'Crónicas Perplejas': “Las pachangas son al fútbol lo que el brócoli a las parrilladas”
Habla Antonio Agredano de deporte, de su experiencia en los gimnasios y lo que disfruta 'jugando' al fútbol con los amigos
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En esta sección de ‘Herrera en COPE’, Antonio Agredano mezcla lo “cotidiano y exótico” con una particular visión de las cosas de la vida capaz de equiparar con lo más sorprendente en sus "Crónicas perplejas".
En cada gimnasio hay un calvo con perilla que está muy fuerte y un gordito despistado que no sabe cómo utilizar las máquinas. No tengo perilla, así que ya sabéis quien de los dos soy yo. A mí me sobra la voluntad, pero me falta el entendimiento. Yo llego temprano con mi toalla, mi botellita de agua, mis guantes sin dedos… y luego me pongo allí y es que no sé ni cómo sentarme, ni sé cómo se llaman los músculos, ni qué palanca empujar, ni cuánto peso meterle.
Siempre he sido muy lacio. Una vez me intentaron enseñar a jugar al tenis, y la lección duró quince minutos. Ya no es que no devolviera ninguna bola, es que ni las rozaba. Me llevaron a pescar una vez, y al lanzar el anzuelo, o cómo se llame eso, tiré la caña al río. Algún tiempo boxeé, hice alguna media maratón, jugué a balonmano, a fútbol… y aún hoy de vez en cuando echo mis pachangas.
A ver, las pachangas son al fútbol lo que el brócoli a las parrilladas. Quedamos allí catorce puretas disfrazados de futbolistas, pegamos dos carreras, cuatro panzazos, y luego nos vamos de cervezas. El partido dura cuarenta y cinco minutos y en el bar nos tiramos tres horas. Gastamos más en Cruzcampo que en Reflex.
Cuando me miro en el espejo pienso que lo mío no es el body positive, que lo mío es más bien el body negative. Pero que conste aquí que admiro a esa gente que se levanta una mañana y se apunta al gimnasio o sale a correr o a andar un ratito. Porque para comer pizza valemos todos, pero para subirse a una elíptica hay que tener ganas. Y si esas ganas son por salud, bienvenidas sean.