectivamente, era una moda. Que duró poco, creo. Nunca más lo volví a ver. Ni a él, ni a nadie más corriendo sin zapatillas.
Lo malo de las modas es lo pesada que se pone la gente que las sigue. Siempre intentan convencerte. Siempre intentan culparte por no hacer las cosas como ellos las hacen. Me imaginé a ese señor hablándome de las bondades de correr descalzo para sentir mejor tu cuerpo y hablando de paleodeporte y cosas así y casi se me atragantaron los churros que desayunaba.
El deporte más extraño que yo practico es no pararme a la cerveza después de la pachanga. Eso sí que es un deporte de riesgo. Voy al boxeo, nado de vez en cuando, juego al fútbol si las rodillas no me duelen demasiado. Corro cuando puedo, y cuando unos músculos que no conocía hasta unas semanas, los tibiales, me lo permiten.
Soy un deportista vulgar. De ropa fluorescente, de constancia media, de resultados tibios. Ya he dicho alguna vez que el Decathlon es, para mí, una tienda de disfraces. De allí he salido vestido de tenista, de baloncestista, de maestro de yoga, de portero profesional, de nadador, de fondista… pero luego no todo es vestirse de cosas, sino levantarse un domingo por la mañana a hacer kilómetros. O privarte del vino para entrenar un viernes por la tarde. Y esas cosas que hace la gente de mi edad.
No es fácil tener 45 años. No es fácil mirarse al espejo cuando uno se ha puesto un pantaloncito corto, una visera y una camiseta de tirantes. Pero entre el sofá y el trote, he elegido el trote. O al menos intentarlo. Intentarlo, eso sí que es un deporte extraño.
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