'Crónicas perplejas': “Ojalá poder decirles a mis hijos que hay otra forma de entender la vida. Que no hay muerte, ni hay pena, ni hay noches de tanatorio, ni mañanas en la iglesia”
Habla Antonio Agredano de cómo explicar a nuestros hijos el verdadero sentido de la vida
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En esta sección de 'Herrera en COPE', Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus 'Crónicas perplejas'.
Murió su bisabuela y tuve que explicarles a mis hijos que, cuando ya eres muy viejito, la vida se acaba poco a poco y que, llega un día, en el que emprendemos un viaje al cielo para convertirnos en estrella.
A los pocos días Mauro, el pequeño, me pregunto que si había otras opciones. Que eso de convertirse en estrella estaba bien, pero que él preferiría quedarse en la Tierra. Seguir viviendo durante muchos años más. Y que no quería que sus padres o sus abuelos faltasen nunca.
Quise mentirle. Lo intenté. Pero leyó en mi cara que, efectivamente, no hay otro camino. Que la carne es como es. Maravillosa y perecedera. Que estamos de paso. Que la niñez es un paraíso. Que, por desgracia, se nos van muchas personas a las que amamos. Y que ya solo nos queda vivir con el recuerdo, con los afectos perdidos, con esa profunda y permanente tristeza.
Que la vida es así. Injusta e impredecible. Y que ojalá su infancia durara para siempre. Ojalá tenerlos siempre así, a mi lado, pequeños e inocentes. Ojalá verlos dormir cada noche con esos párpados enormes y su respiración pausada. Ojalá conservar su felicidad en un frasco. Que no pasen por ellos los años ni las preocupaciones. Que no sufran. Que no duden. Que no vayan para volver. Que no amen en vano.
Ojalá poder decirles a mis hijos que hay otro camino. Otra forma de entender la vida. Que no hay muerte ni hay pena, ni hay noches de tanatorio ni mañanas en la iglesia. Que todo va a salir bien siempre. Que la vida es un júbilo contante, imperturbable. Una sonrisa eterna. Que cada día es el mejor día de todos. Que sólo hay luz. Que las cosas no se marchitan. Que nada se rompe. Que somos eternos.
Pero no pude decirle nada. Lo abracé. Le despeiné. Y le dije que se fuera a jugar un rato con su hermano. Y me quedé mirando al cielo. Buscando en las estrellas a los que ya perdí. Como si eso fuera consuelo.
Las 'Crónicas perplejas' de la semana de Antonio Agredano
'Crónicas perplejas': "Todo cabe en el corazón y allí todo perdura y se conserva"