'Crónicas perplejas': “ El mejor vino es el que sabe a los días que, con pasión y entusiasmo, hemos vivido”

Habla Antonio Agredano del vino y afirma que "lo importante es lo que sucede en torno al vino"

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Habla Antonio Agredano del vino en sus 'Crónicas perplejas' en 'Herrera en COPE'

Antonio Agredano

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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus ‘Crónicas

Lo importante no es el vino, lo importante es lo que sucede en torno al vino. Tras el descorche, llegan los afectos. Compartir una botella con mi padre, por ejemplo. Algunos viernes por la noche. En la casa en la crecí y de la que me fui en cuanto pude, para luego regresar, algunos fines de semana, ya adulto, ya con mis hijos. Acostarlos pronto. Y quedarnos, mi padre y yo, en el salón. Con la tele puesta de fondo, sin volumen, y hacer balance de los días. De los pasados, de los que restan. No es el qué, es el cómo. No es el vino, somos nosotros. La etiqueta es lo de menos. A mi padre le gustan los vinos poderosos, de degustación lenta, rojísimos como el cielo de las ciudades iluminadas en la madrugada. Pero aquí dan igual las preferencias. El vino es un tótem en torno al que bailamos con las palabras.

El vino ha estado en el centro de todas las cosas importantes que he vivido. En los goles de mi equipo y en los amores feroces. Celebrando lo intrascendente. También en los nacimientos y en aquellas noches que se quedaron en blanco en la terraza. En las bodas de mis amigos, primero, y luego en sus divorcios. El vino se adapta a nuestros espacios. He bebido vinos maravillosos apoyando las copas en las cajas de la mudanza. He bebido con amigos que ya se fueron y a los que siempre echaré de menos. Recuerdo cuando mi abuelo me mandaba a la bodeguita con una botella de cristal para que me la llenaran directamente de los barriles. Tengo ese olor alojado en alguna parte de mi memoria.

He bebido y he besado. He bebido y he llorado y luego reído y luego abrazado a los míos. Porque en ese líquido que va del blanco al rojo, porque en esa catarata breve sobre la copa, porque en ese trago lento, está todo lo que somos, todo lo que hemos sido y todo lo que aspiramos a ser. No es el vino, de verdad, es lo que sucede en torno al vino. Y lo que sucede es la vida, con sus contradicciones, con sus llanuras, con su vehemencia, con su luz y con su sombra. El mejor vino es el que sabe a los días que, con pasión y entusiasmo, hemos vivido.

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