'Crónicas perplejas', sobre el caos de RENFE: "Inviertan nuestro dinero en lo esencial: nuestros días"

Habla Antonio Agredano de lo importante que es el tiempo tras los sucesivos retrasos en los trenes de RENFE

Antonio Agredano
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El toque de atención de Antonio Agredano en sus 'Crónicas perplejas' en 'Herrera en COPE' al Gobierno tras el caos vivido el pasado fin de semana con los trenes de RENFE

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En esta sección de 'Herrera en COPE', Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus 'Crónicas perplejas'.

“Soy un hombre paciente”, me digo a mí mismo cuando me impaciento, que es casi siempre. Para mí, no hay nada que valga más que el tiempo. El oro es apenas una roca que brilla comparada con los años vividos con intensidad, con el amor, con los días que pasamos viendo a nuestros hijos jugando en el parque, con los paseos otoñales, con esas noches que acaban en un karaoke. Ese es el tesoro. Esa montañita de instantes.

Por eso, las horas perdidas nunca se recuperan. Da igual que nos devuelvan el importe del billete. Da igual cómo nos lleven a destino. Un tren que se para es una vida que se para, en mitad de ningún sitio. Un paisaje desconocido a nuestro alrededor y los minutos pasando en vano.

Me gustan los trenes porque sirven para el hola y sirven para el adiós. La vida es, al fin y al cabo, una sucesión de bienvenidas y de adioses. Una cadena que arrastramos como el fantasma del cuento. La vida es expectativa y decepción. Las estaciones tienen ese aire trágico. Tan grandes, tan grises y tan imprevisibles.

Con Ulises aprendimos que da igual a donde ir, porque lo importante siempre es el viaje. El camino. La vía que conecta las ciudades. Y esa otra vía invisible que nos une entre nosotros. El ser humano siempre está en movimiento. También en lo anímico. Sentir es un motor ingobernable.

A quien corresponda: no nos hagan perder el tiempo. Arreglen lo que tengan que arreglar. Inviertan nuestro dinero en lo esencial: nuestros días. Porque no tenemos nada más importante que esa suma de segundos. Porque no tenemos derecho a aplazar un reencuentro o a romper un abrazo o a volver a nuestro hogar, como un héroe cansado.

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