'Crónicas perplejas': “Jamás me he ido pegando un portazo de ningún despacho”

Habla Antonio Agredano de trabajo y de jefes

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Qué es el trabajo para Antonio Agredano: así te lo cuenta en sus 'Crónicas perplejas'

Antonio Agredano

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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus "Crónicas perplejas".

Pasamos mucho tiempo en el trabajo. Estaría bien convertirlo en un lugar agradable. Cuando busco un nuevo piso, sólo pienso en el sofá y en la cama. Cuando tengo un nuevo trabajo, sólo pienso en tener una relación constructiva con mis jefes. Quiero hogares cómodos y quiero oficinas habitables.

Hay varios enemigos del buen rollo laboral. Está la soberbia, es decir, ese arte de oscuro de creer tener razón todo el rato. Está la pereza, que siempre acaba mal, porque el trabajo que uno deja de hacer lo termina asumiendo alguien que nos odiará por ello. O está la chulería, es decir, perder la razón por elegir la peor forma que existe para compartirla, que es el desprecio.

Hay otras, pero las que he citado las he visto muchas veces. Trabajar es una gimnasia agotadora. Se empieza temprano, se acaba tarde, y es difícil no llevarse las preocupaciones a casa. Como dijo Facundo Cabral: “Mira si será malo el trabajo que deben pagártelo para que lo hagas”.

He tenido jefes buenos, malos y peores. Y he trabajado con compañeros buenos, malos y aún peores. Me he marchado de algunos sitios y de otros me han echado. Pero sólo tengo una certeza: jamás me he ido pegando un portazo de ningún despacho.

Si algo he aprendido en la vida es que es más importante irse que llegar. Nunca me he quedado donde no me querían, pero jamás salí de allí con rencor. El trabajo es trabajo. Una simple forma de ganarse la vida. Lo personal, lo emocional, lo reservo para mis hijos, para mis padres, para las cosas domésticas. Yo, en la oficina, frente a este micro, delante del ordenador… sólo trato de hacer bien lo que se me ha encargado que haga. Así de sencillo, así de complicado; pero sobre todo: así de honesto.

Hacer las cosas bien, hacer las cosas con responsabilidad y cariño, también es un placer cotidiano. Que se lo digan a los muchos, muchísimos, que escuchándome, sonríen, ahora mismo, entregados con amor a sus trabajos.

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